La luna mostraba una oscuridad perfecta, ocultando hasta el reflejo mínimo. ¿Eran acaso las doce? Solo sombras se podían observar. Una sombra se reflejaba frente en el ventanal. Rachel, sentía ese incomodo de ser observada. Y lo estaba.
¿Quién era?
— Por fin te encontré. — Escuchó inconscientemente la muchacha.
Susurros y más susurros con la misma frase. Ella pudo escucharlo incluso dormida, continuaban interrumpiendo su sueño; no pudo evitar sobresaltarse al escucharlo cerca de su oído. Se despertó abruptamente, sin poder descifrar lo que había sucedido exactamente, sin embargo, al solo recordarlo sintió un escalofrió recorrer su cuerpo. Aun así, se quedó quieta en su misma posición; hasta que, ya con los ojos abiertos, volvió a escuchar el susurro:
— Спи, младенец мой прекрасный Баюшки-баю. Тихо смотрит месяц ясный В колыбель твою ... — Estaba cantando en susurros la canción de cuna que su madre le cantaba de pequeña. — Стану сказывать я сказки, Песенку спою; Ты ж дремли, закрывши глазки, Баюшки-баю.* — Rachel se sentó sobre su cama y encendió la lámpara de que permanecía sobre a la mesita de noche.
Su madre tenía descendencia rusa, Rachel recordaba que su madre le contaba la historia de su familia y como su madre (abuela de Rachel) llegó a involucrarse con los Steven, la canción de cuna tradicional no faltaba incluso cuando ella ya era adolescente, hasta que su madre murió. Nadie sabía acerca de esa canción salvo por su padre, era normal la reacción expectante de Rachel.
La castaña no supo que hacer al no escuchar nada luego de haber encendido la luz. Se quedó ahí, en la misma posición, por un buen tiempo mientras tronaba sus dedos por el nerviosismo, esperando a que volviera el susurro o se diagnosticara fuera de sí misma. Volvió a escuchar y sentir la misma voz a su costado justo después de que el viento moviera la cortina.
— ¿Quieres ver a mami otra vez? — Había sentido una presencia justo a su lado.
Se puso en pie como pudo, alejándose lo más posible de la cama. Su corazón latía, sus ojos no lograban encontrar ninguna evidencia de aquella voz, pero su corazón seguía latiendo con fuerza. Cuando escucho al viento soplar por su ventanal no logro contener su miedo; no espero ni un segundo antes de salir de esa habitación.
— ¿Qué rayos fue eso? — Pensó en voz alta, ya en el corredor. — ¿Acaso era un fantasma? Vaya castillo embrujado.
— ¿Te parezco un fantasma? — Su corazón casi le sale del pecho por la impresión, era ese susurro otra vez. Con toda la poca valentía que le quedaba le hizo frente, pero otra vez, no había nada. — Solo puedes verme si realmente lo deseas. — No tenía la mínima intención de hacerle caso.
Corrió todo lo que sus piernas le permitieron, quería alejarse de esa habitación, ya estaba harta de este lugar, solo quería irse. ¿Era tan mala esa decisión, acaso? Pues, no. ¿Que su padre no estaría de acuerdo? Posiblemente; pero, sinceramente, qué más daba, él no había actuado muy bien tampoco.
Él era falso. Pensó fugazmente.
— No me quedaré con esa maldita cosa allá adentro. — Habló mientras salía por la puerta que la llevaba al jardín, donde no había muchos guardias. — Yo me largo de aquí. —¿Entonces, ella se iría así sin más? Sin que nadie lo notara... ¿Eso era posible? Aún no lo sabía, pero tenía que intentarlo al menos.
Al estar ya pisando los pastos del jardín, pensó rápidamente las mejores opciones, no para llegar a la puerta de ingreso principal, sino para llegar hacía la enorme torre custodiada por vampiros expertos en atacar a personas como ella, ya tenía experiencia en eso. Aun así, nada la desanimaría.
Ella en definitiva podría estar cometiendo el peor error de su vida y en algún lugar, muy escondido en su cerebro, lo reconocía; sin embargo, ¿cómo podía irse sin él? Él que fue y es la razón de toda su travesía. Incluso la razón de esa inimaginable valentía que mantenía en estos momentos; justo en este preciso instante donde escapaba hábilmente de la trampa que cercaba la torre.
Escalo con sigilo, estaba desesperada sí; mas eso no le impedía utilizar su astucia aprendida hace algunas pocas semanas atrás. Una vez logró pasar desapercibida para aquellos guardias anteriores, a lo que ella calificaba como suerte (en realidad, ayuda del tatuaje mágico que tenía en el cuerpo), continuo su camino hasta pisar suelo firme.
Se encontraba en el piso dónde había encontrado a Erick la última vez, tenía buena memoria cuando se trataba de él; ahí la situación no era la misma, se encontró con el carcelero de ese lugar, cara a cara. Contrarrestó algunos ataques, mientras se acercaba cada vez más a la celda, tratando de escapar de los golpes. Ahí donde se hallaba él.
