Eva No sabía si reírme o llorar. Obviamente que mi ego aumentaba al saber que estando con ella pensaba en mí, y lo hacía todavía más de saber que llamarla por mi nombre había sido la causa de la separación. Pero lo cierto es que aunque trataba de no hacérselo notar, siempre me ponía como loca saber que se acostaba con ella. Era cierto que yo no podía reclamar nada, pues también estaba casada, pero al menos yo no llegaba a casa y me ponía a fo. llar con mi marido, con quien por cierto, compartía cama pero más nada desde el momento en que habíamos sido padres. De todas maneras, en cierto punto me alegraba saber que me había sacado una gran rival del camino. El tema era por cuánto tiempo eso sería así, pues no estaba segura de que Franco siguiera tolerando por mucho más tiempo el pequeño d