Julián
Después del día pesado que tuve ayer, hoy me siento muy bien y me siento con ganas de ir al trabajo, eso ya es mucho decir considerando que odio mi trabajo.
Así que me voy a dar un dulce baño que dura por lo menos diez minutos y salgo con la toalla envuelta en mi cintura, busco algo que ponerme en mi armario y como siempre está bien ordenado encontré mi ropa rápido.
Escogí una camisa azul oscuro y un pantalón jean n***o, me puse mis zapatos y un chaleco del mismo color del pantalón, dejé los dos botones de arriba de mi camisa sueltos y me puse gel en el cabello peinándolo para atrás como siempre.
Ya estando listo para salir sin olvidar mi reloj, que me lo regaló mi padre en uno de sus viajes a Italia, me desayuné huevos revueltos como me gustan con tocino y chocolate caliente, mi nana prepara un chocolate delicioso, después de desayunar me fui a la constructora ya era muy, muy tarde, pero como soy hijo del dueño y estaba enfermo se me perdona.
Voy conduciendo en mi BMW azul, escuchando música a todo volumen y aún falta poco para llegar a la constructora, no apresuro el paso, tampoco estoy tan ansioso, solo me siento con mucha energía. Pienso en Mercedes no sé que hacer, creo que ya debo comprometerme con ella, no se merece que la trate así, se mantuvo cerca de mi todos estos días que estuve enfermo, me cuidó y todo eso después de que yo la rechacé, me siento un patán, pero que puedo hacer si no la amo como debería. No me puedo obligar a amarla, en el corazón no se manda, es él quien nos manda a nosotros.
Ya estoy cerca de la empresa me paro en el semáforo hasta que cambia, voy cruzando por el frente de la empresa para estacionar en el estacionamiento, cuando de repente sale una mujer de la misma, parece estar molesta y no mira hacia los lados, en cambio a mí, aunque lo intento no me da tiempo frenar así que la atropello accidentalmente, pero como intenté esquivarla y frenar a tiempo no creo que la haya golpeado fuerte o que le haya hecho tanto daño. De igual forma salgo corriendo para ver si se hizo algún grave daño, pero cuando me acerco a ella está consciente y suspiro aliviado, aunque parece aturdida por el golpe.
- ¿Señorita? - Dije preocupado. - ¿Está bien?
- Si. - Logra decir y me acerco para ayudarle a ponerse de pie.
- Lo siento, lo siento mucho. - Me disculpé y aun no lograba ver su rostro, ya que no levantaba la mirada.
- ¡Auch! - Chilla y sé que se queja de dolor, algo debió hacerse.
- Creo que se fracturó el tobillo, tendré que llevarla al hospital. - Pienso que antes debo saber que tan grave está. - ¿Cree que pueda caminar?
Ella hace el esfuerzo, pero cuando la suelto y pone fuerza en su pie no puede quedarse parada así que cuando se va a caer no lo pienso dos veces y la agarro de la cintura para evitar que se estreche contra el suelo, no podría soportar que de nuevo se haga algo más por mi culpa.
Es ahí cuando ella me mira y mi corazón da un vuelco o siento que se va a salir de mi pecho, es la mujer más hermosa que he visto, me pierdo en sus ojos mirándola fijamente y ella me mira igual, es como si el tiempo se hubiera detenido y el dolor se hubiera ido de ella, pero en un movimiento ella se queja y me hace reaccionar.
- Vamos. - La tomo en mis brazos pasando una de mis manos por sus rodillas y la otra en su espalda.
Le abro la puerta del copiloto y la dejo allí, cierro la puerta nuevamente y voy a recoger sus cosas que aún están en medio de la calle, voy a mi lugar en el auto y me dispongo a conducir.
En el camino no hablamos nada, ella solo se quejaba por ratos debido al dolor y yo solo la miraba, aunque disimuladamente, en una la descubrí mirándome igual.
