Capítulo 12

1696 Palabras
Marcela Ha pasado un día desde que ocurrió mi encuentro con “el jefe”, obviamente le tuve que inventar algo a Vanessa y a mi madre para justificar que estuve fuera tanto tiempo. No podía decirle a nadie mi nuevo trabajo, o que me había aliado con el capo más peligroso del país. Estaba desayunando cuando escucho el timbre sonar, anoche no salí de casa porque me encontraba muy cansada, así que decidí quedarme y hoy me dio tiempo a desayunar con mi madre y Vanessa. - Yo voy. - Le digo a Vanessa y me dirijo a la puerta. Al abrir no veo a nadie, miro a los dos lados y nada, cuando voy a cerrar la puerta me detengo y miro al suelo, hay un sobre naranja con mi nombre, lo tomé suspicaz y entré. Caminé hasta mi cuarto mientras miraba el sobre sin tener la menor idea de su contenido, escuché que mi celular sonaba así que tiré el sobre en la cama y fui por mi celular que estaba en el pequeño escritorio, pero cuando lo veo no tengo ninguna llamada así que miro hacia la cama y corro hasta ella, tomo el sobre y lo abro en el hay un celular y tiene una llamada entrante así que la cojo. - ¿Hola? - Digo con la voz baja sin saber por qué. - Pensé que no ibas a contestar. – Reconozco la voz de “el jefe” y la piel se me pone de gallina, aun así, no dejo que me intimide. - Pero ya lo hice. – Respondo sin nada de emoción. - Si, ya lo sé, solo quería recordarte que hoy debes ir a la empresa a empezar tu trabajo. – Me recordó con voz mandona haciéndome torcer el gesto en disgusto. Odio que me estén mandando. - Lo sé... - Él me interrumpió antes de que pudiera continuar. - Tienes dinero en el sobre para que vayas a comprar ropa decente y vayas hoy mismo. ¿Entendido? - Levantó la voz en la última palabra y mis ganas de matarlo aumentaron. - Esta bien. – Suspiro y no termino de hablar cuando me cuelga. Que mal educado. Miro dentro del sobre y hay dinero, se ve una buena cantidad, así que para que no se haga tarde tomo mi bolso color n***o y entro algunas cosas normales, claro mi pistola no se queda, nunca la dejo, cambio mis sandalias por unas plataformas negras y me voy por un taxi, por suerte lo encuentro rápido porque no tengo ganas de esperar. Me dirijo al centro comercial y entro a una boutique donde busco ropa formal, ahí empiezo a mirar y encuentro un lindo conjunto n***o (no piensen mal, pero mi color favorito es el n***o), consta de una falda que me quedaría dos dedos por encima de las rodillas, una chaqueta negra y una blusa de un material sencillo color vino, lo cojo y sigo caminando por la boutique, no tengo mucho tiempo así que me apresuro a tomar las más necesarias y algunos zapatos y bolsos para combinar. Pago la cuenta y salgo de allí, tomo otro taxi y me dirijo a mi casa lo más pronto posible, son aproximadamente las nueve de la mañana, llego pronto a mi casa y otra vez no hay nadie así que voy a mi habitación y me doy un baño rápido, no moje mi cabello ya que lo había lavado más temprano solo le hice unas cuantas hondas y necesitaba darme prisa. Tomé otro taxi y me dirigí a la Constructora Continental, una vez en frente de ella respiro profundo, después de que entre allí no hay vuelta atrás, me preparo mentalmente, luego entro y saludo cordialmente al guardia de entrada quien me ve con cara de bobo. Voy a recepción y doy mi identificación para que me dejen entrar a ver al presidente de la empresa, Juan Carlos, la recepcionista me lo da con mucho gusto y una sonrisa en el rostro, la cual yo le devuelvo, subo al elevador y presiono el botón para el tercer piso. Voy muy tranquila, a veces me sorprendo yo misma porque debería estar con los nervios a flor de piel. El elevador se abre y yo busco la oficina del presidente y la encuentro, me encamino hacia allá, pero recuerdo que no puedo ser tan estúpida tengo que tratar con la persona que contrata el personal así que me acerco a la secretaria de Juan Carlos. - ¿Disculpe? – Saludo en voz baja y con una sonrisa. - ¿Si? - Ella me mira entre todas sus ocupaciones. - Podría decirme ¿Dónde está el encargado de recursos humanos, o sea, donde está su oficina? - Ella me mira confusa y levanta una ceja, pero al final señala con el dedo hacia su derecha. - Es allí. - Le agradezco y camino hacia esa oficina. Está un poco retirada de las demás y no tiene secretaria, por lo que decido tocar la puerta. Escucho una voz que dice pase así que entro. - Buenos