Antonio dejó los papeles sobre la mesa – una chica atrevida, sí no es realmente tu novia, ten cuidado, ese tipo de mujeres planifican la boda sin avisarte.
Percival ignoró su comentario – ella vino a hablarme sobre su prima Elizabeth y me contó algo muy importante, Gabriel Lacroix – señaló la imagen – engañó a su esposa, perdió a su amante y descuidó a su hija, la pobre chica moría de leucemia mientras él estaba demasiado ocupado ahogándose en alcohol porque su amante huyó, es posible que se haya culpado, por eso fue a la clínica y cambió el alma de su hija al cuerpo de otra persona, estaba desesperado.
– Tiene sentido – dijo Antonio – pero sigue siendo una teoría, necesitas evidencia real.
– Tengo el nombre de la madre de Elizabeth, ¿podemos buscarla y hablar con ella?
Antonio tomó el trozo de papel – bien, y sobre la chica, sí quieres tener novia, no te lo impediré, es tu vida, no la mía, solo no la traigas a la oficina, soy estricto con eso.
Percival rodó los ojos – no es mi novia.
*****
Lilith miró la vitrina por un largo tiempo, tenía un trabajo gracias a la iglesia de la rosa, y un novio con quien cumplía un mes, quería darle un regalo especial que dijera lo feliz que se sentía o lo inesperado que fue su relación.
– Internet dice que no debes regalar algo costoso – dijo Megan, mirando su celular – lo asustarás.
Lilith dejó de mirar la cartera que estaba en exhibición – gracias – le dijo a la empleada y volteó hacia Megan – mejor dime cuáles son mis opciones.
– Una carta.
– No estamos en la secundaria, eso es muy cursi.
– Un collage personalizado.
– No soy buena editando, saqué muy malas notas en las materias de diseño – admitió.
– Un desayuno.
– El desayuna en su casa, no puedo pedirle que salga sin comer para que yo le prepare algo especial y no confío en mi cocina, es buena para mí, no se del resto, ¡podría asustarlo!
Megan se detuvo y tiró del brazo de Lilith – el desayuno es para después de una noche especial, ¿me estoy explicando?
Lilith agrandó los ojos – sí esas son mis opciones, prefiero la cartera costosa – regresó.
Megan sonrió – y tú decías que la carta de amor es muy cursi, llevan un mes y tampoco es como si fueran adolescentes, Bruno ha tenido otras relaciones, lo sé, lo atestigüe – exclamó en tono dramático.
– No digas eso, las relaciones no se basan en el momento en que los dos van a la cama – lo susurró – es nuestro primer mes y quiero que sea especial.
Megan giró y se topó con un espejo redondo junto al área de maquillaje, su expresión, que debía ser una sonrisa, era una mueca, borró esa expresión y acomodó su cabello – ¿qué te parece un pastel?
Lilith giró.
– Quieres algo que no sea barato, pero tampoco que sea costoso, ni demasiado personal o que haga parecer que le estás dando mucha importancia a un mes, e internet no está ayudando, ¡qué tal un bocadillo!, dejemos la cartera personalizada para los doce meses – señaló el letrero donde ofrecían grabar la cartera con un mensaje personal – y compremos un pastel.
Lilith asintió – me gusta, compraré uno para nosotras y otro para Bruno.
– Aclarando, el que comeremos nosotras debe ser más caro – señaló Megan.
– Es lo justo – sonrió Lilith.
Dos rebanadas de pastel de chocolate, ese fue su regalo para su primer mes de noviazgo.
*****
Adela Morrison pasaba tiempo en el jardín, desde un par de años atrás, la jardinería se convirtió en su pasatiempo y le dedicaba largas horas del día a esa actividad.
El timbre sonaba en el jardín paraque ella lo escuchara – ya voy – se levantó, tomó su bastón y caminó con pasos lentos, le tomó un largo tiempo, primero se lavó las manos, después cerró el invernadero, se abrió paso entre los gatos, entró a la casa, llegó a la entrada principal y abrió la primera puerta, la segunda era de cristal y tenía una barrera mágica para evitar a los intrusos, y esa mañana, tras esa barrera, estaba un hombre joven, bien parecido y con una chaqueta que no combinaba con la sudadera.
– ¿Es usted Adela Morrison?, la madre de Elizabeth Lacroix – preguntó Percival.
Ella frunció el ceño – ¿qué es lo que busca?
Percival abrió su mochila y le mostró una caja de música, Adela la reconoció enseguida y abrió la puerta.
– ¡Cómo!
– Sí pudiera, me gustaría hablar con usted.
La señora Morrison sirvió dos tazas de té y Percival le hizo favor de quitar todos los cojines de los sillones para que los gatos bajaran, de otra forma, era imposible sentarse.
– Se la regalé en su cumpleaños número trece – explicó – la mayoría de las niñas a esa edad quieren ropa o zapatos, ella quería una caja de música con su canción favorita, la ponía y la cantaba todo el tiempo – respiró profundamente – gracias por traerla, sí no le molesta, ¿dónde la encontró?
– En una clínica, se llamaba “Green Heart”, el señor Lacroix llevó a su hija ahí.
– ¡La trajo desde tan lejos!, debió ser un viaje muy largo.
– No, la clínica está a cuarenta y tres minutos de aquí.
La señora Morrison se sorprendió – imposible, a Liz la llevaron al extranjero, a una clínica especializada, no me dejaron verla porque mi pasaporte estaba vencido y olvidé sacar uno nuevo, esos trámites toman meses.
Percival se inclinó hacia el frente – tiene mi palabra, fue ahí donde encontré la caja y señora Morrison, ¿existe la posibilidad de que su esposo…?
