El chirrido se escuchó más fuerte y Lilith presionó su cabeza repetidas veces, tenía ganas de golpearse contra algo muy duro y perder la consciencia.
¿Por qué?
Sí alguien la maldijo, ¿por qué lo hizo?, ¿qué ganaba?, ella era una maga entre miles y sus padres eran profesores, lo peor que hicieron en sus vidas fue reprobar estudiantes y sí lo hicieron, debieron tener motivos válidos.
¿Quién le hizo eso?
– Tengo que salir de aquí – dijo al caminar hacia atrás y sus ojos se abrieron.
Estaba recostada sobre una camilla, en la misma sala donde ocurrió la exploración, el técnico estaba de pie junto al escritorio, con los brazos cruzados y frente a él, había una mujer con luces rubias en el cabello.
Lilith se acomodó, las personas estaban teniendo una conversación por telepatía, podía saberlo con un vistazo, de pronto el técnico se fue y dejó a la mujer en la habitación.
– Hola – la saludó – soy la doctora Patricia Lacroix, jefa del departamento de exploración, mucho gusto Lilith.
Tenía una voz muy amable y suave, solo con escucharla Lilith se sentía en paz y muy calmada. Siendo una mundana, no entendía cómo funcionaban los hechizos mentales, pero sabía perfectamente qué se sentía cuando un mago trataba de entrar en su mente – por favor no haga eso.
– ¿Hacer qué?
– Siento un hormigueo en la parte de atrás de la cabeza, está usando magia mental conmigo.
La doctora Lacroix se sorprendió – no fue mi intención, intentaba establecer confianza.
– Y creyó que hipnotizarme sin permiso era la forma correcta.
Los clientes de la tienda lo hacían seguido, adormecían con su voz para que sus insultos sonaran indulgentes, la hipnotizaban para obligarla a venderles artículos que no tenía, como botellas de coral, o intentaban hacerle creer que un trozo de papel blanco era un billete. Por eso tenía un escritorio a prueba de magia mental.
Se suponía que los magos eran respetuosos con los mundanos, pero ella que lo era, sabía exactamente cómo la miraba los magos, igual a una cucaracha que se metió en la cocina.
La doctora asintió – tienes razón, me disculpo – tomó el formulario que estaba sobre la mesa – Oscar me dijo que sufres una maldición de restricción.
Lilith asumió que “Oscar” era el nombre del técnico que la atendió, aunque él jamás se presentó.
– El proceso de liberación tiene un costo extra, no ofrecemos este servicio gratuitamente.
Lilith levantó la mirada, realmente tenía una maldición, una que restringía su talento mágico – no entiendo, yo vine aquí hace ocho años por una exploración, me dijeron que no tenía talento mágico, que era una mundana, y ahora me dice que no vieron que mi talento estaba sellado por una maldición, y quiere que le de dinero para arreglar un problema que yo no provoqué.
La doctora Lacroix pasó los dedos por el formulario – es el procedimiento, no se cobra por las exploraciones, pero sí por los tratamientos y no puedo asegurarte que la prohibición esté puesta sobre tu talento. Solo veré los detalles de la maldición después de que aceptes.
– Lo vi en mis pesadillas – admitió con voz nerviosa.
La doctora suspiró – lo que voy a hacer es retirar la maldición y liberarte de la prohibición, sí después de esto continúas siendo una mundana, es porque siempre lo fuiste, no puedo ayudarte con eso.
Lilith sintió una fuerte punzada en la cabeza – hágalo.
Su madre le abrió una cuenta en el banco el día en que entró a la universidad y recibía su salario por su trabajo en la tienda, agregó el número de cuenta y esperó.
La doctora Patricia no tardó mucho, la miró y sonrió – todo listo, puedes estar tranquila, he hecho esto muchas veces, la mayoría de las maldiciones son para guardar secretos. Muy bien, primero tienes que tomar esta pócima, hará que la maldición adquiera una forma física, que en este caso serían cadenas, facilitará ver en dónde está enfocada, después procederemos a anularla y el tercer paso será una verificación.
Lilith ya lo sabía, de hecho, mientras la doctora Lacroix hablaba, ella escuchaba la voz de su padre explicándole sobre las maldiciones más comunes y la anécdota de una estudiante que maldijo a su novio condenándolo a sangrar por todos los agujeros sí le era infiel.
Sintió el sabor amargo de la pócima, bajó la mirada y lo vio.
Cadenas negras cubiertas de fango surgiendo del piso y cubriéndola – ¿esto es normal? – según las historias de su padre, las cadenas eran metálicas, no porque lo fueran, sino porque las personas estaban acostumbradas a verlas de esa forma y era así como las proyectaban.
La doctora Lacroix frunció el ceño – tenemos un mago con mucha imaginación, permanece tranquila – se desinfectó las manos – vas a sentir un poco de electricidad.
Lilith cerró los ojos, lo extraño fue que, al hacerlo, sintió que los estaba abriendo, en esa oscuridad que debían mostrarle sus párpados, ella vio la biblioteca, la recepción, y el águila luchando contra la jaula y apuntando la cabeza hacia un costado, Lilith tragó saliva, siguió la mirada del águila y vio un gran remolino que levantaba los libros y hacía que las mesas temblaran.
– ¿Por qué está pasando eso?
Nadie le respondió, la mujer que solía estar junto a la recepción no se encontraba, solo eran ella, el águila y ese gigantesco remolino que amenazaba con destruirlo todo.
