Capítulo 10

912 Palabras
El jefe Hoy sería el día en que ella vendría, al fin Marcela estaría aquí y podría empezar mi venganza. Estaba ansiando con todo mi ser poder empezar la venganza que tanto ansiaba desde hacía ya bastante tiempo, se la tenía jurada a Juan Carlos, me la iba a pagar y con intereses. Estaba sentado en mi oficina frente a mi escritorio mientras veía el techo y pensaba en las caras que pondría Juan Carlos, las formas en como sufriría y muchas cosas más, lo disfrutaba con solo pensarlo, tal vez parezca un psicópata, pero me causa tanto placer ver sufrir a la persona que me hizo daño a mí, que no me importa. He esperado mucho tiempo, he logrado un imperio, un reino donde yo soy el rey y el jefe, todo esto para poder vengarme, al fin siento que tengo el poder y las armas para atacar a mi enemigo y vencerlo, solo falta una adquisición más. Mi celular sonó llamando mi atención así que tomé la llamada. - ¿La tienen? - Pregunté directamente, pues ya conocía el número. - No, señor, estuvo cerca de su casa, hasta que se detuvo a mirar a su alrededor y se volvió para atrás, la seguimos para saber si se había dado cuenta, pero se detuvo en la calle por unos minutos muy tranquila lo que dice que no se dio cuenta de nada. - Escuché tras el celular. - ¿Y qué paso con ella? ¿Por qué no la han traído? - Le dije alzando la voz. Odio cuando se comportan como idiotas incompetentes. - Tomó un taxi y la seguimos hasta la iglesia. – No voy a negar que me sorprendí con esa información, nunca en la vida me hubiera imaginado que ella visitara la iglesia, seguro que en cuanto los ángeles la ven pisar el templo se empiezan a quemar. - Bien, cualquier cosa me avisan, pero tráiganla. - Colgué. En definitiva, esa mujer no deja de sorprenderme, pero cada quien tiene lo suyo y ella es única en su especie. Estuve vigilándola durante todos estos días y pude ver que es perfecta, la vi cuando mató el hombre que la investigaba y no tembló siquiera cuando disparó aquella arma, y lo mejor de todo es que lo hizo parecer un asalto, sin duda es inteligente. También estuve observándola de lejos y me pareció perfecta la forma en que actuó para confundir a ese hombre ingenuo en el asalto de anoche. Sé que si ella se dedicara de lleno al bajo mundo crearía un imperio más grande que el mío, por eso debía tenerla de mi lado, no quería que se despertara y viera el poder que tiene en sus manos, sería un peligro. Seguí pensando durante varios minutos hasta que recibí otra llamada. - Dime que ya la tienes. - Solo dije eso. Me estaba impacientando. - No señor, pero la tenemos en frente, está llegando a su casa, estuvo hablando hace poco con otra prostituta del barrio, pero ya va camino a su casa. - Respondió la persona del otro lado de la línea. - No dejen que entre a su casa y la quiero sin un solo rasguño, ¿Entendido? - Exigí. - ¡Si señor! - Colgué. Ya estaba todo listo debían esperarla en el barrio y secuestrarla así que ya sabía lo que iba a pasar es como si estuviera en ese lugar con mis hombres. Tal vez hubiera sido más fácil traerla por las buenas, pero preferí secuestrarla, lo hago solo por diversión, una vez secuestre al hijo del primer ministro solo por diversión, ya que no quería dinero, pero disfruté ver como todos se volvían locos por el chico, pero yo luego lo solté, como dije no quería dinero. Sonó mi celular otra vez y lo cogí. - Espero que ya la tengan. - Dije con frialdad. Me estaban cansando. - Sí, señor ya la tenemos, vamos para allá. - Sonreí. - Los espero. - Colgué. Al cabo de unos diez minutos más o menos creo, la trajeron totalmente inconsciente, aún tenía la ropa de anoche y estaba algo desprolija, pero se veía tan sexy y hermosa como siempre, eso no se lo quitaba, aunque tuviera puesto una bolsa de basura, estaba en su esencia. Ya era pasado de medio día y aun no despertaba eso me estaba preocupando porque también sé que la muy idiota es drogadicta y tal vez sufra un paro cardiaco o un ACV por culpa de la droga para dormir, mínimo una sobredosis. Mientras la veía volví a pensar en mi venganza, destruir a Juan Carlos por ser tan farsante, presentarse ante todos como un hombre bueno y honesto, humilde, siempre se creyó superior a los demás, me quitó todo lo que yo quería, pero ya tenía el sabor de la venganza en mi boca y lo disfrutaba. Escuché unos gemidos y miré a Marcela que ya estaba despertando, movía su cabeza suavemente e intentaba abrir los ojos, hizo el primer intento, pero volvió a cerrarlos, volvió a abrirlos después de unos segundos, pero los cerró nuevamente, al pasar un minuto más ella volvió a intentarlo y lo logró. Me miró confusa y me examinó con la mirada, pero no tenía miedo o lo sabía disimular muy bien. Me gustó eso, solo mostraba lo que yo ya sabía. - Al fin despiertas. - Murmuré con una sonrisa y moviendo el contenido de mi vaso de whisky. 
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