Durante varios días, el tatuaje le causó ardor, picor e irritación, y no podía rascarse, solo darse pequeños golpes alrededor y pedirle a Megan que le aplicara mucha crema. Era horrible.
– Está quedando genial – dijo Megan y le tomó una foto a la espalda de Lilith para que ella pudiera ver el tatuaje de un cuervo con las alas extendidas.
Sí iba a pasar por todo eso, tenía que quedar bien.
Sobre su muñeca estaba el tatuaje con el número “1013”, ese la molestaba menos.
Megan sonrió – no es para tanto, te acostumbrarás, para cuando tengas tu quinto tatuaje, será más llevadero.
– No, esto fue cosa de una vez en la vida – anunció Lilith – no volveré a tatuarme, ¿de verdad se ve bien?
– Ya te dije que sí, deja de parecer tan afligida – le pellizcó las mejillas – se ve genial.
– Sí me estás mintiendo, no te lo perdonaré.
Megan la abrazó – te quedó bien.
Estaba feliz con su tatuaje, el problema era el costo, todo fue pagado por Megan, como regalo de cumpleaños.
– Quiero buscar un trabajo – le dijo a Karina una semana después – sé diferenciar la voz del demonio del resto, ya superé la magia básica y estoy entrenando la magia física, no perderé el control, no dejaré que el demonio me engañe, y – tomó una respiración profunda – estoy aprendiendo de las sesiones, sé que sí lo intento puedo encerrarlo.
Karina escuchó atentamente – no estás lista.
– ¡Eh!, pero…
– Toma de tres a seis meses asimilar un demonio de clase C, la clase A, toma un año, el que tienes dentro de ti es de clase S, ponerte en un ambiente en el que convivas con mundanos es como abrirle la puerta y decirle, ¡oye!, ¡quieres ir a dar un paseo!
Lilith se sintió frustrada.
– Entiendo cómo te sientes, sé que Lucios, el cuñado de Brenda te dio trabajo desde antes de los dieciocho, estás acostumbrada a tener tu propio dinero y comprar tus cosas, debe ser muy difícil hacer una lista y dársela a otra persona.
Lo era, comenzando con el cepillo de dientes de cerdas suaves, no duras, como las usaba Karina y terminando con los artículos de higiene femenina. Era muy vergonzoso que otra persona le comprara esos artículos.
– Aguanta un poco más – pidió Karina.
Lilith resopló.
El señor Miller estaba afuera, cambiando el aceite de su coche y revisando el motor.
– Señor Miller, ¿tiene cinta para aislar?
– Está arriba, en la vitrina, tómala.
– Gracias.
Una noche jugaba con su celular, se quedó sin batería y le pareció fácil conectarlo y seguir jugando mientras su celular se cargaba, se le olvidó, se levantó para ir al baño y tiró del cable del celular, ahora tenía una parte descubierta en la que podía ver los cables, cubrió todo con la cinta, lo conectó y encendió.
– ¡Suerte!
Esos cargadores eran muy costosos y todo estaba saliendo del bolsillo de Karina. Regresó la cinta a su lugar, fue a la sala, conectó su celular dejándolo sobre la mesa para no tocarlo y se dejó caer sobre el sillón, de modo que su espalda quedara hacia arriba.
Quería estar sola, sin ver televisión, hablar con otras personas, salir o pensar.
– ¡Descansando!
– Deprimida – dijo en voz alta y se levantó, era Bruno – ¿qué haces aquí?, hoy no tenemos clases.
Él actúo sorprendido – la casa es de mi abuelo, creo que puedo venir cuando yo quiera. Aguarda, todo este tiempo pensaste que venía a verte a ti.
Lilith rodó los ojos y volvió a recostarse – haz lo que quieras.
Bruno se dirigió a la oficina de su abuelo, que estaba ocupada por Karina.
– No molestes a mi sobrina.
– No la estaba molestando.
Karina levantó la mirada – no eres el único que amplifica las ondas de sonido para escuchar conversaciones ajenas – sonrió – lo cual, por cierto, es un muy mal hábito, lo odio.
Bruno se sentó – escuché que harán un viaje después de año nuevo.
– No estás invitado.
Bruno estaba a punto de pedir que lo incluyeran y la respuesta de Karina le cortó el plan – estoy cansado de ser tutor, podría ayudar mucho más sí me dan la oportunidad.
– No es mi decisión.
– Ya lo sé – reclamó – sé que mi abuelo es quien se niega, por eso, pensé que tú podrías ayudarme – recargó los codos sobre la mesa – Megan, Sandra y Armando, los cuatro formaríamos un grupo y tomaríamos misiones de bajo nivel, como exploraciones, ir a casas embrujadas, cosas como esas, sé que al menos puedo hacerme cargo de esas tareas.
Karina lo pensó muy seriamente, uno de sus principales problemas eran las llamadas falsas, personas que juraban vivir en casas embrujadas, que resultaban tener tuberías en mal estado, o su favorita, mujeres que sospechaban que sus esposos fueron embrujados, y obligados a cometer adulterio, tener un filtro les ahorraría tiempo, además, cumpliría el deseo de Lilith de tener un trabajo sin arriesgarla – agrega a mi sobrina.
– No.
– ¿Por qué te desagrada?
Bruno miró hacia atrás – no me desagrada, Lilith es muy hábil y tiene una capacidad mágica bastante impresionante, ese es el problema, no conoce su propia capacidad y hasta dónde sé, su demonio no ha sido totalmente controlado, es como ir a la guerra con una granada activa.
– Entonces no podré ayudarte.
