—No me digas que te pondrás sentimental y comenzarás a repartir abrazos, Evan —me mira con fingido horror. «¿Quién es él y qué hizo con mi hermano?»—. Porque no participo en esas cosas, pensarán que bateo para el otro equipo. —¿Quién eres? —entorno los ojos con diversión, Peter suelta una carcajada—. Me gusta hablar así contigo, teníamos tiempo sin bromear de esta manera. —Por no decir casi nunca —rueda los ojos—, creo que esa mujer ha hecho demasiados estragos en ti, hermano —me mira esta vez con real aversión—. Mejor ni me abraces, no vaya a ser contagioso. Sus palabras me traen recuerdos de la prima de Leilah y de que no he revisado mi celular en horas. De hecho, Peter tiene puesto su uniforme del restaurante donde trabaja. Me mira con curiosidad cuando alzo una mano, echando un vist

