Estiró la mano, la cual tiembla a causa del hambre. No he comido en tres días, mi brazo sigue igual que antes y mis esperanzas de justicia están rotas. Al pedir ayuda, me trataron como un misero mendigo, no les importó verme débil y frágil, de hecho verme tal cual estaba, solo les provocó asco. —¿Quién eres tú?—escucho una voz masculina, pero no creo que me esté hablando a mi—¡Oye niño! ¿Eres imbecil o estas sordo? Levanto el rostro, pero hacerlo me cuesta mucho ver más allá qué una sombra qué esta delante de mi, quizás empiezo a alucinar. —¿Qué fue lo que te pasó?—insiste e incluso se inclina para estar a mi altura. Es un hombre de cabello oscuro, ondulado y con barba y bigote. Diría que podria tener la edad de mi padre, pero su apariencia engaña. No parece ser un hombre común. —¿P

