La habitación tenía una mesa justo en el centro donde se colocaban los núcleos de magia extraídos de demonios y las piezas de mineral a dónde traspasarían el hechizo.
– Mi favorito es el ónix – dijo Sandra mostrando las piezas negras – los collares y pulseras quedan mucho mejor, y combinan con la estética masculina – mostró una esfera de ónix.
– Amatista – dijo Megan – es el cuarzo que corresponde a mi signo zodiacal, y me gusta el color.
Lilith tenía las manos en los bolsillos – aún, no me decido por un mineral en particular.
– Tienes un año – dijo Sandra – yo iré primero.
– No puedes decir eso, somos tres, tenemos que decidirlo con justicia – declaró Megan.
Sandra rodó los ojos y puso la mano en la espalda.
Lilith dio un paso atrás – estoy bien siendo la tercera.
Una, dos, tres – piedra, papel o tijeras.
Sandra ganó, Megan y Lilith fueron a una esquina de la habitación y se sentaron sobre el sillón para esperar fuera de la espiral.
Sandra tomó la energía del núcleo demoniaco, la moldeó en el espacio intermedio, la convirtió en un cilindro hueco y la introdujo dentro de la pieza de ónix.
– Los cilindros son la mejor forma, te cubren por completo – dijo Megan – una vez escuché que antes se usaban esferas, que son más fáciles de formar, pero gastas energía extra.
A Sandra le tomó media hora terminar ocho piezas de ónix, después fue al sillón y fue el turno de Megan, a ella le tomó cuarenta minutos completar tres piezas de amatistas, en ese tiempo Sandra mantuvo la vista sobre la pantalla de su celular.
Fue el turno de Lilith.
Estaba algo perdida con ese tema, casi no tenía experiencia y siempre que pensaba en las subastas clandestinas de los seguidores del abismo, veía una calle concurrida y llena de objetos originales que no se encontraban en otro lugar, solo ahí, en la convención de magia.
Tomó un cuarzo rosa con forma ovalada, un núcleo mágico y comenzó el traspaso, su magia era dorada y tomó la forma de una aguja que se introdujo rápidamente en la pieza, después sacó de su mochila un trozo de madera tallada que compró en una tienda de artesanías e introdujo el cuarzo.
Megan y Sandra se acercaron.
– ¿Qué es eso?
Lilith tomó la empuñadura y la agitó en el aire – es una espada, los primeros magos usaban este hechizo, ahorraba en acero y eran más ligeras de cargar – la blandió en el aire.
– Parece que quieres matar un mosco – se burló Sandra.
– Es porque nunca antes usé una espada, la persona que la compre sabrá usarla – dijo Lilith y se detuvo – debe haber alguien por ahí, hay competencias de esgrima, no es un garrote de cavernícola, es una espada – insistió.
Megan estuvo de acuerdo – te apoyo.
Sandra no – sí yo la usó, activo el hechizo, asesino a alguien y desactivo el hechizo, ¡adiós evidencia!, la policía pasará toda la vida buscando el arma homicida y el asesino se saldrá con la suya. Bien por ti, creaste un hechizo con muchas utilidades – tomó la bolsa con las piezas de ónix que había completado y salió.
– Tiene razón – dijo Lilith algo cabizbaja.
– No la tiene – dijo Megan – sí un mago quiere matar a otra persona, hallará la forma, los magos mentales pueden controlarte y obligarte a apuñalarte, ¡es en serio!, y pueden hacerlo desde el patio o el estacionamiento, no necesitan entrar a la casa. Todos los seres humanos, magos o mundanos tienen la capacidad para matar y cometer crímenes, que lo hagan depende de ellos, no de tu hechizo, Sandra está molesta porque tú y Bruno no han terminado, como ella predijo, no dejes que te afecte.
Era lo que más le molestaba a Lilith, dejó que eso la afectara – está bien, quizá es demasiada tecnología para esta era, ya sabes, tecnología medieval – sonrió – lo intentaré de nuevo, con los hechizos tradicionales – suspiró.
– Suerte – dijo Megan y regresó al sillón.
Lilith se culpó por dejar que su instinto de vendedora la dominara, lo más esencial era conocer al público y ella no conocía al suyo, sabía casi nada de los magos que acudían a las convenciones y sí los amuletos de defensa personal contra demonios eran el artículo más vendido, ¿por qué ir en contra de las tendencias?
Acomodó los cuarzos, tomó uno y comenzó a crear mentalmente un cilindro, conforme pasaba el tiempo, su mirada se perdió en los bordes y el cilindro quedó aplastado y convertido en una esfera negra.
Las luces de la habitación parpadearon.
– ¿Qué tipo de hechizo es? – preguntó Megan.
Lilith no respondió, la esfera negra se apartó en el aire y ella creó la segunda.
– ¡Lilith!, ¿Lilith me escuchas?, amiga, me estás asustando.
La primera esfera giró y se lanzó contra Megan.
Ella gritó, juntó las manos creando su bat y golpeó la esfera con todas sus fuerzas, esta se rompió y soltó un denso humo púrpura, Megan aguantó la respiración, corrió hacia la puerta y siguió corriendo hasta llegar a la sala, ahí respiró y habló entre gemidos – Lilith, santuario, esferas, demonio…
Tiffany se levantó – llama a los demás.
En el tiempo que tardó Megan en regresar, Lilith llevaba seis esferas negras, todas ellas flotaban en el aire y al detectar que alguien se acercaba, una de ellas atacó la puerta y desplegó una gran cantidad de humo.
