Marcela
Desperté en un lugar desconocido nuevamente, al parecer hoy además de ser el día de chocar a Marce también era el día de despertar en lugares desconocidos sin saber que había pasado o como había llegado allí.
Quiero abrir los ojos y lo intento, pero no puedo, apenas logré separar un poco los párpados para que estos vuelvan a caer de nuevo. Intento moverme, pero tampoco puedo, siento una fuerte presión en mi cintura, al parecer estaba atada y tampoco podía mover mis manos, estaban atadas, mis pies por igual dándome cuenta al sentir la presión en mis tobillos y por la forma en la que sentí flexionadas mis rodillas supe que estaba sentada. Era como si empezara a sentir de nuevo, como si mis sentidos se empezaran a despertar y siento cada parte de mi cuerpo, la dureza de la silla, la temperatura del lugar, pero sobre todo el mareo que me superaba.
Moví mi cabeza para ver si lograba despertar, pero un gemido salió de mis labios por el inmenso dolor que tenía en mi cuello, parece que estuve en esa posición durante mucho tiempo.
Sentí una respiración cerca y una mirada que al parecer me recorría, había alguien más en ese lugar, intenté nuevamente abrir mis ojos y lo logré por unos segundos, luego se me cerraron, los párpados me pesaban, hice un segundo intento y pude divisar una luz, parecía ser una lámpara colgando del techo. Esperé un par de minutos para poder volver a abrirlos y mi vista aún era nublada, pero pude divisar mejor el lugar y esta vez no se me volvieron a cerrar los ojos.
- Al fin despiertas. - Escuché una voz ronca y miré hacia el lugar de donde venía, mi vista ya no estaba tan nublada, poco a poco lograba enfocar mejor y pude distinguir un hombre que se sentó frente a mí haciendo tintinear el hielo de su vaso al chocar el cristal mientras movía el líquido que este contenía, logré visualizar que tenía el cabello rizo y grisáceo, parecía de unos aproximadamente cincuenta años. No me daba miedo así que lo miré desafiante.
- ¿Quién eres? ¿Qué hago aquí? Y ¿Por qué? Además, ¿Dónde estoy? – Pregunté sin dudar, no entendía nada, hasta hace un segundo estaba frente a mi casa y ahora… en un lugar que claramente no era mi casa.
- Una pregunta a la vez. - Fue lo único que respondió haciéndome rabiar, pero suspiré para mantenerme calmada, en estos casos lo peor era alterarse.
- ¿Quién eres? - Volví a cuestionar entrecerrando un poco los ojos, me parecía suspicaz. ¿Por qué este hombre que no conozco me tenía aquí secuestrada? Si yo normalmente soy la que ayudo a los chicos a secuestrar personas.
- Soy la pesadilla de mucha gente, el temor de la policía, la sombra que nadie ha podido atrapar. - Rodé los ojos, vaya forma de presentarse. - Soy el jefe.
Con esas palabras me quedé atónita, abrí los ojos como platos al escuchar esas últimas palabras, estaba frente al hombre más buscado en creo que diez países en Latinoamérica o más por tráfico de drogas, armas, personas y ataques terroristas en Chile y Colombia.
- ¿Qué hago aquí? ¿Qué es lo que quieres de mí? – Le pregunté desafiándolo, aunque sabía que era peligroso no me daba miedo, ya me he involucrado mucho con delincuentes y sé que no puedo mostrarles miedo, ellos se aprovechan de eso.
- Bueno...- Se paró y me tendió el vaso con lo que me parecía ser whisky acercándolo a mis labios, pero miré hacia otro lado dejando claro que no iba a tomar nada que me ofreciera, ante eso él se encogió de hombros y camino hacia mi alrededor lentamente, cuando estuvo frente otra vez me tomó de la barbilla, obligándome a verlo a los ojos, pude ver que eran verdes, parece que quería intimidarme con esa mirada, pero no me dejaría intimidar por él. -... quiero que trabajes para mí.
Levanté una ceja, y sin poder contenerme me eché a reír en carcajadas de verdadera gracia y le dije:
- Yo no trabajo para nadie. - Me soltó, retrocedió unos pasos y volvió a dirigirse a mí.
- No trabajabas, preciosa. - No podía soportar que me dijera así, nunca me ha gustado. Está más que claro que soy hermosa y eso lo sé, pero eso es parte de mi desgracia.
- No lo he hecho y nunca lo haré. - Respondí desafiándolo una vez más.
- Siempre hay una primera vez. No te preocupes. - Me dijo como burla y tomando todo el contenido de su vaso de un solo trago.
- ¿Yo para que te serviría? Sólo soy una prostituta. - Dije bajando la mirada. No era algo que me enorgulleciera. ¿Quién se sentiría orgulloso de ser una puta que se acuesta con hombres por dinero? Aunque pensándolo bien era mucho mejor que entregarte a un idiota que te ofrece villas y castillas endulzándote el oído y luego de follarte te dejaba preñada y votada, sin un solo centavo.
- Para mucho. - No pude evitar levantar la mirada al escucharlo tan convencido.
- ¿Cómo qué? - Pregunté confusa. No voy a negar que me causaba intriga todo esto, pero ya este hombre me estaba hartando.
- Para mí venganza contra Juan Carlos Gandara. - Se le dibujó una sonrisa en su rostro. Una sonrisa que me causó escalofríos, pero lo disimulé con una risa sin gracia.
