Era tarde, Lilith miró la hora en su celular y corrió el último tramo para alcanzar el semáforo y cruzar la calle. Del otro lado estaba el museo de historia y sentado sobre los escalones, Percival.
– Lo siento, me atore con el tráfico – dijo al llegar.
Percival se levantó – está bien, vamos.
Lilith respiro profundamente para tranquilizarse, era su primera vez en un museo mágico, aunque ya había estado en el edificio.
En la recepción había cinco personas, Percival tomó su mano, siguieron por el pasillo y llegaron al elevador de servicio, Lilith se asomó a la recepción.
– Estamos muy expuestos, ¿no es peligroso?
– Ninguno mirará en esta dirección – dijo Percival.
Las puertas del elevador se abrieron y Lilith lo entendió, Percival acababa de usar magia mental con las personas en la recepción, ¿en qué momento?, siempre que el tío Lucios usaba magia mental, fruncia el ceño, la tía Belinda aplaudía y muchos de los estudiantes que iban a la tienda la miraban tan fijamente, que parecía que se les saldrían los ojos.
Percival simplemente caminó.
– Dijiste que no tenías entrenamiento en magia mental.
Las puertas del elevador de abrieron.
– ¿Cuándo dije eso?
– En mi cabeza – dijo Lilith y rodó los ojos – cierto, no lo recuerdas.
– No mentí – dijo Percival – no tengo entrenamiento en magia mental, pero se me da un poco – tronó los dedos de la mano derecha y el espacio entre sus nudillos ennegreció, la piel se fue pudriendo muy rápidamente y se abrió un agujero del cual salieron varias arañas.
Lilith retrocedió, un segundo después las arañas desaparecieron, en realidad, jamás estuvieron ahí – ¿cómo hiciste eso?
– Vamos – le indico Percival.
Lilith salió de prisa – enséñame, por favor.
– La magia mental es muy avanzada, primero tienes que aprender control, no corres antes de gatear.
– Aprenderé rápido, enséñame, por favor – suplico – te pagaré tutorías.
La fila en la entrada no era muy larga, Percival dejo que otra persona pasará primero y miró a Lilith – háblame sobre lo que pasó en tu espacio mental, estuve ahí, pero no lo recuerdo y tengo curiosidad, si me cuentas, te enseñaré el truco.
Lilith asintió y extendió su mano.
Sellaron la promesa con un apretón de manos.
La primera exhibición correspondía a la magia física. Grandes cilindros de vidrio mostraban los cambios de estado, el aire se convertía en agua y subía en una forma curvada. El segundo contenía una roca que se derretía, se convertía en lava y después volvía a ser piedra, al terminar, el cilindro daba la vuelta y el proceso se repetía, el tercer cilindro contenía un remolino y el cuarto tenía electricidad.
La segunda sección tenía pinturas qué intentaban plasmar la apariencia de la fortaleza de Pría, la academia de Malea y las primeras academias de magia.
– Leí que "Pría", era el nombre de la esposa del dueño de la fortaleza, luego leí que era el nombre de su hija – contó Lilith mientras miraban las pinturas.
– También pudo ser su madre o su hermana – dijo Percival – fue parte de la venganza de los discípulos del capitán Ravenz, borrarlo de la historia, solo sabemos que era tan gordo, que lo cargaban entre ocho para llevarlo al baño – señaló la pintura – nadie sabe su nombre, edad o título.
Lilith miró el cuadro del gran lord de Pria y era cierto, todo lo que se sabía de ese hombre eran cosas malas; codicia, avaricia, gula, celos, se atrevió a ordenar el asesinato del padre de la magia y murió por ello, la misma historia te hacia odiarlo y celebrar su muerte.
En la siguiente habitación había una galería con muchas esculturas y más personas, entre ellos había un grupo que sobresalía porque todos llevaban el mismo uniforme y tenían alrededor de quince años.
Eran estudiantes de la academia Vitreri.
– ¿Va a pasar algo? – preguntó Lilith.
Percival señaló las esculturas, el gran reloj en la pared del fondo marco las doce y los estudiantes fueron los primeros en correr, eligieron una escultura y colocaron las manos sobre las placas.
Pronto, todas comenzaron a moverse.
Percival vio a un chico correr en su dirección, se adelantó, tomó la mano de Lilith y presionó la placa junto con ella.
La escultura tenía la forma de una gran roca con una sirena en la parte alta, ella despertó, se separó de la roca y nado hacia ellos.
Todas las esculturas usaban la magia que los magos vertían sobre las placas metálicas y ejecutaban pequeñas acciones, dos caballeros peleaban, una princesa bailaba, un hombre intentaba trepar una roca, dos mujeres practicaban acrobacias, un león rugía y una gran águila volaba por toda la habitación.
– Ya estuve aquí – dijo Lilith, no lo recordaba, pudo ser cuando era muy pequeña, pero estaba segura, algunas de esas esculturas aún bailaban en sus sueños.
La función duro diez minutos, después las personas tomaron diferentes rumbos.
Lilith y Percival pasaron al área de magia mental.
– Parecía una biblioteca – dijo Lilith, después de dejar el museo y con un helado de yogur en las manos – había pasillos, libros, candelabros y una pared al fondo con la luna llena.
