—No, ¿que estás haciendo? —pregunto a Connor al verlo subirse a su moto sin casco, está ebrio y enojado conmigo. Este se voltea y me mira. —No me hables, Kenzie, no me habless—repite mientras la enciende. —Connor, por favor, no fue mi intención vender a nuestro hijo. Necesitamos obtener dinero —le digo. Nuestro hijo era un pollito. —¡Se lo vendiste a los de Pollos Blancos, Kenzie! —reprocha. —Pensé que lo querían para dárselo a la mamá gallina. Me dijeron que había perdido a su hijo y había quedado como en trauma. Por eso acepte dárselos. Fue por una buena causa. Me mira y niega con la cabeza. —Lo mataste —me dice—. Mataste a nuestro hijo. Y se va. —¡Connor, vuelve! —grito—. ¡Vuelveeeee! —Kenzie —siento un zarandeo. —Connor, vuelve. Recuperaré a pollito. Vuelve. —¡Kenzieee! Ab

