Capítulo 17

2558 Palabras
Marcela (Virginia) En la oficina de Juan Carlos estuvimos hablando durante horas y ahora sí que me dolía la cabeza, ya eran pasadas las siete de la noche cuando pude salir de allí y fue como ver un rayo de luz en un mundo de oscuridad, un alivio. Estaba que me moría de cansancio. Intenté llamar un taxi varias veces, pero ninguno se detenía y por otro lado no tenía batería para llamar a la compañía, bufé al ver que tendría que esperar a que pasara uno frente a la empresa que si me hiciera caso. “El jefe” debería haberme dado un coche, ya que exige tanta eficiencia, pero le importa un comino como me las apañe para hacer su estúpida encomienda de sed de venganza. Me gustaría mucho tener un coche, así tal vez puedo atropellar a Julián para que vea lo que se siente. Me rio sola por mis pensamientos violentos, entonces mi mente divaga hasta la vez que aprendí a manejar, el primer día que tomé el volante de un coche fue en uno de los primeros robos con los chicos donde robamos una tienda y para irnos más rápido tomé el primer auto que encontré en la calle y pudimos escapar, aunque digamos que el pobre auto no resistió y apenas llegamos con vida al barrio, ni siquiera sabía cuál era el acelerador y cual el freno, me iba guiando diciéndome donde debía pisar y cuales botones presionar. Vuelvo a sonreír al recordar ese día y como chocamos un montón de botes de basura, postes de luz, otros autos y algunas personas también salieron afectadas, pero nada grave. Después de ese día “el gato” se dispuso enseñarme a conducir, y aunque se veía como algo fácil, en realidad no lo era, me costó un mes con lecciones dos veces por semana, y para estacionarme sin chocar nada duré unos tres meses, pero solo tengo claro una cosa, nunca, nunca, jamás de los jamases intentes conducir un auto sintiendo el efecto de las drogas reciente, creo que eso es lo que me hizo todo más difícil. En esa época era tan adicta que apenas podía pasar un rato sin usar esa cosa, ahora, con ayuda de mí misma he aprendido a controlarme y puedo pasar días sin meterme esa mierda, aunque a veces me tira un poquito. Decido dejar de recordar mi vida pasada y dedicarme a observar la noche fría de noviembre, el cielo dejaba entrever algunas estrellas entre las nubes, pero no había luna, sin embargo, las calles se veían tan iluminadas por las luces que era casi imposible distinguir las pequeñas luminiscencias de las estrellas. Suspiro y camino con ayuda de mis muletas para sentarme en un banco de metal, que debe estar helado, que hay a unos metros de la entrada principal, agradezco al buen samaritano que puso ese banco allí porque me estoy muriendo de dolor por estar tanto tiempo de pie. Un par de minutos mas tarde salió Juan Carlos, quien al parecer me vio porque caminó en mi dirección y se paró frente a mí, o era eso o simplemente se había detenido de su camino al estacionamiento que justo quedaba a mí lado, nah, prefiero pensar que lo hizo por mí. Me encontró allí porque aún no pasaba un estúpido taxi y tal vez, ahora que lo pensaba me molestaba horrores que me viera tan desvalida. - Pensé que ya te habías ido.  - Comenta y no me contengo de rodar los ojos y responder de forma irónica. -Y ya me fui, soy un holograma. – No me importa si se ofende, al fin de cuentas no me soporta y cada vez veo esta misión más imposible, debería pedir la ayuda de Tom Cruise, o algún consejo. Escucho como Juan Carlos se carraspea y luego mueve un pie haciéndome rodar los ojos de nuevo, lo he puesto incómodo, pero su seriedad no desaparece en ningún momento así que decido decir algo más. - Como puede ver, señor, aún estoy aquí.  - Le respondí sin mirarlo como hacía la mayor parte del tiempo, la verdad no quería ver de nuevo su cara de anciano amargado y con falta de sexo. Para mi sorpresa él ríe un poco. - De eso ya me di cuenta y no hace falta que estés a la defensiva conmigo, no pienso hacerte nada, de hecho, si no tienes como irte yo te llevo a tu casa. - Lo miré con las cejas alzadas y una expresión de incredulidad tremendamente notoria. - Estoy esperando a que pase un taxi. - Dije escéptica y volviendo a mirar al frente, no me iba a mostrar interesada en él, eso es justo lo que los hombres quieren, tenernos a sus pies. - Te vuelvo a hacer la invitación de todos modos, Virginia, dudo que te quieras quedar sola aquí en la calle, puede ser peligroso. – Insistió. - Orlando el de seguridad está en la puerta. – Informo recordando al