Su mirada penetrante no me deja mientras poso mis ojos en el menú y hago mi pedio. Mi mente se repite una y otra vez que solo debo terminar la cena y salir por la puerta del restaurante. Fácil y contundente para dejar un mensaje y es que puede que haya ganado la subasta, pero no pienso caer en su juego cuando es un hombre casado. Además, no es como si ese hecho me hiciera sentir cómoda ahora mismo. «Sí, mi incomodidad es por eso». Me digo alejando cualquier otro pensamiento o recuerdo que quiere colarse en mi mente. Le doy un sorbo a mi tinto y levanto la mirada, viendo directamente a Gedeón. —Me gustaría dejar claro que esta cena es lo único que tendrá, señor Martinelli —Sabes, tengo la curiosidad de saber, ¿por qué siempre estás a la defensiva? —Inquiere con gesto imperturbable. Sue