Suelto un largo suspiro cuando siento un ligero roce en la parte baja de mi espalda que se siente demasiado bien. La sensación se intensifica cuando esos dedos que tanto caricias y placer me han dado, suben hasta mis omóplatos y pasan por mi cuello dejando una estela de cosquilleos que erizan por completo la piel de mis brazos. Cierro los ojos, dedicándome a sentir y disfrutar de este momento que deseo que dure para siempre. Sin embargo, me estremezco cuando unos suaves labios –obviamente los de mi esposo–, se posan en mi hombro desnudo, dejando cortos besos que me dan cosquillas y a la vez me hacen suspirar de placer. “Esposo” hace mucho que estoy acostumbrada a decirle así. —Sé que estás despierta, señora Roberts —su tono de voz ronco y sensual me hace sonreír, al tiempo que provo

