Maga

1959 Palabras
Lilith miró sus manos, aún había destellos dorados que se movían como pequeñas luciérnagas en rededor de su piel. La directora del departamento de exploración, la doctora Lacroix, no podía creerlo, durante el desmayo de Lilith ella personalmente revisó la información y buscó su nombre en la base de datos. Lilith Bonel, sus padres eran profesores en la academia de magia Vitreri, hasta los quince años su talento mágico no se presentó, asistió a una primera exploración en la que quedó por escrito que no tenía talento, ella por su cuenta visitó el ministerio tres años después para una segunda exploración y la tercera fue el año pasado, todos los gastos eran cubiertos por el seguro de sus padres, por lo que nadie la rechazó y se realizaron las tres exploraciones, pero había quedado establecido, desde ocho años atrás, que ella no tenía talento. Entonces, ¿cómo era posible?, debía haber una explicación lógica, una que no involucrara a su departamento en un fallo – voy a necesitar registrar esto, por favor – buscó sus lentes, que salieron volando durante la explosión de poder mágico – quédate un minuto para – dio la vuelta. Lilith ya se había ido. Cuando llegó al ministerio de magia estaba cansada, tuvo una exploración por energía demoniaca el día anterior y le costaba trabajo subir los escalones, ahora la historia era muy diferente, después de empujar la puerta de la salida de emergencia bajó los escalones dando grandes brincos, se fue agarrando del barandal y corrió para continuar en el siguiente piso. Fue cuando se dio cuenta. – Tengo talento mágico – lo repitió – ¡puedo usar el elevador! Algo tan simple y tan lógico, era gracioso que no lo hubiera pensado antes. Estaba en el segundo piso y volvió a subir los escalones de regreso al quinto, solo para ponerse delante del elevador, presionar el botón y ver cómo los números en la parte de arriba cambiaban y las puertas se abrían. ¡realmente pasó! No había magos con ella, no estaban su madre o su tío y las puertas del elevador se abrieron para que ella entrara. El elevador comenzó a bajar, se detuvo en el cuarto piso, una mujer subió y miró el tablero, el botón de la planta baja ya había sido marcado, por lo que simplemente se acomodó y siguió mirando su celular. Lilith no quería perder la oportunidad – yo lo presioné, el botón. La mujer la miró y respondió secamente – gracias. Lilith tenía una gran sonrisa de oreja a oreja y pasaba el peso de su cuerpo de las puntas a los talones como una niña pequeña que ansiaba la llegada de la navidad, ella, sin ayuda y por sí sola, presionó el botón del elevador, un mecanismo que solo reaccionaba al talento mágico. Un mundano podía presionar el botón un millón de veces y el elevador jamás se movería. Llegando a la planta baja Lilith sintió deseos de presionar el botón del séptimo piso, solo para dar una pequeña vuelta. Pero ya era tarde. Había veinte llamadas perdidas en su celular, todas de su madre, además de catorce mensajes, la mayoría los recibió mientras estaba inconsciente, saliendo del ministerio detuvo un taxi y escribió que ya estaba de camino. Tomó diez minutos llegar a casa, respiró profundamente, bajó del taxi y buscó las llaves del portón para abrir el candado, la sensación sobre su mano fue ligeramente fría, nunca antes lo notó, metió la llave, esperó un poco y hubo una delgada corriente que liberó el candado. No sintió eso cuando presionó el botón del elevador, miró hacia atrás varias veces y escuchó la puerta abriéndose, no era extraño, hizo mucho ruido mientras abría el portón, pero bajó la mirada al ver a su madre. Se notaba mucho que había llorado. – ¿Vas a quedarte, o saldrás corriendo otra vez? Lilith tragó saliva – fui al ministerio de magia, pedí una exploración por maldición. Brenda frunció el ceño – tu padre es profesor de conjuros y maldiciones, no tenías que ir al ministerio. Lo sabía, pero la situación en su casa no hacía que fuera fácil decirlo – di positivo, había una maldición en mi cuerpo, una que tenía bloqueado mi talento mágico. La profesora fue bajando los brazos – ¡qué! – Lo probaré – dijo Lilith muy rápidamente y miró alrededor, la cosa menos pesada que tenía para levitar era una maceta con un rosal de diez centímetros que se secó un mes atrás, lo sostuvo entre las manos, respiró profundamente y trató de llevar esa energía desde sus dedos hacia la maceta. En teoría, era fácil. En teoría. – Necesitaré un minuto. Brenda le quitó la maceta de las manos y las apretó, el cuerpo de Lilith se sintió extremadamente frío, traía una chaqueta, pero no era suficiente, miró los ojos de su madre y ella palideció. – ¡Cómo! Lilith negó con la cabeza – no lo sé. Su madre la abrazó, si había algo que Lilith deseó desde que era una niña pequeña, fue ser una maga, pero por un giro extraño del destino, no podía serlo, o al menos, era así como todos le dijeron. Brenda la soltó – pasa y explícame bien qué fue lo que sucedió. ***** Antonio esperó sentado en la sala de interrogaciones, Julián Tellez, un investigador del departamento policiaco llegó poco después y se sentó en la silla del otro lado de la mesa. – ¿Revisaron la máscara? – preguntó Antonio. – Sí, lo hicimos, y yo hago las preguntas. – ¿Cuál fue el problema? Julián resopló, por sus edades los dos llevaban casi el mismo tiempo trabajando en el ministerio y no era su intención tratarlo como a un sospechoso – la máscara funciona adecuadamente, los ingenieros la probaron, revisaron los tanques y