Los libros de los estantes cercanos volaron y ella se agachó para no ser golpeada, las tejas que cubrían el techo fueron arrancadas, pronto todo desaparecería.
Creyó que quitar la maldición era algo bueno, pero no lo entendía.
Detrás suyo el águila soltó un fuerte chirrido, la jaula temblaba, pero no se abría.
Siempre hubo una gran distancia, entre los libros que leía, las anécdotas que escuchaba y el mundo de la magia, Lilith lo sabía, en el fondo ella era igual a una estudiante que ha leído todos los libros de recetas y que jamás ha puesto un pie en la cocina.
Deshacer una maldición en la teoría era muy simple, tanto como resolver un rompecabezas, pero estar dentro de su mente y ver el mundo destruirse sin saber a dónde ir o qué hacer, era completamente diferente.
Se paró delante de la jaula y miró a la gran águila dorada – ¿qué hago?, dime, ¿qué tengo que hacer? – el águila bajó la cabeza hacia el candado y Lilith lo entendió, con fuerza, tiró del candado, destrabó la puerta y la abrió.
Al instante el chirrido se escuchó con fuerza, el águila salió por la pequeña puerta modificando su tamaño y al segundo siguiente extendió las alas y voló rumbo al techo, Lilith tuvo la ligera impresión de que saldría, pero no lo hizo, trazó una vuelta al llegar a la parte más alta, giró y se dirigió al tornado.
– NO – gritó Lilith con temor.
El águila continúo su camino, a su paso el inmenso tornado perdió fuerza, cientos de libros cayeron al suelo y poco después volvieron a su lugar, pasó lo mismo con las tejas en el techo y los cristales en la ventana del fondo, la biblioteca volvió a ser lo que era antes de que el desastre llegara.
El águila aterrizó cerca de la recepción y recogió sus alas, con la cabeza agachada se veía igual a ese pequeño pájaro que Lilith tenía cuando era pequeña.
Era muy cálida, Lilith se acercó despacio para tocarla y la abrazó, se sentía más segura al verla libre.
La sensación en sus brazos se redujo, el águila fue desapareciendo, Lilith la miró sin comprender y sintió la energía que entraba a su cuerpo.
Muchas personas en su familia le hablaron sobre el flujo de magia, esa corriente que iba desde el corazón hacia las extremidades, para algunas personas eran una sensación cálida, para otros era fría, y para algunos era igual a un entumecimiento, así fue para Lilith, sus dedos se entumieron, se sentían fríos y no podía moverlos, la sensación fue hacia sus pies y al final subió hacia su cabeza, sus ojos volvieron a abrirse, ya no estaba en la biblioteca, sino de vuelta en la sala de exploración del ministerio de magia y la doctora Lacroix la miraba confundida.
Los objetos alrededor flotaban y en dos segundos, todos cayeron a la vez. No lo estaba soñando, era real, jamás fue una mundana, su talento mágico fue sellado y al sentirlo por primera vez, comenzó a llorar.
*****
Al comienzo de su turno Antonio revisó la lista de los objetos que entregaron el día anterior y los demonios que fueron eliminados, en su ausencia Anna dibujó un diagrama del interior de la dimensión de bolsillo – ¿llegaste temprano para esto?
Anna se quitó la máscara – hay algo en el interior que no me gusta, no hay puertas o ventanas y está el asunto del oxígeno, pero hay polvo.
– Quizá ya lo había cuando metieron la habitación en una dimensión o la sellaron, esta pared pudo ser una puerta – señaló el diagrama.
Anna asintió – puede ser, vamos, tenemos mucho trabajo – dijo y se puso la máscara.
Antonio no lo dijo, pero él también sentía mucha incertidumbre dentro de esa habitación, era como mirar un reloj con los números a la inversa y una manecilla que se movía hacia la izquierda, técnicamente funcionaba y daba la hora correcta, pero se sentía extraño.
Dentro de la habitación colocaron cuatro lámparas y a lo largo de las estanterías pusieron notas con los lugares que ya habían revisado.
Además de marcar los objetos demoniacos, aquellos que estaban libres de energías negativas tenían que ser marcados y guardados dentro de bolsas de plástico, era un trabajo largo y pesado.
Dos horas se fueron rápidamente.
Detrás de Antonio se escuchó un golpe, era el sonido de un objeto pesado cayendo al suelo, probablemente una caja.
– ¿Necesitas ayuda? – preguntó y cinco segundos después, tras no escuchar respuesta, dejó los libros que estaba revisando y caminó hacia el otro pasillo.
Al final de las estanterías, cerca de las muñecas vio a Anna recostada sobre el suelo, por el ruido de golpe que escuchó antes, asumió que ella se había caído, corrió, revisó la máscara, el medidor de oxígeno, después su pulso y no pudo encontrarlo, de prisa, la cargó y se dirigió al espejo.
El vigilante los vio salir a ambos.
– Llama al médico, rápido – ordenó Antonio, acostó a Anna sobre el suelo, le quitó la máscara y presionó las manos sobre la nariz y el pecho de Anna.
Pulsaciones para mantener su corazón latiendo y aire entrando en sus pulmones, mientras Antonio mantuviera el ritmo, ella debía estar bien – vamos – le suplicó.
Otro mago lo sustituyó después de cinco minutos y usó una descarga eléctrica, pero el corazón de Anna no volvió a latir por su cuenta.