Al día siguiente la fiesta decido madrugar para ir a correr por la ciudad, tengo muchas cosas en las que pensar y solo corriendo puedo hacerlo, por lo que cuando los primeros rayos del sol iluminan la ciudad yo ya me encuentro trotando. Este es el momento que amo, cuando estoy solo yo, dejo mi mente en blanco y me olvido de todo. Pero cuando estoy pasando por uno de los puentes la veo, sentada al final del callejón que hay junto al hotel donde se están hospedando. Ella observa el agua distraída mientras noto una copa de champán en su mano y la botella junto a ella.
Sin pensarlo dos veces voy hasta donde ella se encuentra y le pido a mis hombres que se queden al margen. Entro en el callejón y camino hasta donde ella está. Me sorprendo al verla, tiene un vestido blanco de tiras que parece para dormir y está descalza.
- ¿No es muy temprano para beber? – digo, pero ella ni se inmuta mientras bebe de su copa.
- Nunca me enseñaron que no hay que meterse en los asuntos de los demás – responde con molestia, busco con la mirada a sus escoltas, pero no los veo por ninguna parte. ¿La dejan salir sin protección? Vaya, secuestrarla será mucho más fácil de lo que pensé.
- No la hacía una madrugadora – pregunto viendo cómo se pone de pie para enfrentarme.
- En realidad no he dormido – dice molesta y por alguna extraña razón eso me preocupa - ¿usted qué cree que me la paso haciendo?
- Solo digo que no la hacía una madrugadora – respondo, me imagino que ella siempre dormirá hasta tarde y luego solo saldrá con sus amigas.
- ¿Cree que por hija de quien soy, solo me la paso de compras y de fiesta? – pregunta molesta
- ¿Qué podría hacer una consentida como usted? – pregunto burlón lo que parece molestarla aún más.
- Una asesina serial – responde seria y yo solo quiero reír. Si como no.
- Se le partirían sus hermosas uñas – respondo burlón mientras ella enmarca una ceja.
- Lo que usted diga señor Bianco – dice pasando por mi lado dejándome hay plantado lo que borra mi risa de golpe. Me vuelvo a verla, pero ella continúa como su nada. ¡maldita mujer! Me pagara con creces cada una de sus ofensas.
Al volver a casa estoy furioso por lo que decido poner en marcha el plan para tenerla a mi merced lo más pronto posible.
UNA SEMANA DESPUES…
Estoy en mi casa en Florencia, observo a los hombres frente a mí. Durante una semana estuve buscando a los mejores para que secuestren a Melek.
- Le daré cinco millones de euros a quien me traiga sana y salva a Melek Ivanov- digo y ellos me observan como si me hubiera vuelto loco.
- ¿Melek Ivanov? ¿La hija de Sergey Ivanov? – pregunta uno de ellos
- La misma, les voy a dar a más tardar veinte días para que la traigan – continuo – la quiero sana y salva, si llega a tener un solo rasguño rogaran por que los mate. – advierto y ellos asienten con la cabeza para luego irse. Justo en ese momento llega Patrick Milato mi mano derecha.
- ¿Estás loco? – dice sentándose a mí lado en el comedor que hay en el jardín – vas a empezar una guerra que no ganaras.
- No creo que Sergey se atreva a atacarme cuando tengo a su princesita – digo bebiendo un poco de café
- Tú sabrás lo que haces – dice el sirviéndose un poco de café
- Eso precisamente quiero, una guerra, debo hacerme con el poder de los rusos y encontrar quien asesine a Sergey. Con su hija en mi poder todo será más fácil ya que ella es la heredera – explicó, pero al sigue sin gustarle la idea.
- Contrata al Ángel de la muerte – propone y yo río.
- Ese es otro al que debo sacar del camino – digo y él me observa como si estuviera loco.
- ¿Por qué?
- Hay rumores sobre de que cuando Sergey muera Ángel asumirá el poder y más por qué va a casarse con la princesita – como si yo fuera a permitir eso. Pienso bebiendo café
- Aunque te estés metiendo con el mismísimo demonio yo estoy a tu lado sin importar lo que pase.
MELEK…
Estoy en el jardín de mi casa jugando con mis perros Anubis, Hades y Hermes tres hermosos ejemplares de Doberman regalo de mi padre para mi cumpleaños hace dos años.
Acabo de volver de Singapur donde estuve durante tres días en un trabajo. Mientras juego con mis bebés viene a mi mente el recuerdo de lo que pasó en Venecia con Emiliano. Esa noche no pude conciliar el sueño, por lo que tomé una botella de champán y fue a un lugar donde hubiera calma. Hasta que el apareció y mandó mi tranquilidad a la mierda con sus comentarios sobre mi vida de princesa. Si supiera
- Nana, ¿dónde está mi padre? – pregunto a Galya que se encuentra cerca.
- En Hungría mi niña, pero llega esta noche – me responde para luego adentrarse a la mansión.
El resto de la tarde me la paso en el jardín con los perros, mientras la nieve cae sobre nosotros. Me encanta cuando nieva, la ciudad adquiere una imagen como de cuento con esa fina capa cubriéndolo todo. La tarde es calmada cosa que no me gusta por qué en nuestro mundo ese refrán que dice “la calma antes de la tormenta es verdad” y no sé por qué, pero siento que algo no anda bien. Pero decido ignorarlo mientras continúo jugando con mis bebés hasta que uno de ellos se pone a la decencia. De repente una mano me tapa la boca mientras que veo a un hombre tratar de tomarme de los pies, pero uno de mis perros lo ataca mordiéndolo, aprovecho ese descuido para darle un cabezazo al que me tapa la boca logrando que me suelte.
- ¿Me quieren? – pregunto viéndome rodeada por cuatro hombres, noto que mis perros han dejado de ladra y al buscarlos con la mirada los encuentro tirados en el suelo.
De repente todos se abalanzan sobre mi perla soy más rápido que ellos y tomo a uno del brazo para torcérselo en la espalda utilizándolo de escudo mientras tomo mi arma y le disparo en la cabeza a dos de ellos. Veo que el que yendo sostenido saca un cuchillo y trata de apuñalarme, pero de un rápido movimiento lo tengo forcejeando mientras el cuchillo apunta a su pecho. De un brusco movimiento se lo entierro en el pecho y lo veo caer a mis pies. El único que queda viene hacia mí, pero de un disparo en el hombro lo detengo.
- No tan rápido – digo y veo que Arnold y otros hombres llegan al jardín preocupados. El hombre trata de atacarme de nuevo, pero le disparo en una pierna - ¿quién los envió?
- De igual forma me matará – responde mientras yo le apunto.
- Pero créeme que será una muerte rápido – digo mientras él me observa – si no me dices haré que sufras por días hasta el punto en el que suplicaras por qué te maten. – sus ojos se llenan se terror y en un susurro casi inaudible dice – Emiliano Bianco – ese hijo de puta. Le disparo en la cabeza al hombre mientras Arnold se acerca a mí.
- ¿Se encuentra bien? – pregunta preocupado.
- Limpien esto antes de que mi padre llegue y ni una palabra de lo que aquí pasó – ordeno y ellos asienten, voy hasta mis perros para revisarlos y me doy cuenta de que solo los durmieron – que los lleven al veterinario.
Camino hecha una furia hacia la mansión en busca de mi celular, subo hasta mi habitación, pero no lo encuentro por lo que tomo el teléfono de la mansión y hago una llamada.
- Quiero saber dónde está Emiliano Bianco ahora…