Destino Parte 2

1991 Palabras
Ofelia subió la mirada – gracias – comenzó a decir, pero al recordar su sobresalto, agregó – ¿qué estás haciendo aquí? – Me invitaron. – No, por qué estás adentro. – Tuve un accidente con mi camisa – le mostró la manga. Ofelia acomodó sus zapatillas – hay ropa extra en el armario, te daré un traje. – No hace falta, aquí estoy perfectamente bien. Ofelia suspiró – ¡alérgico a las fiestas! – A las personas. – Ya somos dos, ¿te molesta sí me quedo aquí contigo?, y te molesta si estoy descalza. Percival miró hacia abajo, las zapatillas de Ofelia eran sumamente altas – no puedo creer que hayas bajado los escalones con eso. – Magia – exclamó, y se sintió mucho más liberada después de quitarse las zapatillas – gracias – le susurró. – No hice mucho, tú te las quitaste sola. – Es por… La voz de otra persona se escuchó, alguien más entraba a la casa y para no ser descubierta, Ofelia tomó la mano de Percival y lo llevó al otro cuarto, en su prisa, sus zapatillas se quedaron atrás y ella corrió descalza. Percival volteó a verla – ¿de qué estamos huyendo? Ofelia giró la mirada – yo, no lo sé. Era agradable. Por decir lo menos. Ofelia tenía excelentes calificaciones, se graduó como primera en su generación, se convirtió en residente y se presumía que seguiría los pasos de su abuela para convertirse en una persona importante dentro de la academia Vitreri, pero, cuando se trataba de comprender las emociones de las personas, se topaba con una pared que no podía derribar. Estar con Percival era agradable, hablar con él la hacía sentir relajada, sin presiones por su posición como nieta de la directora Lacroix, residente de la academia o heredera de una de las más grandes familias de magos. Todo eso desaparecía y se reducía a un suspiro. No pudo disculparse con la familia de Lilith, tampoco con sus padres o con los otros residentes, pero lo hizo con Percival, a él le confesó cómo se sentía, esa parte de sí misma de la que estaba tan avergonzada, salió como cualquier otra conversación. ¿Cómo se le decía a ese sentimiento?, a la sensación de estar con una persona que hacía que la vida misma fuera más divertida, más emocionante. – Nuestros amigos están ocupados. – ¿Qué? – Nuestros amigos – repitió Percival y señaló la puerta – las personas que entraron a la sala. Ofelia estaba tan distraída, que tuvo que dar marcha atrás en sus pensamientos. Los dos estaban en la sala, ella se quitó las zapatillas para descansar sus pies, se sentó en el sillón y justo entonces, alguien entró, para no ser descubierta tomó la mano de Percival, lo llevó a otro cuarto y hasta ahí llegó su cerebro, ahora que abría los ojos y analizaba su entorno, entendió que los ruidos que venían de la sala eran de una pareja… – ¡oh! – se cubrió la boca – ¡cómo!, no es su casa, ¡qué clase de personas hacen eso! – sus mejillas enrojecieron. – Alguien que no puede hacerlo en casa – dijo Percival – ¿hay otro lugar al que podamos ir? Ofelia asintió – ven – y tomó la mano de Percival para llevarlo por la casa – es tu día de suerte, te daré un recorrido por la villa de la familia Lacroix. Percival asintió. – Este es el cuarto de invierno, lo notas por la gran chimenea, solía ser el estudio de mi bisabuelo, y esa – señaló la gran pintura – no es mi bisabuela – colocó el dedo sobre sus labios para que Percival guardara el secreto – la leyenda dice que fue el primer amor de mi bisabuelo, quien murió a los catorce, por culpa de un demonio. Percival miró la pintura, era hermosa, con detalles muy realistas y un gran enfoque en los ojos. Ofelia corrió las cortinas para que los invitados no los vieran – mi bisabuelo y ella estaban comprometidos, faltaban dos años para que se mudará, se casarán y entonces, un demonio atacó a toda la familia, pasaron veinte años para que mi bisabuelo decidiera casarse, con mi bisabuela, es esta de aquí – continuó – los libros en esta parte de la casa son de colección, idea de mi abuela, siempre he pensado que es tonto coleccionar libros, sí no vas a leerlos, pierden su propósito y se convierten en decoraciones – suspiró – así que ella me prometió dejarme leerlos sí logro convertirme en la siguiente directora de la academia. Percival agrandó los ojos – es un gran reto, y tu recompensa son libros viejos, ¡te estafaron! Ofelia lo pensó y sonrió – sabes, creo que sí lo hicieron – no podía contener su risa – vamos al siguiente. Eva terminó las presentaciones, volvió a la mesa y notó que Percival no estaba – Ana – miró a su cuñada – ¿dónde está Percy? Ana María Damira miró hacia atrás – creo que fue a buscar los baños, pero no ha vuelto, deberías buscarlo, tal vez se perdió – tomó una copa para beber. Eva no insistió, agitó su mano y dejó que su manifestación de un ruiseñor lo buscará. Dentro de la villa Ofelia caminaba sobre una larga alfombra – el cuarto de baile, muy antiguo, ya nadie lo usa para bailar porque darle mantenimiento a la alfombra toma mucho tiempo y es costoso, se convirtió en el pasillo de la hermosa vista – abrió las cortinas para mostrar las montañas – es uno de los puntos más hermosos, claro, hasta que eso pasó. Percival se acercó a la pared de cristal para ver a qué se refería Ofelia, “eso”, era la carretera. – La abuela enfureció, le gritó a mi padre toda la noche y lo mandó a usar su magia para espantar a los trabajadores, pero