El deseo aún chisporrotea en mis venas cuando la veo apartarse de mi regazo, pero noto cómo su cuerpo aún tiembla por el placer que le acabo de arrancar con mis dedos. Vivian no me mira a los ojos al bajarse, su respiración entrecortada delatando la lucha interna que debe estar librando. —No puedo hacer esto —dice al fin, su voz, apenas un susurro ahogado. Frunzo el ceño, sintiendo cómo la furia empieza a burbujear en mi interior. No puede ser real. No después de lo que acabábamos de compartir. No después de la forma en que su cuerpo se ha derretido contra el mío, en que su boca ha dejado escapar mi nombre entre jadeos. Pero ahí está ella, poniendo distancia entre nosotros, recomponiéndose, arreglando su vestido como si quisiera borrar lo que ha pasado en los últimos minutos. —No es bue