—Porque siento que viva aún, porque lamento que haya vuelto a vernos, y porque me desconsuela pensar que habéis estado juntos; en una palabra, hijo mío, porque he hecho toda mi vida cuanto he podido para que estuvierais separados. —¡Separados un hijo y un padre! ¿Por qué? —Ha derramado sangre, hijo mío —le dijo al oído—, ha llegado por fin el día de hacerte esta revelación. Derramó la sangre de un hombre que lo quería mucho, que había depositado en él su confianza y que nunca le había dicho ni hecho nada que pudiera ofenderle. Barnaby retrocedió lleno de horror y, dirigiendo una rápida mirada a la mancha que tenía en una de sus mangas, la ocultó estremeciéndose. —Pero aunque debamos huir de él —añadió la pobre madre con precipitación al oír la llave en la cerradura— no por eso deja de