Hay algo en regresar a esa mansión que se siente extrañamente inevitable. Como si cada paso que he dado desde que me alejé, me hubiese traído de vuelta a este lugar. No es solo la arquitectura imponente o el aroma inconfundible a cedro y flores frescas en los pasillos; es el recuerdo de las risas de Ella, los desacuerdos con Gedeón, los silencios densos con Adeline y, por supuesto, la intensidad irremediable de todo lo que nos rodea. El trayecto desde mi departamento había sido relativamente tranquilo. Gedeón conduce en silencio, con una mano firme en el volante y la otra rozando la mía de vez en cuando. No hace falta decir mucho; la tensión entre nosotros había comenzado a cambiar, a tornarse menos como un nudo y más como una cuerda que se afloja poco a poco, buscando otra forma de atars