de acuerdo a la autopsia, la asfixia no fue la causa de muerte. – ¿Cuál fue? – Vas a tener que ayudarme para que te responda, tú y Anna entraron a la dimensión del espejo, estuvieron ahí ayer, solos y esta noche también. – Anna entró antes – interrumpió Antonio – cuando yo llegué a mi turno ella tenía un diagrama del interior, lo hizo mientras yo no estaba. – ¿Por qué hizo eso? Antonio miró la pared, en dirección a la habitación donde estaba el espejo – había algo extraño en ese lugar, lo sentí desde la primera vez que entré en la tienda de antigüedades, era, algo en el aire o en las paredes, no lo sé, se sentía – lo pensó por un momento, era algo incorrecto, como si todo su cuerpo le dijera que tenía que irse – no debíamos estar ahí. Julián lo anotó – tendrás que ser más específico, ¿qué había adentro? Antonio se talló el rostro – hay varios pasillos llenos de libros, vitrinas con muñecas, cajas, polvo, el primer día encontramos 9 demonios y había muchos más, acordamos dividir los libreros y después hacer una revisión, Anna bromeó conmigo varias veces diciendo que tendríamos trabajo para toda la semana – recordarla bromeando le produjo un sentimiento agridulce – hoy hicimos lo mismo, yo tomé un pasillo, ella el siguiente, revisé los libros y de repente escuché un golpe – una lágrima bajó por su mejilla – llamé a Anna, pero ella no respondió, fui a buscarla y la vi desmayada sobre el piso – no quiso decir; muerta – ahora dime, ¿cuál fue la causa de muerte? – Infarto – respondió Julián – su corazón se detuvo. Creemos que tuvo contacto con algún objeto o maldición dentro del espejo, que podría estar relacionado con el contacto físico, o con la permanencia, alguna clase de dispositivo anti robo del siglo XV que desconocemos, de momento necesito que marques los lugares que cada uno tuvo asignados. La hoja que Julián le mostró, era una copia del diagrama que Anna hizo. – Sellamos el espejo, por ahora, nadie entrará a ese lugar – agregó Julián. Antonio tomó el lapicero y encerró entre corchetes los libreros que él revisó, también la vitrina del fondo, fue lo más específico que pudo, recordándose a sí mismo en esa habitación, después marcó los pasillos asignados a Anna y tuvo una impresión extraña. Al hacer un diagrama de un lugar que ya existe, es normal buscar un punto desde dónde se pueda ver todo, de ser así, Anna tuvo que buscar la forma de subirse a algo, dentro de esa habitación para observa los pasillos y dibujar su diagrama, de ser así, lo primero que Anna Leblanc, la chica de veinticinco años que acababa de entrar a su departamento haría, sería tomar una fotografía. – ¿Ya puedo irme? Julián lo pensó por un momento – sí, ya puedes irte. Tienes el resto de la semana libre, tu jefe lo autorizó. No había necesidad de forzar las preguntas, toda la habitación tenía un conjuro especial, mentir era imposible para la persona que se sentaba del otro lado de la línea blanca que dividía la habitación. Antonio apretó las manos en puños, Julián era un conocido suyo, no estaba obligado a responder a sus preguntas, pero lo hizo y en ningún momento lo trató como a un sospechoso, incluso le confesó la causa de muerte y la teoría que tenían, la razón era muy obvia, no lo quería dentro de la investigación. Pero nada cambiaba, Anna estaba muerta. Y el único lugar donde podía investigar, estaba cerrado – maldición – sí no la hubieran enviado con él, nada de eso habría pasado. Los investigadores en el departamento de demonología lo miraron de reojo mientras caminaba por el pasillo, él siguió avanzando hasta llegar a la oficina de Francis, su jefe y el tío de Anna. La habitación estaba vacía. – Está con su familia – le dijo Cecilia, la secretaria – se tomó el resto de la semana libre, te avisaré cuando sea el funeral. – Gracias – dijo Antonio y fue al pupitre de Anna. Nadie se había llevado sus cosas, sus libretas y notas, todo estaba tal y como lo dejó, incluso la pantalla de su computadora y en el segundo cajón, la Tablet que les dio el departamento. Antonio tiró una pequeña agenda y se agachó para sacar la Tablet de manera un tanto discreta, después fue al elevador y presionó el botón de la planta baja. Una vez por accidente vio el patrón de desbloqueo de la Tablet de Anna, era una estrella muy complicada que ella dibujaba en segundos, a Antonio le tomó tres intentos, la pantalla se desbloqueó y revisó las aplicaciones. El correo era del trabajo, pero tal y como imaginó, Anna había ingresado su correo personal y se sincronizaba con las imágenes que tomó desde su celular, buscó, había una fotografía de Anna usando la máscara de oxígeno, otras de las muñecas y libros empaquetados en la evidencia, dos fotografías más de las vitrinas y una que mostraba toda la habitación, seleccionó todas y las envió a su correo. El elevador llegó a la planta baja y Antonio presionó el botón del séptimo piso. Todas las imágenes se enviaron, al final archivó el correo en su teléfono y lo borró de la carpeta de enviados del correo de Anna, regresó la Tablet a su lugar y fue al estacionamiento. Julián no era un mal investigador, al contrario, era uno de los mejores en el departamento, sí su teoría era cierta Anna se topó con algo en esa habitación cuando entró sola y la evidencia estaba en esas fotografías. Revisó la siguiente imagen, era del pasillo donde la encontró y de pronto, volvió a ese momento en que la encontró desmayada, no podía seguir mirando.
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