robusto hombre de la entrada de la empresa. - En unos minutos se queda dormido. – Añadió. – Y dudo que pase un taxi pronto por aquí. - Tiene razón. - Acepté con un bufido y decido dejar mi orgullo de lado. - ¿Entonces? ¿Aceptas? – Volvió a preguntar como si le hubiera quedado claro aún, así que asentí y su sonrisa se amplió aún más. Nos dirigimos hacia el estacionamiento y me ayudó a subir a su camioneta una Mercedes Benz blanca, durante el camino Juan Carlos puso música y yo canté en voz muy baja, pero Juan Carlos me siguió el coro en una hasta que los dos cantábamos y es extraño que él sea así, pero logré agradarle, me dejó en la entrada del barrio, ya que le dije que tenia que buscar algo con un amigo y aunque insistió en acompañarme no lo dejé, no iba a permitir que me viera buscando drogas. Nos despedimos y me fui con mis muletas a la esquina, cuando estaba llegando se me acercó un auto n***o que reconocí inmediatamente. Bajó la ventanilla y el propietario se hizo notar. - Pensé que ya no te iba a volver a ver. - Me dijo con un poco de nostalgia en su voz y rodé los ojos. - No seas dramático. – Me quejo. - Tienes suerte hoy. - Respondí sin mirarlo como hacía con Juan Carlos hace un rato y me encogí de hombros, entonces seguí caminando como si nada. - Rosa, detente, por favor, escúchame. – Lo escuché, pero seguí adelante y él salió del auto para detenerme, como no encontraba la manera de hacerlo por mis muletas me agarró de la muñeca sobre los manubrios de las mismas suavemente. - ¿Qué te pasó, Marcela? - Indagó al ver mi pierna enyesada y unas muletas que al parecer no notó antes. Mínimo está ciego. - Nada importante. - Respondo con desdén y me suelto de su agarre. - Marcela mírate, andas en muletas ¿Cómo dices que nada importante? - Se para enfrente de mi obstruyendo mi camino y poniendo una de sus manos en su cadera. - ¡Dejame en paz, Marcos! - Me alejo dando pasos hacia atrás - ¿Es que acaso no entiendes? No quiero verte, te lo dije en aquella llamada. – Recalco recordando la llamada donde me reclamaba mi ausencia todos estos días, con solo recordar sus estúpidos planteos me da rabia, seré una prostituta, pero no soy la perra de nadie y no permitiré que ningún quiera controlarme. En esa llamada le dije claramente con todas sus letras que no lo quería volver a ver.   - ¿Por qué? ¿Qué te hice? - Hago una mueca ante su interrogatorio. Es increíble que no se haya dado cuenta, por su actitud machista y controlador. Ni siquiera sé porque su esposa lo cela tanto si es un idiota que seguro la hace sentir como basura. Mírenlo aquí como está rogándole a la puta con la que la engaña. - ¡Largo de aquí! – Le grito agotada e intento irme de nuevo, pero me vuelve a agarrar del brazo y grito otra vez, no me importa llamar la atención de todo el barrio, aunque sé que nadie se mete aquí en casos como estos, a los vecinos les parece tan normal que las chicas se vendan que no les importa si algún violador intenta forzarla. - ¡Suéltame! - Grito con todas mis fuerzas porque parece que es sordo o tarado porque no entiende. - Te dijo que la sueltes. - Se escucha una voz que reconozco al instante y suspiro con alivio. - No te metas este no es tu problema. - Le dice Marcos al intruso que aún no he podido mirar. - Claro que lo es, cualquier problema que tenga que ver con ella es mío también. -  Responde acercándose y esta vez soltandome de un tirón que casi me hace caer al suelo. Lo miro mal por su brusquedad, pero sus ojos están posados en Marcos, amenazantes, alertas a cualquier movimiento o reacción. - Harry, vámonos. - Le digo para evitar cualquier problema mayor, mientras me acercaba a él, le dio una última mirada de advertencia a Marcos y luego se enfocó en mí. Me fui de allí con Harri a mí costado el me miraba confundido por las muletas y dejando detrás a un Marcos muy enojado, con la mandíbula tensa, el ceño fruncido y los puños apretados. - Gracias Harry, si no hubieras llegado a tiempo hubiera hecho algo de lo que me iba a arrepentir. - Le dije llamando su atención que se había enfocado en el camino. - No es nada Rosa, pero ya estás muy perdida, los muchachos te extrañan y... yo también. ¿Qué te pasó? – Me recuerda que no les he contado nada a ellos de mi nuevo trabajo, ni de mi accidente, con una media sonrisa que parece haberle devuelto la vida a su rostro. Nos paramos en el callejón donde queda su casa. -  Bueno, tenía ganas de saber que se siente que te atropelle un auto. – Respondo y me