[Valle]
⎯ Te has lucido con la cena definitivamente, Valle ⎯ me dice uno de los socios de Salvatierra, mientras termina de comer el platillo fuerte.
⎯ Gracias, pero fue un trabajo entre Óscar Salvatierra él debería llevarse todo el crédito ⎯ admito.
Diego me toma de la mano por debajo de la mesa y yo volteo a verlo. Le sonrío y él me da una leve sonrisa. Sé que él no estaba de acuerdo con venir, pero desde hace rato noto un cambio de actitud, está más callado que de costumbre. Aprieto su mano y él sube la mía a sus labios para darme un beso, tan sutil y suave que me sonroja.
⎯ ¡Qué suerte tienes de tener a una mujer como Valle para que te cocine así!⎯ le dice a Diego, otro socio más o menos de la misma edad que Salvatierra.
⎯ Sí, soy un hombre muy afortunado ⎯ responde esbozando una sonrisa más amplia ⎯ y desafortunado a la vez, ya que después de probar su comida ahora todo lo demás se me hace insípido ⎯ bromea.
Todos los presentes ríen a carcajadas, incluso mi esposo lo hace. Noto su cambio de actitud a una más positiva y me alegro. Lo menos que deseo es que se sienta incómodo.
⎯ ¿Entonces?, abrirás un restaurante en Mendoza? ⎯ pregunta la esposa de uno de ellos.
⎯ No, por ahora no ⎯ respondo tranquila ⎯ no es el objetivo de estar aquí en Argentina.
⎯ Yo digo que deberías hacerlo, tienes todo, la sazón, la garra, la experiencia, el talento, no es que seas una novata en esto ⎯ me dice Salvatierra un poco exaltado.
⎯ Acabo de abrir un restaurante en Nueva York, creo que ya tuve mi dosis ⎯ comento.
⎯ ¡Claro! ⎯ expresa de inmediato uno de los socios ⎯ Sandoval, con razón se me hacía conocido. Mi esposa y yo comimos hace unas semanas ahí en nuestro viaje anual a Nueva York. Nos atendió un joven Xico, Xico…
⎯ Pedro Xicontencatl, mi socio ⎯ admito con orgullo.
⎯ Sí, el restaurante quedó genial, debes estar muy orgulloso, Diego ⎯ le dice Lore, la esposa del socio, feliz.
⎯ Lo estoy, estoy orgulloso de ella ⎯ contesta.
⎯ ¿Y por qué no quieres abrir un restaurante aquí? ⎯ me vuelve a preguntar Salvatierra.
⎯ Porque mi papel aquí es diferente, estoy apoyando a mi esposo ahora y solamente me place cocinar para él. Además, no soy ambiciosa como tú ⎯ y los demás se ríen ⎯, soy feliz con lo que tengo hasta ahora, y estoy segura de que si se me pega la gana abrir un restaurante aquí, Diego estará ahí conmigo para ayudarme, como lo hizo con el restaurante de Nueva York.
⎯ ¿En el restaurante de Nueva York? ⎯ pregunta Lore.
⎯ Sí, si no hubiera sido por él y su apoyo en San Diego, no hubiera podido abrir el restaurante a tiempo ⎯ volteo y lo veo sonriente.⎯ Diego asumió muchas tareas aparte de su trabajo, cocinó, limpió la casa, cuido a nuestro Beni y se encargó de todo mientras yo me concentraba en el restaurante ⎯ Diego me sonríe.⎯ Por eso ahora es mi turno y aquí estoy en Mendoza, apoyándolo ahora.
Diego me ve a los ojos y de pronto ese escudo vuelve a formarse cubriéndonos a los dos.⎯ Gracias ⎯ me murmura y me da un beso sobre la frente.
⎯ De nada ⎯ contesto feliz ⎯ ¿quieres postre?, te hice mousse de chocolate.
⎯ ¿Solamente a él le hiciste postre? ⎯ me interrumpe Salvatierra. Tanto Diego como yo volteamos a verle.
⎯ A mi esposo sí ⎯ contesto tranquila ⎯ a ti, tu hermano te hizo otra cosa ⎯ aclaro. Me pongo de pie.⎯ Voy a la cocina.
Así entro a la hermosa cocina de Salvatierra, que me recuerda mucho a la que tenemos en nuestra casa de campo y a la que añoro regresar. Voy hacia la nevera para tomar el mousse de chocolate y empezar a servirlo. Me encuentro tan concentrada en lo que estoy haciendo que la voz de una niña me distrae.
⎯ Hola ⎯ me dice una niña rubia, con el mismo color de ojos que Santiago.
⎯ Hola ⎯ respondo alegre ⎯ ¿Quieres postre? ⎯ y le ofrezco un mousse de chocolate.
⎯ No, mi papá no me deja comer chocolate por la noche, y ni siquiera puedo estar aquí.
Me acerco a ella y le sonrío ⎯ ¿Eres la hija de Salvatierra, cierto?
⎯ Sí, y tú eres Valle Sandoval, mi papá está enamorado de ti ⎯ me dice sin rodeos y yo sonrío.
⎯ ¿Enamorado de mí?, ¿cómo sabes eso?
⎯ Se lo dijo a mi tío la otra vez, dijo que eras su mujer ideal, así que quería conocerte.
Le estiro la mano y ella hace lo mismo. ⎯ Mucho gusto y ¿tú te llamas?
⎯ Isabella Salvatierra.