Erick.
¿Qué le diría cuando lo viera? ¿Cómo se supone lo sacaría de ese lugar? Se había cuestionado aquello por un milisegundo, sin embargo, paso a segundo plano al recordar las ganas de verlo; ya que, a pesar de no entender lo que había sucedido en esa habitación, sentía una sensación extraña en su interior desde que escucho esa voz. No lo entendía del todo, pero sabía que Erick podía hacer pasar ese trago amargo.
Mientras ella intentaba llegar a su vampiro, alguien más ya lo había conseguido y sin la necesidad de pasar por todos esos obstáculos.
Klauss.
— Withemore, eres uno de mis mejores hombres. — Volvió a hablar Klauss, tratando de nuevamente que el vampiro le hiciera caso. — Withemore.
— Lo sé. — Admitió seco.
No tenía ganas de entablar una conversación en esos momentos y tampoco tenía las fuerzas para hacerlo, estar vivo de por sí ya era una agonía. El daño físico era soportable en comparación a la preocupación que lo asechaba, no tenía noticias de ella y eso lo desquiciaba; lo más lógico era que estuviera a salvo estando con su padre, sin embargo, esa inquietud de no poder comprobar su teoría lo ponía inestable.
» ¿Qué es lo que busca? — La brusquedad de sus palabras se debían al estado en el que se encontraba.
Klauss respiró profundamente, no había llegado a ese lugar a crear un lio. Su objetivo era todo lo contrario.
— Quiero tu ayuda. — Erick trató de levantar la mirada en una mueca de ironía, no le salió del todo. — Necesito tu ayuda. — Se corrigió.
— Ten misericordia y no me hagas reír en este estado. — Respondió al ver que, en vez de reír, lo único que había logrado era toser ásperamente. — ¿Por qué crees que este pobre infeliz te ayudaría? — Lo pensó bien y replanteó: — ¿Qué te hace pensar que todavía estoy a tus ordenes? No le soy leal a quien rompe sus propias reglas… Klauss. — Pronunció finalmente su nombre.
Erick y Klauss se habían conocido muchos siglos atrás, cuando él ni siquiera planeaba reconstruir el castillo; nadie había salvado a nadie técnicamente, ya que, para cuando se conocieron ambos eran vampiros con muchos años por detrás (siglos, en caso de Klauss).
Como fuera, habían sido grandes amigos en su momento y cuando la oportunidad de reconstruir el castillo vino, Klauss no dudo en poner a Erick como su general, él aceptó gustoso. En pocas palabras, esos dos tenían historia, motivo por el cual ambos se sentían dolidos; más que dolidos, ambos se sentían traicionados con el otro.
— Voy a dejar libre a Becher inmediatamente, sí es necesario. — Erick no estaba seguro de que su amigo también estuviera en prisión, Klauss lo acaba de confirmar. — Necesito una respuesta optima de tu parte.
— ¿Cómo puedes… Meterlo en esto? ¿No te soy suficiente? — Atacó Erick.
— Tú te metiste con mi hija, toma esto como mi clemencia. — Erick entendió en ese momento que cualquiera fuera el favor, no saldría vivo. — ¿O es que ahora me dirás que me equivoqué? ¿Puedes mirarme a los ojos y asegurarme que tienes sentimientos por ella? Tú, el único vampiro que no ha desarrollado sentimientos y que, coincidentemente, odia a los humanos. — Erick bajó la mirada, ni siquiera él sabía lo que sentía por la humana. — Tú harías lo mismo si estuvieras en mi lugar, esta es mi justicia y la tuya.
— Lo sé. — Masculló en respuesta.
El rey de los vampiros estaba a punto de explotar, la confirmación de Erick había causado más amargura en su corazón; él apreciaba tanto a Erick, demasiado para creer muy en el fondo la probabilidad de un cambio en su preciado amigo, es que no lograba explicarse porque lo había traicionado, a pesar de ver lo que había pasado para cuidar a su hija.
Erick tampoco entendía bien su situación. Klauss tenía toda la razón, él era todo lo que había dicho, además de ser el vampiro mejor dotado, no se dejaba enloquecer por unas simples gotas de sangre; por lo que, no lograba encontrar una respuesta clara a lo sucedido aquella noche y los sentimientos que aparecían cuando pensaba en ella.
Ella está aquí, pensó dándose cuenta de los latidos de su corazón.
¿Cómo podía seguir sintiendo la manera en la que su corazón palpitaba? Se quedó quieto sin saber qué hacer. Klauss lo miró cauteloso al ver el cambio radical en su semblante, luego de algún segundo pudo también sentir su pequeño corazón latir. Su hija estaba ahí. ¡¿Qué carajos hacía en ese lugar?!
Una, dos pisadas y se detuvo. Pudo reconocerlo, a pesar de ver solo su espalda.