– Los espacios mentales toman forma dependiendo la persona, pueden ser un bosque, una plaza o un lugar que haya sido muy relevante en sus vidas – dijo Percival, él también tenía un helado – las ventanas de cristal son raras, generalmente en los espacios mentales nada existe por fuera del área, si estas en una casa y abres la puerta, caes al vacío y despiertas. O podrías caer en coma.
Lilith dejo de comer, esa parte no venía en los libros y se escuchaba muy importante – gracias por la advertencia, tendré mucho cuidado. Tú apareciste y me asustaste, me dijiste que debíamos buscar un punto de control y usaste una historia sobre un grupo de apoyo y un micrófono.
– No hice eso.
– Sí lo hiciste.
– ¡Diablos!
– ¿Cuál es el problema?
Percival resopló – mi papá dice eso, sobre el micrófono y el poder para controlar un cuerpo, no me gusta.
– Díselo al otro Percival – bromeo Lilith y explico – después apareció otro sujeto igual a ti, los dos dijeron ser el verdadero, discutimos un rato y de repente...
El rostro se Percival se acercó, la abrazó y susurro un "Te amo", de ninguna manera podía contar eso, fue un demonio quien lo hizo, pero ese seguía siendo el rostro de Percival.
– ¿Qué sucedió?
– Tú lo engañaste, le hiciste creer que nos conocíamos desde la infancia, fue porque descubriste que él estaba leyendo tu mente, te concentraste en una mentira, él la creyó y lo descubrimos – termino su helado – después de eso todo el techo se convirtió en lava, corrimos, encontramos mi punto de control y salimos. Fue trabajo en equipo.
Percival no hizo comentarios, miró a Lilith y cambió el tema – cuando pasamos por la galería pensé en la pintura que robaron de tu tienda, ¿la encontraron?, porque vi las imágenes y ese sujeto no tenía la pintura en las manos.
Lilith negó con la cabeza – mi tío la busco y no apareció, es una pena – suspiró – era una pintura muy linda.
– ¿Cómo era?
– La vimos en la galería, es la pintura del vidente qué anticipo el hundimiento de la isla, la que tiene dos edificios, flores y el agua más o menos a la mitad del cuadro. La que teníamos en la tienda era una reproducción.
– Dijiste que era invaluable.
– No.
– Si lo hiciste – insistió – me culpaste por perder esa pintura, estaba pensando en preguntarte donde la compro tu tío para reembolsarte y dices que era una réplica.
Lilith tenía muchas cosas en la cabeza esa noche y no recordaba lo que dijo – estaba enojada, mi vida estuvo en peligro
– Eso fue después.
– Me amenazaron, nunca te ha pasado por eso no lo entiendes – cruzó los brazos.
Percival decidió dejar de discutir. Miró hacia atrás y revisó la hora – va a comenzar.
Esa semana había una exhibición en el museo, un orador a las dos de la tarde mostraba un hechizo antiguo en una habitación con un escenario y las luces apagadas. Ese día el tema era magia mental.
– Saludos, esta tarde hablaremos sobre los traumas – dijo el orador y señaló al público – sean magos o mundanos, nadie está excepto de vivir una experiencia traumatizante, y muchas veces esta experiencia nos impide seguir adelante, para los magos que quieran internarse en los beneficios de la magia mental hoy les traigo – movió sus manos, mostró un pañuelo y lo retiró.
– ¿Por qué hace eso? – susurro Lilith.
– También es un mago callejero, debe ser una costumbre – respondió Percival.
El orador tenía en su mano un juguete de plástico con una esfera metálica dentro de un laberinto.
Percival bajo la mirada – es un charlatán, vámonos.
– Sería un error marcharse – hablo el orador usando telepatía con ambos.
– Este objeto es la clave para encontrar un trauma, para hacerlo funcionar deben moverse dentro de la mente de los pacientes justo como lo harían para salir de este laberinto, si logran dominarlo, lograrán descifrar a todos los seres humanos, ¿qué los motiva?, ¿qué los atemoriza?, ¿por qué actúan de la forma en que lo hacen?, la clave se encuentra dentro de este objeto disfrazado de un juguete mundano común y corriente y solo cuesta...
– No puedo creer que lo hayas comprado – reclamo Percival.
Lilith tenía el juguete en sus manos – Tú me llevaste, yo planeaba volver a casa después del helado y me gusta, mira, si lo pones sobre una superficie plana y aplicas magia, estas practicando tu control, es bastante creativo.
– No, es un juguete.
– Es mi dinero, ¿por qué te molesta tanto?
– No estoy molesto.
Lilith se burló.
Percival se ofreció a llevarla a casa, espero en la entrada a que ella cruzara el jardín y después volvió al ministerio.
Antonio tenía más información sobre Paul, su edad, historia familiar, antecedentes y resaltó un viaje que hizo al extranjero el último año, para pagarlo vendió su casa por lo que ahora estaba en bancarrota.
– ¿Cómo te fue?, ¿averiguaste algo? – preguntó Antonio sin voltear a verlo.
– No sé si sea importante, podría ser nada.
– Tienes buenos instintos, ten confianza – le dijo Antonio.
– Lilith me hablo sobre lo que pasó dentro de su espacio mental y dijo algo raro, el demonio tomó mi apariencia y leyó mis pensamientos para engañarla. Usted dijo que el demonio era clase C, no debería tener ese poder.
Antonio apartó la mirada de los documentos que tenía sobre la mesa – es cierto, no debería, iré al sótano, quédate aquí por si alguien llama.
Percival miró el teléfono – claro, en esto sí tengo experiencia.