LXV Durante toda la horrible escena, que se encontraba ahora en su momento más álgido, había en Newgate un hombre presa de un temor y de un tormento mental sin igual en el mundo, hasta superior al de los criminales condenados a muerte. Cuando los rebeldes se reunieron al principio en la calle, el asesino despertó de su sueño, si es que merecía este nombre bendito, al estruendo de las voces y del tumulto de la turba. Se estremeció al oír aquel clamoreo furioso y se sentó en el lecho para escuchar. Tras un breve intervalo de silencio estalló con más estrépito el estruendo, y prestando sin cesar un oído atento, comprendió por fin que una multitud enfurecida sitiaba la cárcel. Su conciencia culpable le representó a aquella turba animada del deseo de venganza contra él, y tembló al pensar qu