Marcela (Virginia)
Toda esa semana me la pasé conociendo la empresa y no es por ser egocéntrica, pero soy muy inteligente y me salió muy fácil aprender todo sobre ella, de hecho, el trabajo de Julián era más básico de lo que pensé.
Me gusta el tiempo que paso con Julián, aunque siempre que aparecía su novia el ambiente se tornaba algo tenso, estaba haciendo mi trabajo muy bien y he tenido unos encuentros con Juan Carlos que al parecer ya no le caigo mal. O bueno, no tanto como al principio. El plan va a paso lento, pero firme.
También he recibido visitas y llamadas de “el jefe”, se la pasa vigilando cada uno de mis pasos, mi madre y Vanessa se sienten bien con el hecho de que estoy trabajando limpio y no estoy con eso de las drogas, al menos es lo que ellas creen, a veces necesito relajarme y me tomo mi libertad.
En este momento Julián está en una reunión con los accionistas y yo estoy sola en la oficina, leyendo unos formularios. El teléfono suena y lo cojo.
- Virginia, la señorita Cepeda se encuentra aquí y quiere entrar. - Dice Becky desde la línea. Bufo al escuchar eso y me veo tentada a negarle la entrada, pero no me puedo tomar esas libertades cuando ella es, muy a mi pesar, la novia de mi jefe.
- Está bien, que pase, no hay problema. – Respondo no muy convencida y escucho la voz en mi cabeza que me dice: genial ahora viene esta estúpida a molestarme.
Estoy totalmente de acuerdo contigo, yo interior.
La puerta se abre y ahí está mi dolor de cabeza, o peor aún, mi dolor de ovarios.
- Hola, Virginia. - Me saluda y se sienta frente al escritorio.
- ¿Cómo estás Mercedes? Me gustaría pararme a recibirte, pero como podrás ver. - Le señalo mi pierna enyesada que últimamente ha estado molestando un poco y a diferencia de la primera vez que la vi, no me interesa ser cordial, además, Julián no está así que no tengo delante de quien fingir que me agrada.
- No hay problema. – Responde y me siento de repente ofendida y decepcionada. ¿En serio? ¿Ahora quiere ser dulce conmigo? Es una zorra que quiere cortarme la garganta con las uñas, aunque intente ocultarlo, sé que eso es lo que quiere, se muere de ganas por hacerlo. Lo digo porque yo quiero lo mismo.
- Julián está en una reunión y... – Me adelanto a decirle para que se vaya pronto de aquí porque no tolero su presencia, pero me interrumpe.
- No vine a verlo a él. - Ladeo la cabeza dubitativa.
- ¿Entonces? – Pregunto con una ceja alzada.
- Vine a verte a ti. - Levanto la otra ceja asombrada y confundida - Verás tu y yo no hemos tenido oportunidad de charlar y sabía que Julián iba a estar en una reunión a esta hora, por eso aproveché para venir a hablar contigo.
- Te escucho. - Me recuesto en mi asiento y cruzo mis pies a vez que entrelazo mis dedos para dejarlos caer en mi regazo. - Si quieres puedo pedir algo de beber. ¿Un café? – Ofrecí, tal vez así me daba la oportunidad de echarle veneno.
- No, no, gracias. - Mueve una mano en forma de negación. – Solo tomo té n***o. – Asiento y ruedo los ojos sin que se dé cuenta. Tan estirada como su madre
- Okay, ¿De qué quieres que hablemos? – Pregunto tratando de hacer esto lo más corto posible.
- Bueno, tú y yo, como te decía, no nos hemos conocido y cómo vas a trabajar con Julián todo el tiempo, pues eres su asistente, tal vez podamos ser amigas, porque nos vamos a ver mucho y Julián me dijo que te ha invitado a comer con nosotros, pero tú te niegas, no quiero que te sientas incomoda, quiero que seamos amigas. - Perra solo quiere tenerme cerca para así vigilarme y también a su novio. Me imagino el ratón en su cabeza corriendo en la ruedita a toda velocidad maquinando su plan.
Muy predecible.
- Tienes razón. – Decido que debo seguir su juego, como dice el dicho, ten a tus amigos cerca, pero a tus enemigos aún más y presiento que Mercedes va a ser un grano en el culo para mí. - No nos hemos conocido y tal vez podamos ser amigas, yo no tengo amigos aquí en la empresa y no me gusta estorbar a nadie, pero ya que tú lo dices... – Me inclino hacia delante poniendo los antebrazos en el escritorio. – Me agrada la idea.
- Me agradas y pues quien sabe si seriamos buenas amigas, yo tampoco tengo muchos amigos y menos aquí en la empresa, además, tengo la sensación de que eres una buena persona. – Me rio internamente, si solo supiera.
- Entonces ya está. – Sonrío y aplaudo como si estuviera súper emocionada.