Alfonso lo encapsuló, los demás entraron y usaron escudos para detener las esferas, Lilith continúo.
– Tú espera afuera – dijo Karina y la puerta se cerró en el rostro de Megan – tomen posiciones, Lilith, ¡puedes escucharme! – su voz hizo eco – ¡Lilith!
– No te escucha – agregó Pandora – comiencen.
Afuera Megan llamó a Bruno para contarle lo que estaba pasando.
El señor Elkan dio inicio, el suelo bajo sus pies resplandeció formando un escucho, otra esfera fue terminada y voló directamente contra las paredes del escudo para romperlo, Karina lo impidió colocando un escudo con forma de cubo para dejar que la esfera lo rompiera.
El hechizo comenzó.
La piel de Lilith se erizó, había mucho frío, tanto, que sus dedos se entumieron y los apartó de la mesa – ¿qué estoy? – preguntó – ¿qué estoy haciendo?
Estaba en un altar de piedra, dentro de una iglesia y al fondo, había varios hombres con atuendos de monjes, todos miraban hacia abajo y en el cuello llevaban un colgante con un símbolo extraño, parecía una cruz, pero la parte superior era ovalada.
Lilith tragó saliva, ese lugar no era la iglesia de la rosa, estaba segura, entonces – mi espacio mental, ¡otra vez! – no necesitaba preguntarse cómo llegó ahí – Harret, no va a funcionar – alzó la voz – no ganarás, ¡ya entiéndelo de una maldita vez! – gritó.
Los hombres se movieron y ella caminó para salir de la iglesia antes de que algo más sucediera.
Afuera había un jardín muy brillante con personas que charlaban en un lenguaje extraño, brindaban, sonreían y comían, no era su primera vez en ese lugar, pero la vez anterior, Harret la encontró y la obligó a salir, ahora, parecía que él la llevó a ese sitio.
Continúo caminando, buscando otra puerta para moverse a un recuerdo diferente, a su alrededor los invitados a la fiesta continuaron riendo, ese sonido poco a poco se volvió insoportable, como un pitido bajo en su oído que punzaba y se repetía infinitamente.
En el centro había una fuente y sentado en el borde, un monje con la túnica y el colgante, idénticos a la otra habitación, excepto que ese hombre no tenía la mirada baja y Lilith pudo ver que en su frente había un tatuaje con la letra “V”
– Hola.
Lilith gritó, no esperaba que el monje hablara, se llevó la mano al corazón y respiró profundamente para calmarse.
– Lo lamento, no quería asustarte.
– Está bien – respondió Lilith e hizo una pausa – ¿estás hablando conmigo?, no, eso es imposible – ya antes pensó que Leimos le estaba arrojando la estrella y resultó que se la lanzó a la persona detrás suyo.
– ¿Por qué es imposible? – preguntó el monje.
Lilith apretó las manos en puños – no vas a engañarme, Harret, lo que sea que intentes, no funcionará.
El monje sonrió – ¡buena suerte! – dijo en voz baja y continúo sentado, unos minutos después llegaron un grupo de patos y el monje les lanzó pequeños trozos de pan, los sacaba de una canasta que no tenía fin, porque siempre tenía suficiente para todos los patos de la fuente.
Lilith observó por un largo tiempo, pudieron ser horas, era difícil ser consciente del tiempo en el espacio mental, y mientras ella seguía de pie en ese jardín dónde todos celebraban, el monje continúo con su rutina.
Después de pensarlo mucho, le preguntó – ¿quién eres?
– Me llamo Vladimir, soy el número cinco.
– ¿Cinco de qué?
– El quinto cuerpo que el maestro Harret ocupó, usted tiene el número veinticuatro.
Lilith negó con la cabeza – no.
Vladimir señaló su frente y Lilith corrió a la fuente para mirar su reflejo en el agua, ahí estaba, igual a un tatuaje marcado con tinta negra, “XXIV”
Lilith jamás se había mirado en un espejo dentro de su espacio mental, no sabía que tenía esa marca, acomodó su fleco queriendo cubrirlo y se sentó en el borde de la fuente – ¿por qué estás aquí?
Vladimir continuó lanzando pedazos de pan a los patos – dejar vivo al anfitrión es el mejor método para permanecer más tiempo dentro de un cuerpo, el maestro Harret no lo sabía al principio, las tres primeras almas fueron exorcizadas, los restantes, estamos aquí.
Lilith recordó a los otros monjes – ¿por qué ellos no se mueven?
– Es más fácil cerrarse a la realidad que enfrentarla, todos ellos están atrapados dentro de sus propias mentes, así, el tiempo pasa más rápido, un parpadeo hasta el día en que el maestro Harret deje de existir.
– ¿Y tú?
– A mí me gusta alimentar a los patos – respondió Vladimir – esta parte de aquí es muy brillante, ¿no le parece?
Lilith lo miró – ¿por qué debería creerte?, qué eres una de sus víctimas, alguien igual a mí y no ese imbécil, ¿por qué?
Vladimir se levantó, dio la vuelta y metió la mano al interior de la fuente, la forma en que giró su muñeca creó ondas que se expandieron y borraron el fondo de la fuente, los patos se fueron y lo que quedó, fue una vista aérea del salón, con Lilith en el centro y los magos de la iglesia luchando contra las esferas negras.