Secretos Parte 2

1963 Palabras
– No toque eso – gritó el abuelo, Lilith dio la vuelta y escondió las manos en la espalda. Tenía diez años, se metió sin permiso a la biblioteca y miraba una esfera con electricidad azul dentro de ella. Su abuelo suspiró – si lo tocas te llenaras de estática, no podrás tocar superficies metálicas el resto del día, te mostraré. Lilith vio el cabello de su abuelo levantándose, pidió que la dejaran tocar la esfera y más tarde, hasta los clavos le daban toques eléctricos. Algo que recordaba mucho, era que su abuelo roncaba y ella se cubría el rostro, tenía siete años en ese recuerdo y se paró sobre el sillón para decir – el abuelo hace un ruido gracioso. Su papá fue a la sala para despertarlo, el timbre sonó y Lilith se levantó muy rápidamente para abrir la puerta – es mamá – anunció. La expresión en el rostro del abuelo cambió, se levantó de la silla y miró a Brenda – es muy tarde, me iré por ahora. Lilith a los siete años no lo notó, pero al mirar atrás a sus recuerdos ese momento fue muy obvio. De vuelta en la biblioteca miró a la administradora – quiero ver los recuerdos en que están mamá y el abuelo. – Son los de color rojo. Lilith se apresuró a seleccionar los libros pequeños de pasta roja y los abrió. Ella tenía doce años, estaba en los escalones, sentada con las piernas recogidas y abajo, su madre y su abuelo discutían. – Es mi nieta. – Y mi hija, yo tomo las decisiones, Lilith no irá. La expresión de enojo del abuelo era más parecida a la que Lilith recordaba, su papá quiso intervenir, pero la discusión se volvió más acalorada. – Lilith será una maga, necesita conocer la historia, este viaje le ayudará. – Ella no lo será – gritó su madre y dio la vuelta – que se vaya, no lo quiero en mi casa. Los otros recuerdos eran similares, su madre iba por ella, la recogía de casa del abuelo o le prohibía ir a la tienda, una y otra vez. – ¿Por qué no recuerdo todo esto? El último libro tenía marcas negras sobre la portada roja, parecían flamas, Lilith deslizó los dedos por el borde y abrió el libro. Había una tormenta afuera, el abuelo caminaba de un lado al otro – esto es tu culpa – miró a Brenda. Lilith tenía quince años y observaba desde la cocina con lágrimas en los ojos, fue el día después de su explotación, cuando descubrió que no tenía talento mágico. – No empecemos a asignar culpas – dijo Jacob – hoy en día es muy común tener mundanos en familias de magos, las estadísticas deberían cambiarse, esto no es algo que podamos controlar. El rostro del abuelo se endureció – te lo dije desde el día en que te casaste, no sé cómo pudiste. – Basta, papá, te lo he dicho muchas veces, ella es mi esposa. – Déjalo hablar – dijo Brenda al levantarse – lo ha querido decir desde hace años, adelante, quiero escucharlo, pero no se atreva a decir que algo está mal con mi hija, Lilith es perfecta, sea maga o mundana. El abuelo frunció el ceño – nunca cambiaré de idea, te dije muchas veces que no podías casarte con la hija de un seguidor del abismo, y por culpa de eso, mi nieta es una asquerosa mundana. – Largo – dijo Jacob. Fue el fin de la discusión, Jacob llevó a su padre a la entrada, Brenda lloró y Lilith dejo la cocina. – Mamá, ¿qué quiso decir el abuelo? Brenda se sorprendió, no sabía que ella había escuchado la conversación y al regresar Jacob, llevó a Lilith a su habitación. – Hija, esto es importante, quieres a mamá, ¿verdad? – preguntó Jacob y le sujeto los hombros. Lilith asintió. – Para que mamá no esté triste y seamos una familia, tendrás que olvidar, no dolerá y prometo que te sentirás mejor, olvidaras las cosas malas y te quedaras con las buenas. Los recuerdos en la mente de Lilith fueron sellados, la conversación de esa noche, los paseos con sus primos, las salidas al museo, las lecciones de historia y el rostro amable del abuelo, lo que quedó fue una imagen con el sello fruncido y una frase dicha por teléfono pocos días después, “esa cosa no es mi nieta” Al terminar de recordar, Lilith cayó al suelo. Desde la primera vez, estaba llena de dudas, el demonio le dijo que su talento mágico fue sellado y que en realidad si era una maga, ¡era demasiado perfecto!, una idea casi salida de sus sueños y fantasías, por eso pensó que era mentira, por eso le dijo al demonólogo que revisara su cuerpo para saber sí aún había energía demoniaca dentro de su cuerpo y por eso fue a una exploración. Porque era imposible que fuera verdad, la hija de un profesor de conjuros y maldiciones no podía tener una maldición, era ridículo siquiera pensarlo, pero al tratar de probar la mentira, descubrió que era verdad, realmente era una maga y durante todos esos años no pudo descubrirlo porque su familia selló su talento, para que ella no fuera una maga. ***** Desde muy temprano los padres de Lilith dejaban la casa, subían a la camioneta y conducían a la academia Vitreri. El resto de la mañana Lilith estaba sola. En cuanto la camioneta se alejó por la calle, ella salió de su habitación y tomó un taxi a la calle Vignon, imagino que la tienda estaría cerrada y que su tío seguiría limpiando, pero al llegar, vio tres coches afuera. Llamo a su tío. – Hola. – Tío, ¿estás en la tienda? – Sí – respondió Lucios y respiro profundamente – el ministerio de magia vino a investigar la pared en la que estaba el espejo, también las vitrinas, el escritorio, lo