- ¿Qué te parece si hoy comes conmigo? - Me sonríe.
- No, mejor vallan tú y Julián solos, tampoco quiero interponerme por si tienen algo de qué hablar o algo pendiente que hacer. – Sonrío pícara y ella se para y se sienta en mi costado. Creo que se está tomando muy en serio lo de ser amigas.
- Julián no va a comer conmigo hoy, me refiero a solo tú y yo, nadie mas. – Suspiro aliviada, aunque me incomoda su cercanía.
- Pues en ese caso, me encantaría. - Vuelvo a sonreír mostrando mis dientes blancos y ella me devuelve la sonrisa.
- Okay, yo invito en el restaurante que queda a dos cuadras de aquí, ahora te dejo que termines con tu trabajo, porque me imagino que tienes mucho que hacer, bye. – Lo siguiente que ocurre es muy raro para mí, me da un beso en las mejillas y se levanta, toma sus cosas y se va.
Eso fue raro, primero siento que me quiere matar con la mirada y ahora quiere que seamos amigas, le voy a seguir el juego, tengo que buscar una forma de acercarme más a la familia y esta es mi oportunidad. Sé que Mercedes me va a dar entrada más fácil, además, ya me imagino la cara de Marcos cuando se entere que soy súper amiga de su hija, se va a morir.
A la hora acordada, fui a comer con Mercedes y hablamos sobre las dos, ella me contó muchas cosas sobre ella y yo sobre Virginia, no había visto a Julián, pues el salió con su padre después de la reunión y no volví a verlo más.
Luego de la comida Mercedes me llevó a la empresa y tengo que admitir que para ser hija de Marcos es muy diferente a él. Sociable, amable, educada, estirada, superficial de vez en cuando y habla como cotorra.
El resto de la tarde fue aburrido y ni noticias de Julián, a las cinco me fui para mi casa y seguidamente llegué, me acosté a dormir con la intención de no despertar hasta mañana. Estaba muy cansada y lo que menos quería era ponerme a pensar o hacer algo, además de que me molestaba horrores la pierna.
Al día siguiente fue lo mismo que el anterior, ya me dolía la cabeza de tanto estar entre papeles y me hacía falta un poco las drogas. Hacía ya varios desde que tomé una dosis y me sentía un poco ansiosa, tampoco estaba fumando como antes, de hecho, en la empresa no se podía encender un cigarrillo, de hacerlo inmediatamente se activaría la alarma y toda la empresa quedaría hundida en una laguna. Bueno, exageraba un poquito, pero sí que iba a haber bastante agua.
Hoy también comí con Mercedes y me enteré que ella también tiene acciones en la constructora, pero Julián es quien las maneja, ya que ella se la pasa en la empresa de su padre, que prometió presentarme, pero no sabe que yo lo conozco muy bien, me divertí un poco con ella, hasta que llegó la hora de volver al trabajo y se me amargó la existencia. De repente pienso que la vida de una prostituta es más divertida, pero no la extraño ni un poquito, solo extraño mis libertades y poder dormir hasta que se me cante.
Ya eran las tres y catorce de la tarde y Julián no llegaba, cuando dijo que no le gustaba el trabajo no estaba jugando, es más irresponsable de lo que pensé, tiene suerte de ser un niño mimado, pero detengo mis pensamientos porque en ese momento se abre la puerta y por ella entra un Julián muy arreglado que me impacta con su presencia haciendo que lo mire de arriba a abajo y me imagine las mil cosas que haría con ese cuerpo tan perfecto, y ninguna de ellas incluía ropa.
Ya sé, se supone que por el estilo de vida que llevo desde hace años debería ser un poquito menos fogosa, tal vez debería incluso odiar a los hombres, pero ¿A quién iba a engañar? Amaba el sexo, fue lo mejor que se creó en esta tierra, lo que odiaba en realidad era tener que vivir del sexo, tener que acostarme con cualquiera para poder comer, no poder disfrutar de lo magnífico que era el sexo, sin embargo, había veces en los que solía escaparme de mi trabajo, o uno de mis clientes era tan sexy y excitante que me provocaba de verdad y lo disfrutaba.
Alejé todo eso de mi mente y me concentré en el tremendo hombre que tenía frente a mí, quien indudablemente entraba en la categoría de hombre que me excitaba y me hacía querer botar mis bragas.
- ¡Wow, pensé que te había tragado la tierra! - Exclamé divertida.
- Eso quisiera yo., pero que por favor me escupa en las Bahamas. – Respondió levantando la cabeza y los brazos hacia el techo como si le estuviera pidiendo eso a alguien allá arriba, cuando termina de hacer su drama se sienta a mi costado en el sillón.
- ¿Qué pasó? - Suelto los papeles que tenía leyendo para ponerle toda mi atención. Vestía un traje gris bastante formal y yo no podía dejar de recorrerlo con la mirada se veía muy, muy guapo y apetecible. Como un trozo de pizza.
