CAPÍTULO 68.

2796 Palabras

Despierto de golpe. El corazón me martilla en el pecho como si intentara romperme las costillas desde dentro. Jadeo, tengo la garganta seca y un sudor frío me perla la frente y la espalda baja. Me siento en la cama de un tirón, como si me hubieran arrancado de un abismo oscuro y helado, y mi mirada va directa al costado derecho. Gedeón duerme profundamente a mi lado. El torso desnudo, el brazo extendido por encima de su cabeza y el rostro sereno, casi apacible, nada en él indica que, minutos atrás o lo que fuera que hubiese durado esa maldita pesadilla, yo lo había visto tendido en el suelo de la casa de mi padre, desangrándose, con un disparo en el pecho. Y mi padre… Mi padre sonreía. Una sonrisa satisfecha, sin rastro de remordimiento y sin humanidad. Me llevo ambas manos al rostro

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