[VALLE]
-Mendoza-
Diego tiene unos días libres, así que después de regresar de La Rioja, pasará este tiempo conmigo antes de volver a tomar un avión y regresar a su rutina. Él me ha prometido que tan solo termine todo, hará que su agenda sea mucho mejor y que pasaremos más tiempo juntos. Eso me alegra tanto porque, en verdad, lo extraño a morir y confieso que hay días que quisiera volar dónde está y quedarme con él, por más que quiera negarlo.
Aun así, sé que él tiene que trabajar y así como él me dejó hacer lo mío mientras vivíamos juntos en San Diego. Es mi turno de apoyarlo, de ser la esposa que él necesita y hacerle saber que todo está bien y claro, y que o debe preocuparse de dejarme sola en Mendoza.
Ahora nos encontramos juntos, en Mendoza, y a pesar de que tiene infinidad de cosas que hacer, pasa más tiempo conmigo. Prácticamente, nos vemos por las noches y platicamos de cómo nos fue en el día. Me recuerda un poco a nuestra rutina en San Diego, una que extraño bastante. Sin embargo, ahora con el trato que tengo con Santiago, la que está ocupada, soy yo y tengo cosas que hacer.
Esta mañana, le prometí a Salvatierra que estaría en su casa para poder revisar el menú de la cena que quiere ofrecer y donde pondremos a prueba las nuevas recetas que su hermano ha aprendido.
Así, mientras recorro la habitación, buscando mis zapatos, veo cómo Diego abre los ojos y después sonríe. Se levanta la cama con el aspecto adormilado, el cabello despeinado y a pesar de eso, se ve increíblemente guapo. Al notar que me pongo el suéter grueso, cambia su rostro de felicidad a confusión.
⎯ ¿Qué hora es? ⎯ pregunta.
⎯ Las ocho de la mañana ⎯ contesto.
⎯ ¿A caso me estás abandonando al amanecer de nuevo? ⎯ me pregunta, recordándome cuando lo hice en Ibiza años atrás.
⎯ No, pero tengo que ir a trabajar ⎯ respondo, mientras me siento en la orilla de la cama y comienzo a calzarme los zapatos.
⎯ ¿A trabajar?, ¿cómo?
⎯ Tengo que ir a ver lo del menú de la cena a casa de Salvatierra, y preparar todo para la noche ⎯ le digo.
⎯ ¿Tú no cocinarás? ⎯ inquiere, y veo como en verdad la noticia le cae de peso ⎯, ¿a poco lo dijiste para engañarme y que aceptara ir? ⎯ habla.
⎯ Topi ⎯ le reclamo, y él me toma de la cintura para recostarme sobre la cama. Después, pone su cuerpo encima del mío, como si estuviera encarcelándome, y me sonríe.⎯ Nunca te he engañado y jamás lo haré. Sí, cocinaré yo, solamente que Óscar será la estrella principal de la noche, o qué, ¿quieres verme encerrada en la cocina y tú afuera hablando con Salvatierra?
Diego me sonríe y acaricia mi rostro.⎯ Me encantaría verte en la cocina. Extraño las veces que iba a esperarte al restaurante, ¿recuerdas?, mientras tú terminabas de cocinar los últimos platillos. Recuerdo tu filipina negra y cuando estabas embara… ⎯ y antes de que termine la frase, guarda silencio.
⎯ Está bien, no pasa nada ⎯ le tranquilizo ⎯, y cuando estaba embarazada me quejaba de que no podía moverme con libertad entre los cocineros ⎯ le recuerdo y él se ríe.
Nos quedamos un rato en silencio y él aun viéndome a los ojos, me dice.⎯ Intentemos tener otro bebé, Valle.
⎯ Topi ⎯ murmuro.
⎯ Lo sé, tal vez es una idea loca. No te digo que sea mañana, pero, sí que lo consideres, ¿quieres? Estoy consciente de lo que te estoy pidiendo, pero la idea de tener una familia contigo me supera. Solo piénsalo, ¿si corazón?
⎯ Prometo que lo haré.
Diego toma mi dije de perla y lo besa, esta vez o me dice nada, pero ambos sabemos la frase que viene ahí. ⎯ Esperaré paciente.
Le sonrío, acarició su rostro y luego digo.⎯ Me voy, regreso a las 3:00 pm para que en la noche podamos irnos a casa de Santiago.
