Que Lucas pensara en Lara no era novedad. Que la recordara con una lágrima triste tampoco, pero en ese momento sentía que en las 48 horas de ausencia de ella, él estaba peor que en los doce años de soledad, pues era la primera vez que se iba lejos y no avisaba. Trató de ocupar su tiempo dibujando, estudiando, y hasta fue de compras. Compró ropa para su hijo, y alguna de bebé, pues quería regalar algo al suertudo de su amigo Rafael, quien junto a Irene, le habían alegrado la vida sabiendo que al menos, hasta el fin de sus días, compartiría algo con Lara esa mujer a la que tanto amaba y que por alguna razón desconocida no podía estar junto a él. No saber si será niño o niña le transportó al camino de ternura que transitó los nueve meses previos al nacimiento de su hijo. Si bien en esa opor