Ese mismo sábado, a las nueve de la mañana Percival despertó, estaba cansado, bajó a la cocina, tomó un plato, lo llenó con leche, cereal y desayunó mientras miraba su celular. Su turno comenzaba tarde y terminaba en la noche, no tenía prisa por llegar. El resto de la casa estaba en silencio, su papá debía estar en el trabajo, su madre en la tienda, su hermano en la escuela, su tío en la oficina y su tía jamás estaba despierta antes del mediodía. Subió a alistarse y más tarde salió de casa rumbo a su trabajo, su estación seguía tal y como la dejó, se puso una diadema para responder llamadas y abrió una segunda pantalla en el monitor de su computadora para hacer una búsqueda de imagen con la fotografía del hombre que amenazó a Lilith la noche anterior. Durante varios minutos el programa

