CAPÍTULO 19: La sorpresa

883 Palabras
[Diego] Con un pantalón n***o formal, una blusa gruesa de color blanca y a combinación un abrigo, mi esposa camina por la calle conmigo mientras orgulloso la tomo de la mano. Ambos estamos perfectamente arreglados, ya que acabamos de salir de un desayuno de beneficencia. Hoy tengo el resto del día libre, he decidido seguir el consejo de mi madre y mostrarle a Valle un lugar que siempre me ha gustado para un restaurante. Tal vez no tenga la visión que ella tiene, pero al menos sé de locales bonitos. Caminamos lento mientras el frío nos pega en el cuerpo. Hoy el frío en Mendoza está fatal, pero debo admitir que ese conjunto que Valle trae, me hace sentir mucho más caliente que cualquier abrigo grueso que pueda usar. Mientras camina, no puedo dejar de admirarla y sentirme increíblemente orgulloso de ser su esposo; en realidad estoy enamorado. ⎯ ¿Ya me dirás donde vamos?, en verdad no puedo caminar tanto con estas botas, Topi ⎯ me pide. ⎯ Lo sé, y no digas que no te insistí con traer el chofer. Tú querías caminar por Mendoza románticamente ⎯ respondo y sonrío. ⎯ Sí, pero no cuadras y cuadras, en verdad no sé qué penitencia estoy pagando ⎯ me reclama. ⎯ Ninguna penitencia; sin embargo, si te cansas te cargo hasta el lugar ⎯ y la tomo de la espalda y la cargo entre mis brazos, haciendo que ella ría divertida. ⎯ ¡Me vas a tirar Diego! ⎯ me dice sonriendo y yo sigo caminando. ⎯ Nunca, además, estoy no es nada, en el gimnasio cargo más peso. ⎯ ¡Qué presumido!⎯ contesta y sujeta la pequeña cartera con una de sus manos y mi cuello con otra. Camino con ella así una cuadra más y luego la bajo lentamente en frente de un local enorme ⎯ ¡Y aquí estás! ⎯ le digo mientras le muestro. ⎯ ¿Un local? ⎯ me pregunta. ⎯ Tu local Valle Sandoval, imagínate que allá arriba diga «Casa Sandoval». ⎯ No, no, no ⎯ responde entre risas. ⎯ No vine a Mendoza a trabajar, vine a ser esposa de Diego D’Angelo y disfrutar de las delicias de no trabajar ⎯ bromea. ⎯ Eso ni tú te la crees ⎯ rebato. La tomo de la cintura.⎯ Corazón, sé que estás aburrida y que necesitas hacer algo, vamos, únicamente entramos, lo vemos y si no te gusta nos vamos al piso y te hago el amor una vez más como hoy por la mañana. ⎯ Pensé que la que te hizo el amor hoy por la mañana había sido yo ⎯ me reclama. ⎯ El amor se hizo y eso es lo que importa ⎯ le contesto y ella ríe. ⎯ Venga Valle, solo es ver, no te ata a nada. Ella me besa ligeramente en los labios y luego se separa. ⎯ Bueno, entra tú, voy a ver algo por acá afuera que llamó mi atención. Así, entro al local y de inmediato el dueño se acerca con una sonrisa y me saluda. Lo veo más alto que yo, vestido de unos jeans azules, un suéter de cuello alto, color n***o, y un abrigo n***o. Se quita las gafas de sol y se sorprende. ⎯ ¿Diego D’ Angelo? ⎯ pronuncia mi nombre sin poderlo creer. ⎯ Así es… ⎯ Soy Santiago Salvatierra, hablé contigo la semana pasada. ⎯ ¡Claro!, lo siento, no era mi intención olvidar tu nombre ⎯ me disculpo. ⎯ No pasa nada ⎯ contesta, luego voltea a ver el lugar y lo muestra con la mano.⎯ ¿Te gusta? ⎯ me pregunta. ⎯ A mí sí, pero yo no soy quién dará la última palabra en esto ⎯ respondo sonriente. ⎯ ¿Qué es lo que piensas hacer aquí? ⎯ inquiere, mientras ambos caminamos por el sitio. ⎯ Un restaurante, pero aún no es seguro. ⎯ ¿El restaurante es para ti? ⎯ me pregunta él. ⎯ No, sería para mi esposa, ella es chef, y estoy tratando de convencerla de que abra un restaurante en Mendoza. ⎯ ¡Ah!, eres casado ⎯ menciona de inmediato. ⎯ Sí, me casé hace casi un año con una México - Americana, acabamos de regresar de San Diego. ⎯ ¡Felicidades!, tal vez pueda cooperar con el convencimiento ⎯ se ofrece simpático. ⎯ No estaría mal, aunque lo dudo ⎯ contesto. ⎯ Te deseo suerte ⎯ y ambos nos reímos. En ese instante, Valle entre por la puerta y escucho algo que llama mi atención.⎯ ¡Guau! ⎯ murmura Salvatierra, y al voltear de nuevo lo veo sonriendo como un idiota mientras ve a mi esposa. Sé que mi esposa es guapa y que causa impacto. También quiero pensar que yo tenía esa cara cuando la vi por primera vez. Sin embargo, admito que su reacción no me cae en gracia. ⎯ Topi, no creo que este lugar sea el indicado. No hay rampa de acceso para… ⎯ y de pronto abre los ojos, sorprendida y se queda en silencio. ⎯ Santiago, te presento a mi esposa, Valle Sandoval ⎯ y ella se queda todavía paralizada, pero, en segundos, reacciona. ⎯ Un gusto ⎯ saluda, estirando la mano para saludarlo. ⎯ Encantado señora ⎯ dice muy propio, pero su mirada no me gusta nada.
Lectura gratis para nuevos usuarios
Escanee para descargar la aplicación
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Autor
  • chap_listÍndice
  • likeAÑADIR