– Mamá, dile a papá que se vaya un momento a la cocina – dijo Lilith en el mensaje de la mañana siguiente – papá, sé que sigues ahí, no hablaré hasta que te vayas, es algo privado, entre mamá y yo – insistió y esperó un momento – mamá, sé que me contaste la historia de cómo conociste a papá muchas veces, pero – se mordió el labio – ¿cómo supiste que era el indicado?
Terminó el mensaje.
Esa tarde Brenda respiró profundamente, no esperaba que sucediera tan rápido, su hija era apenas una niña y las relaciones, eran complicadas.
– En mi caso, fueron sus ojos, lo miré de lejos, al otro lado del salón con el cabello mal acomodado, una camisa blanca y el cuello torcido, me pareció tan lindo, tan desaliñado y de repente me miró, supe que quería pasar el resto de mi vida siendo mirada por ese hermoso par de ojos – suspiró – pero, claro, me alejé de él como si fuera una bomba porque no conocía los efectos de la magia demoniaca en las personas, al pobre le costó mucho trabajo acercarse a mí, no seas como yo, sí ese chico, Bruno, te gusta, ¡ve por él!
Lilith agrandó los ojos – jamás mencioné, ¿de dónde?, ¿qué? – presionó el botón de borrado para volver a grabar el mensaje – no sé de qué hablas, no conozco a alguien llamado Bruno, mamá, no hagas bromas como esas.
Brenda sonrió – hija, pongo mucha atención a todos tus mensajes, tu tía Karina es tu favorita en la iglesia, Tiffany es tu maestra de magia mental, Megan tu mejor amiga y Bruno, es el único chico del que hablas, ¡todo el tiempo!, sí no es él, me sorprendería.
Lilith cubrió su rostro con la almohada – ¿en serio?, ¿hablo de él todo el tiempo? – no podía creerlo – es para criticarlo, no porque me guste – hundió más la cabeza.
Era cierto, mencionaba a Bruno en algunos de sus mensajes, y pasaba mucho tiempo pensando en él, pero era difícil decir sí le gustaba, porque, ¿cómo debía sentirse?
Mientras estudiaba, sus padres insistieron en llevarla a una escuela mundana para que se familiarizará con sus costumbres, Lilith aceptó, pero mentalmente formó una barrera, no se acercó demasiado a sus compañeros porque sabía que se convertiría en una maga y su mundo la alejaría de todos ellos, fue así hasta los quince, cuando le dieron la noticia
Era una mundana.
Los tres años de preparatoria fue un zombi. La alarma sonaba a las cinco de la mañana, ella se alistaba, desayunaba y salía con sus padres para ir a la escuela, llegaba antes que la mayoría de los estudiantes, miraba los rostros de los profesores, escuchaba las clases, tomaba notas y de vez en cuando, alguien le hablaba o decía algo que hacía mella en su día, y por las tardes, el sol que permanecía oculto entre las sombras, finalmente salía.
Llegaba a la tienda, al mil trece de la calle Vignon y pasaba el resto del día rodeada de libros de magia, artefactos, pócimas y clientes que estudiaban en la academia. Se graduó como una más de su generación, trabajó en la tienda, su tío se casó y entonces, esa noche ocurrió, la que cambió su vida por completo.
Las citas con chicos se convirtieron en un unicornio, todos decían que existían, ella jamás lo comprobó.
Y en la actualidad, su entrenamiento como maga y mantente a Harret bajo control, era cosas más importantes. Los chicos, como Bruno o cualquier otro, no sabía qué pensar al respecto.
Megan llegó – hola, compré sopa instantánea para el almuerzo, no tengo ganas de comer.
Todos los días desayunaban, comían y cenaban juntas, era raro que Megan hiciera eso y Lilith sabía por qué – sobre Bruno.
– No me gusta – dijo Megan – quizá te confundiste porque digo cosas como: es un encanto, o es lindo, o no sé, sabes, yo digo eso de todas las personas, no es que me guste alguien en especial, especialmente Bruno, porque él no es especial, quiero decir – se puso nerviosa – está bien si sales con él, es obvio que te gusta, lo mencionas todos los días.
Lilith se sintió peor.
– Y es obvio que le gustas a él, es la primera vez que lo veo dar vueltas alrededor de una persona como un pollito que busca a su mamá gallina, mala analogía, borra eso – talló el aire como si estuviera borrando la frase de una pizarra – yo estoy bien.
Lilith no supo qué decir, aún lo estaba pensando y sabía que, sin importar el discurso, a Megan realmente le gustaba Bruno – no lo haré, esto no es justo.
– ¡En serio!, qué en esta vida es justo, no fue justo que mi madre enfermará o que un mago imbécil viera nuestra tragedia y decidiera usarnos como sacrificio para un demonio, tampoco fue justo que un demonio te usará y quemara la biblioteca de tu escuela para enviarte a prisión, o que por culpa de eso estés aquí, a miles de kilómetros de distancia de tus padres, ¡eso no fue justo!, enamorarte de un amigo y salir con él, ¡en serio quieres ponerlo en la misma balanza!
Lilith se cambió de cama para sentarse junto a Megan – ¿Cuántas sopas instantáneas compraste?
– Dos – le confesó y sacó de su mochila la segunda – hay agua caliente abajo.