– Ex esposo.
– Lo lamento.
– ¿Existe la posibilidad de que el señor Lacroix llevara a su hija a una clínica local y mintiera sobre el viaje al extranjero?
La señora Morrison lo pensó por un momento y resopló – no me sorprendería, fui yo la que se dio cuenta que algo le pasaba a Liz, se veía muy decaída, al principio pensé que era depresión, que estaba absorbiendo todo lo que pasaba a su alrededor, le pedí a ese imbécil que la llevara con un psicólogo y él me gritó, sí me hubieran dejado – sus manos se apretaron en rededor de la caja de música – le habrían detectado la leucemia mucho antes y mi hija estaría viva.
– Siento su pérdida – dijo Percival, aunque ya era algo tarde. En el camino pensó en muchas formas de preguntarle a la señora Morrison, o de exponer su tema y la posibilidad de que su hija se convirtiera en un demonio, pero al llegar ahí y ver el rostro de la mujer que perdió a su única hija y que aún lloraba su pérdida, se quedó sin palabras.
¡Vaya investigador!, no podía hacer las preguntas correctas, tampoco se llevaba bien con las personas y era demasiado sensible al dolor ajeno.
– ¡Qué extraño!
Percival levantó la vista – ¿qué?
La señora Morrison se quitó los anteojos para limpiarlos y volver a ponérselos – compré esta caja en una tienda mundana, no recuerdo que fuera un artefacto mágico.
– ¡Me permite! – pidió Percival y tomó la caja de música, pero no detecto rastros de magia.
– Me dedico a la botánica – explicó la señora Morrison – las yemas de mis dedos son más sensibles.
Percival pensó en llevar la caja de música a un escáner, pero al pensar en ello, se dio cuenta de que la energía que la señora Morrison estaba sintiendo, no era magia, sino energía demoniaca – maldición – exclamó – estuvo mucho tiempo guardada, tal vez absorbió la magia del entorno – mintió.
La señora Morrison asintió – nunca comprendí el aspecto técnico de la magia, aprendí lo básico y en estos años – acercó su mano a la maceta sobre la mesa – la botánica me da tranquilidad – la planta extendió sus hojas.
– Escuché que es más demandante que la ingeniería – comentó Percival.
– Lo es, pero me arrepentí de no llenar la casa de artefactos mágicos, especialmente después de conocer esa tecnología, la de extraer audio e imagen – suspiró – me habría gustado escucharla cantar.
Percival tenía la caja de música en sus manos, la tecnología de la que señora Morrison hablaba era la reverberación que se creaba en los objetos a partir de la energía mágica, se volvió bastante popular muy rápidamente y casi enseguida fue sacada del mercado y sustituida por los celulares y cámaras digitales, pero aún existía y se manejaba con objetos antiguos. El principio detrás de ese sistema, era usar la magia contenida en un objeto para proyectar recuerdos que hubieran quedado grabados – dice, que su hija cantaba la canción de la caja – señaló Percival.
– Todo el tiempo.
– Tengo que irme – se levantó – olvidé que tenía una cita importante, le prometo que volveré a visitarla y le traeré la caja de vuelta, ¿no hay problema?
La señora Morrison sonrió – en absoluto, paso todo el tiempo en esta casa, no salgo ni para hacer mis compras, la despensa me la traen a domicilio, aquí estaré esperando – había un tono de nostalgia, como si no tuviera otra cosa que hacer mientras cuidaba de sus plantas, solo esperar.
Percival volvió al coche y guardó la caja de música de vuelta en la bolsa de evidencia con mucho cuidado para no afectarla, en teoría, la magia demoniaca era similar al talento mágico, la única diferencia entre ellas era que una estaba contaminada y se relacionaba con emociones y fuerzas negativas, pero sí ponía eso de lado, un objeto lleno de energía demoniaca podía almacenar sonido y usando la mecánica de proyección, convertirla en audio.
Sí estaba en lo cierto, y la imagen que vio ese día era realmente Elizabeth Lacroix y no un demonio antiguo que tomó la forma de una mujer para poseerlo, entonces, lo que escucharía sería la voz de una niña cantando.
Tenía que intentarlo. Condujo de vuelta a la oficina, buscó en los expedientes y encontró el patrón del demonio que salió de la caja, o del alma de Elizabeth.
En un caso común, un artefacto mágico recibía las ondas de sonido en las paredes externas y sí se colocaba en un megáfono, podía convertirse en audio.
Pero un objeto demonizado era diferente, porque no recibía ondas de audio, sino ondas de pensamiento creadas por una criatura que literalmente, ocupó el objeto.
Los medios comunes no funcionaban, Percival necesitaba un escáner que trazará un mapa del demonio para saber en dónde debía buscar los rastros de magia, y el problema con esa parte, era que había diferentes categorías de demonios.
Por ejemplo, el escaneo del caso de Lilith mostraba una sintonía perfecta entre las líneas que representaban el alma de Lilith, y la del demonio, como dos dibujos hechos con un pantógrafo, esas eran las habilidades de un demonio de clase S, en cambio, el escáner de la caja de música parecía un garabato hecho por un niño de tres años, no se veía de dónde comenzaba o dónde terminaba.
Volvió a los expedientes y sacó la carpeta de Lilith para poner los dos patrones sobre la mesa.
En el primero había una presencia, la de Elizabeth, en el segundo había dos, Lilith y el demonio que la poseyó.
Sí los demonios que entraban al cuerpo de una persona se guiaban por un patrón ya definido, ¿cómo hacían para entrar a un objeto?