único que les hace falta es meterse al baño. Lilith sonrió – qué lástima, quería ir a verte – recordó la expresión de su madre y se mordió el labio – entonces, me quedaré en casa, suerte. Su tío ya no era una opción, tampoco su abuelo, la biblioteca de la academia tenía el acceso restringido y en cuanto entrara, les avisarían a sus padres. Sí quería entender lo que pasaba con su familia, necesitaba saber quienes eran los ¡seguidores del abismo!, y la única persona en su lista de contactos era el chico cuervo. Percival tenía el celular silenciado, esa mañana consiguió un muy buen lugar en la sala para ver al experto en artefactos antiguos. Otros investigadores también observaban El ingeniero Medellín colocó cuatro objetos imantados en las cuatro esquinas, un proyector sobre la mesa y esperó, segundos después frunció el ceño – hay mucha energía del otro lado – pensó en voz alta, sobre su hombro, la magia que poseía tomó la forma de un búho, este extendió las alas y atravesó el espejo. – Creí que era un ingeniero mágico – susurro Percival. – También es un mago mental, puedes ser las dos cosas – respondió Antonio. El proyector se encendió y formó líneas sobre la habitación, Antonio que ya había estado dentro y Percival qué vio las imágenes rápidamente identificaron la estructura, era el interior del espejo, los estantes, los libros, las vitrinas con muñecas, cortinas colgadas sobre las paredes, ropa tirada sobre el suelo, zapatos y muchos objetos extraños, todo formado por líneas azules que resplandecían y para apreciarlas mejor, Julián apagó las luces. Dentro de la habitación el búho se paró sobre el piso y picoteo la madera, del otro lado el proyector trazó líneas verdes formando el patrón que estaba grabado, Percival se sintió un poco satisfecho porque fue él quien les dijo que había dibujos en el piso. – ¿Qué significa? – preguntó Julián. El señor Medellín levantó la mano indicándole que no lo interrumpiera y tomó su libreta para dibujar, después de unos minutos respondió – por la forma circular, es un sistema de flujo de magia, toma diferentes fuentes de energía y las utiliza para alimentar la habitación – el patrón subió hacia las paredes y siguió hacia el techo. Julián deseó preguntar de nuevo, pero esperó a que el experto terminara su análisis. – No es un hechizo de permanencia, quien lo haya sugerido es un idiota – dijo el señor Medellín señalando las líneas con el lapicero – necesito entrar para entender el mecanismo que está bajo el suelo y eso será imposible. – ¿Por qué? – preguntó otro de los investigadores. El señor Medellín se giró – ¿observa ese patrón? – señaló una de las paredes – lo vi una vez, hace mucho tiempo en un libro, es una cerradura, toda la habitación es una bóveda secreta, introduce la llave y se abre, comete un error – suspiró – y muere, su investigadora tuvo mala suerte, se topó con una parte del mecanismo o tocó la pared, el artefacto la identificó como una amenaza y detuvo su corazón. – ¿Cómo se desactiva? – preguntó Julián. – No lo haces – respondió el señor Medellín – sin el patrón correcto, la habitación seguirá asesinando a todo aquel que se equivoque y lo usará como fuente de energía, ¿ve eso? – señaló con el lapicero una de las esquinas. Percival se inclinó para ver, era la ropa que vio recargada sobre uno de los muebles, pensó que era una persona y se asustó. – Eso solía ser una persona – explicó el señor Medellín – fue asesinado por la habitación. Julián miró las líneas azules que formaban un abrigo, siguió mirando y descubrió un par de botas viejas – ¿por qué solo está la ropa? – En su reporte comenta que hay mucho polvo, es todo lo que quedó de la materia orgánica. Antonio sintió una punzada en el pecho, sí no hubiera sacado a Anna, su energía habría sido drenada y su cuerpo, pulverizado. – Disculpe, ¿qué es eso? – preguntó uno de los investigadores. Al final de uno de los libreros y muy cerca de una de las vitrinas estaba un pequeño objeto muy brillante de color rojo, llamaba la atención porque el resto del diseño era azul. El señor Medellín lo miró y frunció el ceño – tráelo – ordenó en voz alta y dentro de la habitación su búho voló hasta el final del pasillo, tomó el colgante que Paul tiró días atrás y atravesó el espejo de regreso. A diferencia de la habitación, de la que solo podían tener una proyección, el colgante sobre la mesa era un objeto que el ingeniero Medellín podía tocar, eso lo hizo sentir más cómodo, acomodó la silla y sacó sus herramientas. – ¿Qué es? – preguntó Julián. – Lo sabré después de analizarlo. Julián resopló – por eso no me gusta contratar expertos, regresen a sus lugares, el show se terminó – dio la orden. Antonio estaba recargado sobre la pared, se acomodó y empujó el hombro de Percival, no le gustaba la idea de irse, pero tomaría tiempo analizar el resto y prefería estar de vuelta para ver el reporte final, al dar un paso notó que Percival no se movía – oye. – Era de él, de Paul, el hombre que entró a la tienda. Antonio giró la mirada – ¿estás seguro? Percival asintió, miró las fotografías docenas de veces, no podía equivocarse. Después de varios minutos Lilith envió otro mensaje. “Lo siento, pero, por razones personales eres el único al que le puedo preguntar, ¿sabes algo sobre los seguidores del abismo?”
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