*****
Brenda terminó de mandar su mensaje del día y suspiró, su hija estaba enamorada, no todos los días pasaba algo así, y pronto tendría un novio, estaba feliz, pero también triste porque no estaría con ella para darle consejos.
– Bruno – dijo Jacob repitiendo el nombre – según internet, significa “coraza”, y hace alusión a un protector, no está mal – miró a Brenda – no lo conocemos y no nos lo presentará, de algún lado tengo que sacar información.
Brenda rodó los ojos – no enloquezcas con esto, le prometí que no te diría, nuestra hija quiere tener privacidad, aunque, me gustaba más el otro chico.
– ¿Cuál?
– El que vino unos días después de lo que pasó.
Los interrogatorios terminaron, el ministerio cedió el caso al consejo y Lilith se convirtió en una persona buscada por los grandes magos del estado, Brenda sabía que había personas observando su casa y que durante las primeras semanas sería difícil comunicarse con su hija.
Fue cuando pasó.
Alguien tocó el timbre y ella vio a través de la ventana a Percival, abrió a regañadientes – ya le dije a tu jefe, no sé en dónde está mi hija y aunque lo supiera, no se los diría – refunfuñó.
– Dígale que lo siento – musitó Percival y Brenda se detuvo antes de cerrar la puerta – le prometí que la ayudaría a salir y no pude hacerlo, por favor, solo dígale eso, gracias, ¡qué tenga un buen día! – dio la vuelta para irse.
– Ya les dije que no se en dónde está – insistió Brenda – no le enviaré tu mensaje, así que no me des las gracias.
Percival volteó a verla – sí ella no estuviera a salvo, usted no estaría tan tranquila – dijo Percival, aún recordaba la noche en la tienda de antigüedades, y el momento en que abrió los ojos y vio a los padres de Lilith luchando contra un demonio para salvar a su hija. No todos los padres eran amorosos, pero los de Lilith, definitivamente harían lo que fuera por ella.
Brenda se aclaró la garganta – ¡qué tenga un buen día!
La amenaza principal desapareció, el consejo relajó la búsqueda y días más tarde, Brenda pudo enviarle un mensaje a Lilith, para entonces, había olvidado la visita de Percival y los mensajes eran tan cortos, que no había espacio para hablar de otros temas, solo para decirle cuánto la extrañaba y lo mucho que la amaba, hasta ese día lo recordó.
Pero, sin importar sus opiniones, la decisión era de Lilith, y ella escogió a Bruno.
*****
La fiesta de cumpleaños de la directora Lacroix era un evento con más de trescientos invitados, la cita fue en una villa y el código de vestimenta era muy elegante.
Para los hombres; trajes lisos y corbatas, y para las mujeres; vestidos largos en tonos claros.
– Recuérdame por qué estamos aquí – pidió Percival.
– Porque nos invitaron – respondió Román Vignon, a pesar de que Percival había dirigido su pregunta a Eva – la directora Lacroix es una de las mujeres más influyentes en nuestra sociedad y a partir de este mes, también es socia de la clínica, necesitamos dejar una buena impresión.
Percival suspiró – sí me quedo en casa, será lo mejor para todos.
Eva le dio un pequeño golpecito en la mejilla – te vez muy bien, y hablamos sobre esto, quiero pasar tiempo contigo antes de que te mudes – le guiñó el ojo.
– Llegamos – anunció el chofer.
Los tres bajaron de la limosina para asistir a la fiesta de cumpleaños de la directora Lacroix, ¿cuántos cumplía?, era una buena pregunta, una que, por seguridad, nadie respondería en esa fiesta.
Eva se adelantó, Percival tomó una copa y se sentó en la mesa reservada para su familia, sus tíos ya estaban ahí, en cuanto a su primo Leopoldo, era mejor que él para socializar, la que faltaba era su prima Lizeth.
Sus padres buscaron a la directora Lacroix para presentarse, él caminó hacia la mesa con la más grande barra de postres que había visto en su vida, miró una torre de copas y al querer tomar una, sintió que la ausencia arruinaría la geometría.
Otra persona no pensó lo mismo, tomó una copa mientras platicaba, se inclinó hacia un costado y vertió una parte del líquido sobre la manga de Percival.
– Lo siento – se disculpó la joven y tomó una servilleta – disculpe – trató de limpiarlo.
– Estoy bien.
La joven se veía afligida – hay un baño dentro de la villa, en la puerta de cristal, la de las cortinas guinda, lo siento mucho.
Percival siguió su consejo y caminó en dirección a la villa, las puertas estaban abiertas y el baño estaba al fondo de una pequeña sala, ahí se quitó el saco, lavó el puño de su manga y regresó a la sala para usar una corriente de aire como ¡secado rápido!
Su manga estaba seca, la mancha era pequeña y sí acomodaba su saco, nadie lo notaría, era un buen plan, por otro lado, quedarse en esa sala y fingir que se perdió camino al baño, era una mejor idea.
La puerta de arriba se abrió, Ofelia iba tarde, no terminó de arreglarse y estaba nerviosa, caminó de prisa con la falda levantada y la mirada baja, para no caerse con esas zapatillas de diez centímetros que la hacían sentir que iba a llegar al suelo muy rápidamente, giró la mirada y vio a Percival en el sillón, se suponía que todos los invitados debían estar afuera.
Su tobillo se torció.
Dos barreras mágicas con la forma de apoya manos detuvieron su caída, la primera formada por Ofelia y la segunda por Percival.