– ¡En serio!, ¡así es como actuarás! – resopló – bien, la incluiré.
Karina sonrió – sabía que podía contar contigo, comenzando el siguiente año dejaré que ustedes cinco se ocupen de filtrar los puntos calientes, sí encuentran un demonio, llamen, y sé amable con mi sobrina, está lejos de casa, de su familia, amigos y todo lo que conoce, no es fácil.
Bruno se levantó, planeaba irse, justo cuando recordó que había otro tema del que tenía que hablar con Karina – Sandra me llamó hoy en la mañana, dijo que los trajes ya están listos y que pasen a medírselos.
La expresión de Karina cambió – debiste comenzar por ahí – salió de la oficina y se detuvo en la sala – Lilith, ve por Megan, iremos a probarnos ropa.
Lilith revisó cuánto le quedaba de batería, después fue por Megan y las tres subieron al coche de Karina.
La fiesta de navidad era un evento importante, todos en la iglesia lo mencionaba y Lilith no quería quedarse atrás, eligió un vestido azul rey con encajes blancos y un moño alto para el cabello, Megan optó por un diseño de princesa, mostaza con blanco, Karina llevaría un largo vestido rojo de bruja con una abertura a la altura de la pierna y Bruno, tenía un disfraz de corsario.
Lilith no aguantó la risa.
– Es algo de familia – explicó Bruno – cada año somos piratas, me queda bien – se miró en el espejo y pasó la mirada hacia Lilith – adivinaré tu estilo, una comerciante de telas con una mochila al hombro.
Por razones obvias, Lilith tenía su mochila con ella casi todo el tiempo – de hecho, seré una cortesana – ajustó su mochila y pasó al vestidor.
Al final de una larga fila de vestidos, trajes y disfraces, Megan buscó el espejo para mirar su vestido de princesa – mi turno – le pidió a Bruno, él le cedió su lugar.
Karina eligió un sombrero antes de entrar a vestirse.
– Me queda un poco grande – suspiró Megan – iré a que lo ajusten – bajó de la tarima y le dio la vuelta a la tienda.
Bruno volvió a subirse para probarse el sombrero, ese año decidió no usar un parche en el ojo, lo que sí quería, era una cicatriz atravesando su rostro y maquillaje que lo hiciera lucir como un muerto viviente – no está mal – pensó en voz alta.
Detrás, el vestidor se abrió, Lilith acomodó su cabello con una liga en un peinado alto, traía un vestido azul con una cinta negra al frente y un escote pronunciado, tal vez demasiado, pasó delante de Bruno para mirarse en el espejo y se puso de perfil, le quedaba bien, tenía todos los detalles que pidió y estaba medianamente satisfecha.
¡Algo no le gustaba!
Giró para observar la parte de atrás y vio su tatuaje, acomodó su cabello dejando caer algunos mechones y al final, sacó el collar con una rosa que llevaba y lo colocó delante de su escote. No combinaba. Miró alrededor – ¿y Megan?
– ¿Qué?
– Megan, ¿dónde está?
Bruno miró hacia los vestidores – ah, ella – recordaba que estuvo ahí y dijo algo – fue a que le ajustaran el vestido.
– Gracias – dijo Lilith y volvió a mirarse en el espejo, fue el diseño que ella eligió, así que no podía culpar a otros por sus elecciones, pero había algo que la seguía poniendo nerviosa, miró hacia la derecha y vio a Megan volviendo de ver a la costurera – ¿cómo me veo?
– Bien – respondió Bruno.
Megan se adelantó – increíble, sabía que el azul era tu color, agradéceme por no dejarte usar “tonos otoñales”, te vez preciosa – la abrazó.
– ¿Segura?, siento que me falta algo, tal vez el peinado – lo levantó un poco más.
– Te vez bien, ¿yo qué tal luzco?
– Genial, ¿llevarás la tiara?
Bruno se sintió un poco fuera de lugar y fue a los vestidores a cambiarse de ropa.
Karina salió del vestidor luciendo un atuendo muy lujoso con destellos brillantes de magia y la ilusión de plumas de pavorreal – chicas, ¿qué tal me veo?
Bruno se cambió de ropa y volvió a su camioneta – “bien”, ¿bien?, ¿por qué dije eso? – se dio un pequeño golpe en la frente.
Lilith salió del vestidor por segunda vez con una bufanda que se veía terrible y un sombrero totalmente fuera de lugar.
– Te vez muy bien, ¿qué te sucede? – preguntó Megan.
– No lo sé, sigo sintiendo que me falta algo – soltó Lilith y se miró en el espejo muy detenidamente, su vestido era perfecto, el peinado se acercaba bastante al que usaría y sobre el maquillaje lo pensaría después.
Lo que faltaba…
Regresó al vestidor, tomó su mochila, la colgó sobre su hombro y al mirarse al espejo lo supo, su atuendo estaba completo, nada le faltaba, porque eso que la ponía nerviosa, eran el espejo y la botella con sangre – maldición – exclamó.
– ¿Todo bien? – preguntó Megan.
Esa tarde, antes de volver a la iglesia, Lilith pasó por una tienda, compró un poco de tela, agujas, hilos y coció una pequeña bolsa para dos objetos, el espejo y la botella, después le colgó un broche para usarlo como llavero.
Karina no mentía al decirle que tomaría tiempo controlar al demonio, y hasta que ese día llegara, ella debía tener la guardia alta.
– Cuídalo bien – susurró Harret – los dos sabemos que saldré de aquí.
Lilith se pinchó el dedo con la aguja.