encojo de hombro, pero me rio al ver su expresión de estupefacción. – Tuve un accidente tonto, pero gracias a eso es que estoy trabajando en un trabajo serio. - Él levanta una ceja, lo que lo hace ver sexy, pero no me detengo en eso. - En serio, como veras tengo esta pierna enyesada y para que te vayas enterando un empleo en la Constructora Continental. - ¡Wow, que suerte tienes! – Exclama indicándome que entre a su casa. - Si, pues ya sabes quién soy yo. - Me limité a decir una vez adentro. Cuando entramos me senté en uno de los muebles y empezamos a hablar de todo lo que había pasado después del accidente, claro está que no le iba a decir que estoy involucrada con “el jefe”, me brindó cena y yo aproveché para fumar un poco. No se porque no había hablado con él antes, pero Harry me inspiraba confianza y parece ser un buen chico. Hicimos chistes hasta que llegó el momento de irme, me la pasé muy bien con él y me acompañó hasta mi casa, en el camino me encontré con “el gato” y en un momento de distracción el mismo pasó un sobre con un poco de mi polvo preferido. Ya que Harry no quería que yo tuviera nada que ver con eso después de que estoy trabajando, debíamos tener cuidado de que no me viera porque no quería problemas con él ahora que empezábamos a llevarnos bien. Harry me dejó en mi casa y yo me fui directo a mi cuarto, no sin antes pasar unas palabras con mi madre y Vanessa. En mi cuarto preparé la sustancia y la entré en mi cuerpo para que haga su función y si que lo hizo, porque cai en un sueño muy profundo rápidamente. Marcos Llegué a mi casa lleno de cólera, después de todo lo que pasó con Marcela, ¿Cómo es posible que ella me haya dejado con la palabra en la boca? Y lo peor de todo se haya ido con ese imbécil ¿Quién es él? - Papá te estábamos esperando. - Me dijo Mercedes dándome un beso en la mejilla y un abrazo que casi no correspondo por estar distraído pensando en esa mujer. - Lo siento hija, pero no tengo hambre. – Me quité la corbata y pasé de largo por el comedor hacia las escaleras, iba hacia mi cuarto, no soportaría estar con Ámbar en la misma mesa. - Marcos. - Me llama Ámbar. - ¿Qué te pasó que estas tan agitado? - Nada. - Respondí y sin decir más me retiro subiendo las escaleras dando zancadas. Me fui a dar un baño ¿Es posible que esté celoso de ese chico que se llevó a Marcela? No, ella solo era un entretenimiento, me decía a mí mismo mientras el agua caía por mi cuerpo. Salí de la ducha y encontré a Ambar sentada en la cama y mirándome seria, solté un bufido porque ya sabía lo que venía, no de nuevo. - Estuviste con ella. ¿Cierto? - Me dijo afirmándolo. - No sé de qué me hablas. - Respondí haciéndome el desentendido y me dispuse a buscar mi pijama. - Claro que sabes, esa mujer que se atrevió a meterse en esta familia, ¿Marcela cierto?, Marcela Vasquez ¿Así se llama? - Ruedo los ojos, aunque escuchar su nombre me hace acordar lo cabreado que estoy. - No es por nada Ambar, pero ya deja tus escenas de celos, te dije que no tengo ninguna amante… - Me interrumpe. - No mientas Marcos, yo sé que es cierto y Mercedes también lo sabe y solo tiene días que regresó de Milán. - Se para y continua. - No entiendo porque te empeñas en destruir esta familia, en destruirme a mí y a tu hija. - ¡Ya basta! - Le grito. - No sabes nada de lo que dices, si fueras una buena esposa nada de esto estuviera pasando. - Respiro profundo. - Te la pasas recriminándome, pero no te fijas en lo que tú has hecho. - Hice una pausa y tomé una respiración profunda - Yo te amaba como un loco Ambar, pero tú con tus celos y tus escenas acabaron con eso, ni siquiera fuiste capaz de darme un hijo, no es que no esté feliz ni orgulloso de Mercedes, pero todo padre quiere un hijo, un hombrecito que le ayude y sea su legado, pero tú no fuiste capaz de eso. - Escucho unos sollozos que sé vienen de ella, pero la ignoro. - ¿Cómo eres capaz de reclamarme eso Marcos? Sabes que no es mi culpa, yo quería darte un hijo, pero todos murieron, ya estoy cansada de esto. ¡¡Quiero el divorcio!! - Me grita y sale de la habitación dando un fuerte portazo. Yo termino de vestirme y salgo al patio a pensar en todas las cosas que han pasado, todo por ella, esa mujer que me vuelve loco, esa mujer que ahora me rechaza. Debería odiarla, pero es el motivo de mi deseo.
Lectura gratis para nuevos usuarios
Escanee para descargar la aplicación
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Autor
  • chap_listÍndice
  • likeAÑADIR