días. – Saludo, eran como las diez casi las once de la mañana. - Disculpe señorita. - Le sonrío. - ¿Necesita algo? ¿Le puedo ayudar? - Mi nombre es Mar... - Me interrumpo a mí misma y sacudo levemente mi cabeza. - Virginia Morales y vengo a solicitar empleo. - Él me escanea con la mirada. - Tome asiento. - Señala una silla frente a su escritorio. - Señorita no estamos ofreciendo empleo a nadie, estamos llenos. - Sigue mirándome entera y deteniéndose más tiempo en mis pechos, me da asco, es un hombre maduro, tiene el cabello gris y los ojos negros, barba y algo de bigote, además usa lentes, soy... perdón, era prostituta, pero tengo buen gusto. Así que decido sentarme para que deje de comerme con la mirada. - Pero... no puede haber algo que pueda hacer por mí. - Le paso mi currículum, pero él se detiene a ver mis piernas, ya que me puse el conjunto n***o que vi en la boutique y se me sube un poco al sentarme y la mesa de cristal no me ayuda. - Necesito mucho el empleo. - Bueno veré que hago, voy a hablar con mi jefe. - Se para de su asiento y se dirige a la puerta, pero antes de salir vuelve a examinarme completa. - Espera aquí. Cuando sale respiro profundo y me siento aliviada, por suerte tengo el don de ser como un camaleón y puedo estar en cualquier entorno y verme nativa de allí, podría ser un barrio, una empresa, un baile elegante, un condominio, etc... Siento que minutos después abren la puerta y giro para ver quién es y me encuentro con el mismísimo Juan Carlos, claro el otro señor esta con él. - Buen día. - Dice Juan Carlos y yo me pongo de pie y le sonrío a modo de saludo. Me permito examinarlo con la mirada y tengo que admitir que está mucho mejor en persona, demasiado bueno para la edad que tiene, tal vez liarme con él no sea un sacrificio del todo. - Ella es la señorita que le había dicho que solicitaba empleo señor y tiene un excelente currículum. Además de que necesitamos a alguien con sus conocimientos en la situación que estamos actualmente. - Me apoya el hombre raro y no me pasa desapercibida la forma en que menciona aquella “situación” haciendo que Juan Carlos frunza los labios y junte las cejas. Creo que quiere llevarme a la cama y por eso me apoya tanto, eso puede estar a mi favor. - Lo siento mucho, señorita, pero no tenemos vacantes. - Se disculpa Juan Carlos y me hace enojar ¡¿Qué coño?! Él no sabe todo lo que me costó estar aquí o peor aún. Lo que perdía si no entraba en esta maldita empresa. - Cuando tengamos le avisamos, por favor deje su número de contacto para llamarla. - Pero yo necesito el trabajo, podría trabajar como secretaria del señor. - Finjo una sonrisa y señalo al tipo ese al cual le encantaría tenerme como su secretaria. - Horacio no necesita secretaria. – Negó. Ya sí que me está haciendo enojar. - Entiendo - Bajo el rostro al frente para fingir tristeza. - Gracias de todos modos, lamento interrumpir en su valioso tiempo.  - Tomo mis cosas y salgo de ahí, estoy frustrada este tipo es más difícil de lo que pensé. Salgo del edificio y estoy tan enojada aún que podría romper cualquier cosa que se me atraviese en el camino, sentí varias miradas a mi alrededor porque salía maldiciendo iba a cruzar la calle cuando ¡¡¡PUM!!!, siento un golpe y el dolor recorre todo mi cuerpo, caigo al suelo y miro un auto, he sido atropellada ¿En serio? Eso era lo que me faltaba. Escucho una voz de un hombre que se acerca a mí. - ¿Señorita? - Se escucha preocupado - ¿Está bien? Que pregunta más estúpida ¡Me acaba de atropellar! - Si. - Logro decir en voz baja, él se acerca a mí y me ayuda a pararme. - Lo siento, lo siento mucho. - Se disculpa, aun no sé quién es. - ¡¡Auch!! - Siento un dolor fuerte en mi tobillo y por toda la pierna izquierda que me hace gritar. - Creo que se fracturó el tobillo, tendré que llevarla al hospital. - No levanto la mirada aún, solo miro mi pie que me está doliendo horrores. - ¿Cree que puede caminar? Intento hacerlo, pero me desplomo de nuevo hacia el suelo y espero el golpe al chocar con el duro asfalto, pero este nunca llega gracias a que unas manos envuelven mi cintura, es ahí cuando miro a la persona que me atropelló y luego me salva de un fuerte golpe contra el suelo. Nuestros ojos se conectan y ¡¡No lo puedo creer son los ojos más lindos que he visto en mi vida!! ¿Pero que estoy diciendo aun me duele el pie?
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