El camino no fue largo y cuando llegamos volví a tomar sus cosas pues en el bolso debía tener por lo menos su identificación y la necesitaría, la tomé en brazos y la llevé hasta la puerta donde un hombre me puso una silla de ruedas al frente y yo la senté allí con suma delicadeza, le expliqué al doctor lo que había ocurrido mientras la llevaban a una de las habitaciones, el doctor solo se limitó a asentir y decir que aguardara en la sala de espera.
Sé que solo pasaron unos minutos, pero para mí fueron eternidades así que llamé a mi padre para decirle lo que pasaba y que tal vez no pudiera ir a comer, él se mostró comprensivo.
El doctor salió y me dijo que podía pasar a ver a la mujer que aún no conocía su nombre así que fui hasta su habitación y toqué la puerta, ella me dejó pasar sin problema alguno y fue cuando la vi sentada en una camilla con un yeso en la pierna izquierda.
- Mmmm... - No sé que decir. - Lo siento mucho. - Me rasco la nuca mientras me acerco lentamente.
- No tienes porque, fue mi culpa. - Ella me regala una sonrisa que me roba el aliento. - Iba muy enojada y no miré por donde iba.
- Bueno, ¿Cómo te sientes? - Pregunto acercándome y quedando a su lado, su perfume llega a mis fosas nasales y me siento embriagado por su olor, atraído como un imán.
- ¿Tú que crees? - Levanta una ceja y vuelve a sonreír, me arriesgo a pensar que no está para nada molesta.
- Si. - Sonrió nervioso, no sé qué me pasaba, pero de repente me sentía hasta con miedo de hablar porque solo salían estupideces de mi boca. - Que torpe soy, te atropellé y ahora pregunto como estas, cuando es obvio que no estás bien, pues tienes un yeso y seguro que te duele. - Digo rápido y ella me mira con una amplia sonrisa. Creo que no entendió nada de lo que dije. Soy un payaso.
- Pues tienes razón, pero ya no aguanto estar aquí. - Se para de la camilla y es cuando logro visualizarla mejor, tiene una larga cabellera color caoba que le llega por las caderas, es el cabello más largo que he visto, tiene unos ojos cafés muy profundos y la piel bronceada, sus labios son perfectos y tiene unas notables curvas, es una diosa y me quedo embobado mirándola por unos segundos. - ¿Podrías ayudarme? - Dice sacándome de mis pensamientos, o mejor dicho del trance en que me había sumergido por estar mirándola.
- Aah, si claro. - Me dirijo a ella y la ayudo con las muletas.
- El doctor dijo que puedo irme a casa, y créeme que es lo que más quiero. - Tomo sus cosas y se las paso. – Gracias em...
- Julián, Julián Gandara. – Me presento y ella muestra cara de asombro, como si no me conociera lo que es muy extraño porque nuestra familia es muy conocida, pero no le doy importancia.
- Mucho gusto, Virginia Morales. - Le estrecho la mano cuando me la extiende y luego me señala su zapato y se lo paso, entonces ella lo entra en su bolso.
- Vamos, te llevo a tú casa. - Salimos de la habitación y no voy a negar que me parecía un poco graciosa su forma de usar las muletas, pero evité reírme para que no termine odiándome, ya que es mi culpa que esté así.
Íbamos en mi auto y no habíamos dicho nada, pero tengo curiosidad por conocerla así que entre tanto pensar se me ocurre una idea.
- Es tarde y creo que aún no has comido, así que pensé que tal vez aceptaras que te lleve a comer, por lo menos para compensar algo. - Ella me mira de repente, creo que va a decir que no, pero me sorprende con un asentimiento.
- Claro, a decir verdad, estoy hambrienta. - Se pone la mano en el abdomen y sonríe.
- Bien, conozco un lugar que te va a encantar. - La miro con una sonrisa y la suya se vuelve más amplia, como si le gustara que le sonría.
- Sorpréndeme. - Vuelve a sonreír abiertamente y esa sonrisa ya me está provocando muchas cosas, no lo voy a negar.