Percival llevó el reloj que le regaló la señora Morrison para que lo repararan y lo tenía en la muñeca, le tranquilizaba verlo, porque era un recuerdo de que logró cumplir su promesa, aunque le tomó mucho tiempo. Samuel bajó los escalones – luces nervioso – comentó y se sentó sobre el sillón. Ofelia seguía en contacto con Verónica, Cinthia y Sam, ¡los cuatro residentes!, como acostumbraban llamarse, a menudo Percival se topaba con alguno de ellos o veía las fotografías que se tomaban en alguna de sus reuniones, no era una amistad que le agradará, pero eran amigos de Ofelia, no suyos y no quería opinar. Samuel lo barrió con la mirada. – ¿No tienes que trabajar? – preguntó Percival. – Estoy en mi hora de almuerzo – respondió Samuel y siguió mirándolo, lo que era bastante incomodo. – Se