⎯ Mucho gusto Isabella Salvatierra ⎯ ella ve el postre y luego me ve a mí. ⎯ Si tú no le dices a tu padre, yo no le digo nada ⎯ y la tomo de la mano para llevarla al comedor que está dentro de la cocina. Isabella se sienta y yo le doy la copa de mousse de chocolate con un poco de crema batida.
⎯ Gracias, Valle ⎯ dice feliz mientras se lleva una cucharada grande a la boca.
Por un momento nos quedamos calladas mientras veo cómo disfruta el postre, después vuelve a verme con esa mirada inocente y angelical ⎯ ¿Es cierto que Diego D’Angelo está aquí? ⎯ me pregunta.
⎯ Así es, está allá afuera platicando con tu padre y tu tío.
⎯ Él hacía el vino que más le gustaba a mi mamá, ¿sabes?, siempre decía que era algo para deleitarse. Yo no lo puedo probar, pero, ¿sabes si podré conocerlo?
⎯ No veo por qué no ⎯ e Isabella sonríe.
⎯ Antes de ir por él, ¿te gustó el mousse?
⎯ Me encantó ⎯ y veo cómo le da la última cucharada y luego la deja sobre la copa.⎯¿Crees que también lo pueda probar Thiago?
⎯ ¿Thiago? ⎯ pregunto.
Isabella se pone de pie.⎯ Tú ve por Diego y yo por Thiago, ¿sí? ⎯ me pide, para luego salir corriendo de la cocina sin darme tiempo de reaccionar.
Por un momento me quedo sin saber qué hacer, pero rápido me recupero y voy hacia la puerta que da al comedor para llamar a mi esposo. Diego, tan solo ve mi mirada, se pone de pie y va hacia mí.
⎯ ¿Todo bien? ⎯ me dice sonriente.
⎯ Creo que tienes a alguien que quiere conocerte ⎯ le digo sonriente.
Isabella vuelve con un niño de aproximadamente 3 años tomado de su mano, viene un poco adormilado ⎯ Él es Thiago ⎯ dice feliz ⎯ ¿crees que le puedas dar mousse de chocolate también? ⎯ me pide.
Diego le sonríe y yo cargo a Thiago y lo tomo entre mis brazos. El niño acomoda su cabeza sobre mi hombro y cierra los ojos.
⎯ Creo que Thiago estaba dormido ⎯ me murmura Diego y luego se agacha para ver a Isabella ⎯ Tú eres la pequeña que quería conocerme. Creo que te conozco.
⎯ Sí, fui al estreno de tu nuevo vino. A mi mamá le encantaba, decía que era uno de los mejores del mundo.
⎯ Cierto ⎯ admite mi esposo con ternura.
⎯ Solamente quería aprovechar para verte de nuevo ⎯ y se acerca a su oído y le murmura lo más bajito que puede ⎯, eres muy guapo ⎯ y él sonríe.
⎯ Y tú creo que eres muy bonita.
⎯ Me parezco a mi mamá.
De pronto Thiago se queda dormido entre mis brazos y esa sensación de nostalgia me invade un poco. Tal vez Emma no tendría la edad de él, pero seguro en este momento estaría de la misma manera dormida.
⎯ Si Thiago ya se durmió, ¿puedo comerme su mousse de chocolate? ⎯ pregunta Isabella.
⎯ Creo que lo mejor es que regresaras a la cama ⎯ le dice Diego tierno.
⎯ Te dejaré todo el mousse de chocolate que quieras en la nevera y le diré a tu tío que te lo dé mañana, ¿va? ⎯ le prometo a Isabella y ella sonríe.
Diego se acerca a mí y acaricia el cabello de Thiago, puedo sentir su calor junto a mi cuello y debo admitir que es una sensación que me mueve mucho. ⎯ ¡Isa! ⎯ se escucha la voz de Salvatierra entrando a la cocina ⎯, no te dije que te durmieras ⎯ y su padre la carga con ternura para luego hacerle cosquillas, la niña se ríe divertida ⎯, y despertaste a tu hermano ⎯ habla, mientras me ve cargándolo.
⎯ También te dije que quería ver a Diego y no me hiciste caso ⎯ le reprocha.
⎯ Pero si ya lo viste antes.
⎯ No pasa nada ⎯ contesta mi, esposo amable ⎯ tu hija puede verme cuando quiera, es la ventaja de que su padre me conozca ⎯ y le sonríe.
⎯ ¡Ves!, te dije que no le importaría ⎯ responda Isabella en forma de reclamo.
Salvatierra me ve de nuevo y admito que su mirada me incomoda.⎯ Le agradas a Thiago, no se queda dormido tan rápido con otras personas, pero contigo parece que se acomodó bastante bien.
⎯ Bueno, supongo que tenía mucho sueño ⎯ él baja a su hija y yo le entrego al niño de inmediato.
⎯ Lo siento, los llevaré a dormir.
⎯ Hasta luego, Diego ⎯ dice la niña sonriente.
⎯ Hasta luego Isabella.
Todos se alejan y Diego y yo nos quedamos solos en la cocina. Él me toma de la cintura y me ve a los ojos ⎯ ¿Quieres mousse de chocolate?
⎯ Ya me quiero ir, ya te compartí mucho. Ya quiero estar a solas contigo y besarte hasta que se me desgasten los labios.
⎯ Muy bien ⎯ concuerdo y comienzo a caminar hacia la puerta de la cocina.
Diego me jala del brazo y me atrae hacia él. ⎯ Nunca te dije que no te llevaras el Mousse ⎯ y yo arqueo una ceja y él sonríe. ⎯ Yo no dije que no quisiera, solo no lo quiero comer aquí ⎯ aclara, mientras se muerde el labio.
Yo solo me río.