Carajo, ahora me dio hambre.
Estas desvariando Marcela, o tal vez debe ser la falta de sexo. Agité mi cabeza alejando mi regaño interno.
- Estuve hablando con varios contratistas y no encontré la forma de convencerlos de que no deshagan el contrato con la constructora, pero no quieren, dicen que prefieren a Saints Construcciones. – Se pasa las manos por el pelo despeinándose y viéndose aún más sexy, luego recuesta en el sillón y suelta el nudo de su corbata.
- ¿Y no hay forma de convencerlos? - Él me mira fijo, como si hubiera dicho una atrocidad o un imposible.
- Ya lo intenté todo, y si deshacen el contrato perderemos millones. - Se vuelve a recostar y esta vez pone sus manos en su rostro exasperado.
- No te preocupes ya encontrarás una forma de persuadirlos, o mejor dicho encontraremos. - Con ayuda de mis muletas me acerco al mueble donde está sentado y me coloco a su lado, pongo una mano en su rodilla y él se sienta normal y me mira a los ojos, pero esta vez veo algo diferente en ellos. Esperanza, ilusión.
- ¿Estás segura? - Toma mi mano y la sostiene esperando una respuesta con ansias.
- Si, cien por ciento, lo lograremos, después de todo es mi trabajo ayudarte en todo. – Le doy la respuesta que a mi parecer esperaba y le sonrío, por extraño que parezca en realidad quiero ayudarlo, me invade una sensación extraña al verlo tan preocupado.
- Gracias por tu apoyo. - Toma mi mano otra vez y la sujeta más fuerte, siento una corriente azotar en todo mi cuerpo y me desconcentro por unos segundos.
- No es nada. – Respondo reaccionando y lo miro a los ojos perdiéndome en ellos como si entrara en un abismo, nos quedamos así por unos instantes, pero al darme cuenta de lo que está ocurriendo me paro bruscamente, haciendo que me duela la pierna y él lo nota, aunque no me quejo por el dolor.
- ¿Estás bien? - Me pregunta preocupado.
- Si, es que ... - Lo vuelvo a mirar y siento unas increíbles ganas de volver a sentarme junto a él y sostenerlo de la mano por mucho más tiempo. - Estoy cansada y supongo que tú también, mucho más que yo, así que ¿Por qué no te vas a tu casa y yo me quedo aquí? - Lo agarro de los hombros cuando se pone de pie porque de alguna manera siento la tentación de volver a tocarlo.
- No, no te voy a dejar todo a ti so... - Pongo un dedo en sus labios silenciándolo.
- No digas nada, vete ahora mismo antes de que me arrepienta, ya solo me queda confirmar unos pedidos y después me voy para mi casa, no es nada. - Retiro mi dedo lentamente y él lo mira fijo, pero al darse cuenta que lo estoy observando vuelve su mirada a mi rostro.
- Si tú insistes, está bien, aunque me da pesar porque te he dejado sola todos estos días. – Hace un puchero muy tierno y yo levanto una ceja y le dedico una mirada demandante haciendo que levante los brazos en son de paz y luego sale de la oficina después de dejar un beso en mi mejilla.
Yo me vuelvo a sentar en el sillón y continuo en lo que estaba antes de que Julián llegara, ya estoy terminando de confirmar los pedidos y cuando solo me queda uno llega Juan Carlos a la oficina sobresaltándome con su presencia sin aviso.
- Disculpa Virginia, estoy buscando a Julián. - Me dice sin expresión alguna demostrando que aún no me quiere aquí y que no va a cambiar de opinión.
Por el momento.
- Se fue hace un rato, estaba muy cansado y yo le dije que se fuera, que me hacía cargo del resto aquí. - Le respondo sin dejar de mirar los papeles en mis manos para que vea que no me importa lo que intente decir con su cara de pocos amigos.
- Lo necesito ahora mismo en mi oficina, para unas cuentas y unos formularios que él tiene. - Me dice un poco alterado entonces levanto la mirada dándome cuenta que además de todo lo anterior está desesperado y preocupado.
- Yo le puedo ayudar, si usted quiere, conozco todos los movimientos de Julián aquí y se todo su trabajo. - Me ofrezco encogiéndome de hombros. Tal vez sea la ocasión perfecta para empezar a romper esa muralla de hierro que me ha puesto.
- ¿Estás segura? - Interroga con el ceño fruncido. Asiento muy segura de mí misma. - Te quiero en mi oficina en cinco minutos con los contratos del hotelería Marval. - Vuelvo a asentir y él se va a paso veloz.
Nunca pensé ver a Juan Carlos así de exaltado, pero ya que estamos voy a acercarme a él ahora. Apenas empiezo y tengo la corazonada de que va a funcionar y él va a querer tenerme cerca.