Me levanto de la cama y él vuelve a recostarme.⎯ ¿Qué pasa si no te dejo ir?, ¿Salvatierra me regaña? ⎯ dice juguetón y comienzo a reírme.
⎯ No, pero prometí que lo haría. Te prometo que soy toda tuya esta noche, y las noches que estés aquí; aun así, ahora tengo que llegar temprano.
⎯ Como usted diga Chef ⎯ murmura y me deja levantarme de la cama, no sin antes darme una leve nalgada.⎯ Voy a recordar lo de la noche, ¿eh? Porque recuerda que…
⎯ A ti nada se te olvida y tú escuchas todo ⎯ y lo beso levemente en los labios. ⎯ Te dejé café hecho y el desayuno también. Te escondí el panque que hornee, recuerda dieta sí, panque de vainilla…
⎯ No ⎯ complementa con voz de niño chiquito. Después se vuelve a recostar en la cama abrazando la almohada.
Así, tomo mis cosas, salgo de ahí. Por primera vez voy sin preocuparme de que Jerry, el fotógrafo, me persiga por todas partes y me tome fotos hasta cuándo voy caminando hacia el bus.
Después de darle a Francisco un pedazo del panque de vainilla, dejo el edificio y justo en la puerta me encuentro a Salvatierra esperándome, recargado en su camioneta y sonriendo.
⎯ No te dije que yo llegaba a tu casa ⎯ le comento y él simplemente se acerca a mí.
⎯ Únicamente estoy pasando por ti Valle, no te estoy invitando a salir.
⎯ ¿Viniste desde tu casa para llevarme a tu casa?, ¿no es mucha gasolina desperdiciada? ⎯ pregunto, viéndolo a las gafas de sol.
⎯ La verdad es que me quedabas de paso, así que aproveché para recogerte ⎯ inventa.
Santiago echa su cuerpo hacia mí y luego se quita las gafas de sol. Sus ojos color miel me ven intensamente y por primera vez admito que estoy nerviosa. Sí, es guapo, atractivo, bastante simpático y es evidente que no le soy indiferente; eso lo hace aún más difícil.
⎯ Te ves muy hermosa hoy Valle, me gusta cómo amarras tu cabello, se ve muy sexi en ti ⎯ y con su mano toca uno de los mechones que caen ligeramente.
Le paro la mano y él abre los ojos sorprendidos.— No te acerques así ⎯ le pido con firmeza.
⎯ ¿Así cómo?⎯ y me da esa sonrisa coqueta.
⎯ Cómo lo estás haciendo ahora, y sobre todo en frente de los edificios donde vivo. Diego está allá arriba y no quiero que malinterprete esto si es que llega a verlo por la ventana.
⎯ Pero no hay nada que malinterpretar. Que te diga que eres hermosa no es nada malo, además el mismo Diego estará de acuerdo conmigo ⎯ y vuelve a jugar con el mechón de mi cabello.⎯ Si yo fuera él no te dejaría ni un momento sola, siempre regresaría a dormir a tu cama Valle ⎯ me murmura con una voz tan sensual que endulza mis oídos.
Me alejo un poco y trato de controlar todas las sensaciones que siento en ese momento. Sí, soy fiel a mi marido, pero tampoco soy de piedra y Santiago no es una persona que pueda decir esas cosas e ignorarlas sin más.
Respiro, y quitando su mano le digo. ⎯ Tú y yo somos posibles socios Santiago y tal vez estemos empezando una amistad. Pero te advierto, no llegaremos a más, así que no insinúes nada. No te hagas fantasías en la cabeza porque no va a funcionar. Yo estoy casada y estoy enamorada de Diego, ¿te queda claro o te lo pongo claro de una vez? ⎯ comento firme.
⎯ Eso me queda muy claro, Valle, me lo recuerdas todos los días ⎯ responde, en un tono de reto.
⎯ Y todos los días tú lo olvidas, así que procura recordarlo, ¿estamos?
Abro la puerta de la camioneta y me subo dejándolo de pie afuera. Mientras él se sube del otro lado, echo un vistazo hacia la ventana de mi piso para saber si Diego de casualidad nos vio, no quiero que nada se malinterprete y que, de pronto todo, lo que supuestamente Sam le dijo se haga realidad y comience a meter dudas.