ellos ya tenían órdenes del gobierno y nada pudo hacerse para cambiarlo. Percival no lo comprendió – es una carretera que ayuda a miles de personas diariamente a ahorrar tiempo, ¿cuál es el problema? – Arruina la vista – respondió Ofelia y al ponerlo en perspectiva pensó que Percival tenía razón, no era un problema real y las necesidades de esas personas no podían sacrificarse por ¡la vista! – debes pensar que mi familia es horrible. – No – respondió Percival y siguió caminando. Por fuera, un ruiseñor los vio y siguió su camino de vuelta a la fiesta. Román volvió con dos copas de vino – no veo a Percy, supongo que está escondido en algún lugar donde no tenga que socializar. Después de lo que vio a través de los ojos del ruiseñor, Eva sonrió – dejémoslo por hoy, el pobre ya tiene mucha presión con su trabajo, no lo agobiemos – le dio un beso. La siguiente habitación era el estudio de los recuerdos. – ¿Por qué lo llaman así? – preguntó Percival. – Aquí están las fotografías de todas las personas que han fallecido en mi familia – dijo Ofelia y soltó un largo suspiro – te aburriría con los más antiguos, pero todos coinciden que este es el más importante, el fundador de la casa Lacroix, la estructura del fondo es la biblioteca de la universidad de Malea, y sospecho que es un montaje. Percival alzó la mirada para ver la pintura. – Estos son a los que conocí, mi bisabuelo, murió de un infarto, mi abuelo, también de un infarto, mi tía abuela, mi tío y…, está siempre me da nostalgia, mi prima Elizabeth. Percival giró la mirada y vio a Ofelia colocar el portarretrato sobre la mesa, al instante su corazón comenzó a latir muy apresuradamente. – Tenía leucemia, mi tía nunca pudo superarlo, este de acá es… – ¿Qué dijiste? – la interrumpió Percival y tomó la fotografía, la joven en el retrato sonreía, tenía el cabello atado en un moño alto y un vestido floral – ¿quién dijiste que era? Ofelia bajó la mirada – mi prima Elizabeth, ¿la conociste? – ¿De qué murió? – Leucemia, según recuerdo, tendría que preguntarle a mi abuela. – ¿Cuándo? Ofelia sintió que las preguntas de Percival eran muy raras y muy desesperadas, pero siguió respondiendo – yo tenía siete, fue hace quince años. Percival colocó la fotografía sobre la mesa – tengo que irme, gracias por el recorrido. – Pero la fiesta…, apenas comienza – susurró al final. En el jardín repartían la comida, Percival se despidió de sus padres y le pidió al chofer que lo llevara de vuelta a la ciudad, después pidió un taxi para que el chofer pudiera regresar a la villa y hora y media después de dejar la fiesta, tocó la puerta de la casa de su jefe, el demonólogo Antonio Melosa. Él abrió la puerta con desgana – es mi día libre, y el tuyo también, ¿qué demonios estás haciendo aquí? – ¡Era ella! – dijo Percival al entrar – el demonio que vimos en esa casa, el que usó mi espacio mental, ¡era ella! Antonio cerró la puerta y apagó la televisión – más despacio, imagina que no sé de qué hablas y explícamelo desde el principio – se sentó y destapó una cerveza. Percival respiró profundamente, llevaba más de una hora repasando sus recuerdos y lo que diría – fue mi primera vez en el campo, un hombre llamó diciendo que su abuelo actuaba de forma extraña, llegamos, el hombre estaba arriba. – El tipo con el trasero al aire, lo recuerdo. – Bajamos – continúo Percival como si Antonio no hubiera hecho comentario alguno – usted me lanzó la caja de música y entré a mi espacio mental, lo que vi, fue una mujer, traía una bata y ella dijo que no quería convertirse en un demonio, que iba a morir y que su padre la llevó a una clínica para salvarla, lo siguiente que pasó fue que ella despertó en el cuerpo de otra persona y fue cuando se demonizó, o como sea que se diga, hoy vi una fotografía suya, su nombre era Elizabeth, prima de Ofelia Lacroix y murió hace quince años, exactamente como ese demonio lo dijo. Todo lo que ella quería era hablar con su madre, para explicarle lo que le pasó. Antonio se inclinó hacia el frente – ese demonio es el que te habló sobre la relación simbiótica. – Sí, fue ella. – Entiendo, es un caso que ya cerramos, el demonio fue eliminado, la caja está en el archivo, ¿cuál es el problema? Percival se llevó las manos al rostro – el problema es que ella pudo haber dicho la verdad, se enfermó de leucemia, su padre enloqueció, hizo todo lo posible por salvarla y cuando nada más funcionó, probó con el intercambio de cuerpos, pensó que funcionaría, tal vez porque tenía algún hechizo antiguo, ayuda de un demonólogo o simplemente creyó que por ser un Lacroix el hechizo funcionaría, pero no lo hizo, Elizabeth se convirtió en un demonio, no pudo ocupar el cuerpo nuevo y traspasó su alma a una caja de música. Ella me pidió ayuda, y yo ni siquiera la escuché. Antonio asintió – bien – tomó una pierna de pollo – lo voy a poner desde la perspectiva del fiscal que llevará el caso, estás acusando a la familia Lacroix de cometer un tabú en la magia, además de homicidio, porque el cuerpo al que se traspasó el alma tuvo que ser el de una persona viva y tu única evidencia, es un demonio – le dio otra mordida a la pierna de pollo – que es igual a tener nada. Era cierto, pero Percival no podía dejar ir ese tema – para probarlo, ¿qué debo hacer? – Consigue más evidencia.
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