— Padre... — Murmuró casi perdida. Cerró los ojos por inercia, lamentando el adjetivo, se recordó no llamarlo así. — Klauss. — Se corrigió.
— ¿Qué haces aquí, Annabelle? — “¿Cuándo me llamará como el resto?”, se preguntó inconsciente. — ¿Cómo…? Agh. Ya no importa. — Se respondió así mismo, entendiendo rápidamente lo que había sucedido. — No tienes permitido estar aquí, nos vamos ahora.
¿Cómo le diría a su padre que trataba de huir? Sí, trataba. Pues ya descubierta por él era imposible imaginarse fuera del castillo, su plan había fracaso. Eso era todo lo que su mente podía pensar en ese momento, razón por la que no había prestado atención en lo que él le estaba diciendo.
Tal vez, solo sí tal vez no hubiera ido por Erick las cosas hubieran sido de otra manera. Otra... Como, ella internada en el gran bosque albergada por criaturas salvajes, posiblemente asesinas. No, no sonaba bien... En realidad, nada sonaba bien si no estaba con Erick; porque no le importaría caminar por todo eso y más, si se sabía resguardada por él.
— Vine a verlo. — Su padre negó. — Antes que digas algo, — lo paró con una mano al ver que movía los labios — no me importa. — Era la primera vez que estaba siendo grosera con su padre, ¿lo hubiera hecho en su adolescencia si hubieran vivido juntos? No importaba ahora. — Me disculparé contigo luego, — tomó la llave que estaba descansando en el candado de la puerta con barrillas de metal que Klauss había dejado libre, empujo la puerta y se encerró así misma con el mismo candado. Todo pasó muy rápido — por esto.
Esta noche, es la de recibir malas respuestas. Pensó, Klauss.
Tenía pensado en regresarla a su castillo, por insolente y porque simplemente no quería imaginarlos juntos, ni siquiera en un mismo espacio. Teniendo en cuenta que él estaba encadenado. Sin embargo, se preguntó así mismo: “¿qué causa tenía?” Ella intentaría escapar nuevamente, ni siquiera reparó en cambiarse de ropa esta noche.
— Solo por esta noche, Annabelle. — Cedió a regañadientes. — Me iré. — Luego de eso, desapareció.
Una vez despejado, sin ningún vampiro al asecho. Rachel, se dio la oportunidad de mirar a su alrededor hasta encontrar a su vampiro, se derrumbó en los brazos de él una vez lo encontró en una esquina. No quería llorar, en serio, no quería hacerlo; así que reprimió las lágrimas.
— Vámonos. — Pidió, Erick no la entendió. — ¡Rápido, salgamos de aquí! ¡Vámonos, por favor! — Le rogó.
Entonces, el vampiro se percató de que algo no iba bien. Estaba asustada podía sentirlo, ¿cuál era el motivo? Seguía con el camisón para dormir, cosa que tampoco comprendió; sin embargo, postergó ese pensamiento para después.
— Hey, ¿qué sucede? — Preguntó suavemente, pues no tenía fuerzas para pronunciar una oración completa y también porque ella le inspiraba delicadeza.
— No quiero estar aquí, Erick. — Comenzó. — Este lugar este lleno de… Cosas…— Trató de explicarse, pero el significado se distorsionó. — Por favor... — Repitió.
— Eso es imposible. — Ella negó.
Esa afirmación la dejó helada, sin opciones, separó sus brazos de los suyos. Tomó distancia y lo miró escudriñándolo. ¿Qué pasaba con él? No podría irse dejándolo atrás, pero no resistiría un día más en ese castillo, ese era su dilema.
— No, no es imposible. — Negó rotundamente, estaba decidida. — Ya lo hice, llegué hasta aquí. — Él negó suavemente. Ella no lo comprendía, era más complicado que solo escapar.
— ¿Has visto la cantidad de guardias que rodean el lugar? — Trató de explicar, estaban en distintas realidades. — Está bien, engañaste a algunos guardias; pero, mírame estoy herido. — Ella comenzó a entender su punto. — Además, ¿qué hay de Becher? Tu padre pondrá todo mi castigo sobre él, no lo puedo dejar aquí. — Eso era cierto, Rachel se sintió egoísta. El silencio reinó momentáneamente, hasta que afirmó lo que ella no quería aceptar. — No podemos salir. — Ella levantó sus grandes ojos directos a los suyos, tratando de verificar la veracidad en sus palabras.
— Lo sé. — Estaba asustada, había creado una realidad alterna y ahora estaba cayendo en cuenta de lo que realmente estaba pasando. Estaba atrapada en ese castillo.
Su voz resignada recordó a Erick la misma respuesta que él le había dado al Rey, se dio cuenta que ella estaba experimentando un sentimiento similar, ser consciente de una realidad fatal y no saber cómo escapar. Quería ayudarla, pero lo único que podía hacer en ese momento era abrazarla, y así lo hizo.