- ¿Y qué gano yo con eso? - Dije con una ceja levantada y con una sonrisa ladina.
- Tú ...- Hizo una pausa y se sentó otra vez en su silla. - Tú ganarías dinero, respeto y muchas otras cosas. - Dijo poniendo su pie izquierdo sobre el derecho.
- ¿Cómo cuáles? - Le seguí el juego.
- Te ganaras el dinero que te voy a dar si trabajas para mí y te digo que es una buena cantidad, te protegeré a ti y a tu familia, vivirás entre el lujo y prestigio de los Gandara, y cuando Juan Carlos muera te quedaras con la herencia... - Hizo una pausa. - podrás salir del barrio donde vives, sacar a tu madre y operarla para que se cure del accidente y deje de ser una inútil. - Al escuchar esas palabras cerré los ojos y los apreté para contenerme de no arrancarle la cabeza. - También a Vanessa, claro está, podrás empezar de nuevo con una nueva identidad y salir de ese grupo de delincuentes de quinta con los que tratas que solo venden drogas. - Lo miré fijo apretando los dientes.
- Ustedes también la venden. - No me di cuenta cuando se paró y ya se encontraba agarrándome el rostro muy fuerte.
- La vendemos, pero no la usamos. - Me soltó bruscamente haciendo que mi cabeza se echara hacia atrás volviendo a dolerme el cuello. - Entonces dime ¿Qué opinas de mi propuesta?
- ¿Y si no acepto? ¿Qué pasa? - Pregunté curiosa. Sabía que esta gente era peligrosa.
- En ese caso, perderás todo lo que te ofrecí y tendrás que olvidar todo lo que has visto y escuchado hasta ahora o de lo contrario tendré que matarte, y sería una lástima desperdiciar tanta belleza. - Esperaba una respuesta, pero no se la di así que continuó. - Pero... si trabajas para mí y me traicionas empezaré matando a tu familia, haré sufrir a tu madre antes de su último respiro, también haré lo mismo con Vanessa y los muchachos, te denunciaré a la policía por los delitos que has cometido como el asalto de anoche y la muerte del investigador. - Abrí mis ojos como platos porque no esperaba que supiera todo eso, aunque tampoco sabía cómo me sorprendía que lo supiera siendo quien es. - Y te buscaré hasta por debajo de las rocas hasta encontrarte y matarte.
- ¿Cómo sabes todo eso? - Mi pregunta era obvia y yo conocía la respuesta, pero tenía curiosidad por saber que más sabía sobre mí. Escuché una pequeña carcajada de su parte.
- ¿Quién crees que soy? ¿Por qué crees que decidí por ti? Porque tú eres perfecta para el trabajo, no te tientas el corazón, y además de ser hermosa también eres inteligente, mira que hacer creer que la muerte del tipo ese era un asalto, muy creativo. Eres perfecta. - ¡Que! Ahora me alaga no lo puedo creer ¿Qué es lo que busca?
Pensé por unos minutos la oportunidad que tenía en mis manos, no sería la primera vez que me involucraba con delincuentes, pero este es un mafioso muy peligroso. Definitivamente mi respuesta debía ser un fuerte y rotundo no.
- Acepto. - Me encontraba diciendo antes de siquiera darme cuenta, pude visualizar una sonrisa de satisfacción en su rostro, parecía que estaba acostumbrado a siempre ganar.
- Muy bien, excelente decisión. - Se acercó a mí y con una navaja que sacó de su bolsillo cortó las cuerdas que me ataban las manos y la cintura, se dirigió a un escritorio que no había notado antes, tomó una carpeta y me lo extendió, yo ya había desatado mis pies y estaba masajeando mis muñecas, tenían marcas horribles y me sentía toda entumecida. – A partir de ahora te llamaras Virginia Morales. Marcela Vásquez quedará en el olvido, solo tus familiares y personas cercanas a ti sabrán que eres Marcela, pero para todo el que conozcas a partir de hoy serás Virginia.
Abrí el folio en mis manos y me sorprendí con lo que vi, había una tarjeta de identidad con mi foto, documentos de mi nacimiento en un hospital de México, un pasaporte, un historial educativo y universitario, un diploma de graduación como licenciada en negocios y estudios externos de contabilidad, además de una tarjeta de trabajo y un Curriculum Vitae.
- ¿Qué es esto? - Pregunté confundida.
- Tú nueva vida. - No lo podía creer ya tenía todo preparado. Este hombre estaba seguro de que yo iba a aceptar.
Salió del cuarto donde estábamos y me dejó allí sola.
No mucho tiempo después volvió con dos hombres y entre ellos reconocí con el que había chocado antes de entrar a mi casa.
- ¿Qué se supone que debo hacer? - Cuestioné mirándolo a los ojos.
Complacido procedió a explicarme mi trabajo que era muy fácil, debía infiltrarme en la empresa y enamorar a Juan Carlos, luego entrar a su familia y destruirla, además debía darle información de todo lo que ocurría en la empresa y debía empezar pasado mañana.
- Está demás que te diga que vas a estar monitoreada todo el tiempo ¿No? – Levanté una ceja en su dirección. – Voy a tener a alguien vigilándote de cerca, no sabrás quien es, no lo notarás y te vas a olvidar de que te dije esto debido a eso. No confío en ti, Virginia.
No pude evitar sonreír con esto último, yo tampoco confiaría en mí.