Luego de que saliera el doctor de la habitación, la ayudé a sentarse, mientras Raquel iba por comida, aunque ella había dicho que no tenía hambre. Se veía débil, su rostro estaba pálido y no tenía el aura de esa chica viva que era capaz de subir una montaña con Bea si ella lo pidiese.
—¿Qué sucedió? —pregunto, apoyado a la camilla.
Junta sus manos sobre sus muslos y me mira, con el ceño fruncido.
—Creo que fue por demasiado estrés, se armó una discusión y exploté, me enojé muchísimo, estaba muy harta de la situación y en conflicto conmigo misma por no decirte nada, entonces me caí de repente —explica pensativa, como si le costara recordar. —. No quiero que pienses que lo hice por falta de confianza, eres la única persona a la que le confío mi vida cien por ciento —busco tomar su mano
