Por la mañana Kenneth está de mal humor, nadie quiere hablarle porque al parecer contesta de muy mala manera. Me doy una ducha y me cambio para irnos al hospital, mientras todos desayunan voy a su habitación. Toco la puerta y me contesta muy despacio. —Adelante. —Buenos días, Kenneth ¿cómo te sientes? —Bien —contesta pensativo. Está sentado sobre la cama y me acomodo a su lado. —¿Estás nervioso? —No. —¿Entonces por qué nadie quiere hablarte? Voltea a verme y sonríe. —No creo que sea para tanto, solo que no pase buena noche. —¿Y por eso tienes cara de asesino en serie? Suelta una carcajada, se acerca y me besa. —Nunca te había visto de mal humor —le digo sonriendo. —Eso es, porque nadie había interrumpido nuestras lecciones. —Vaya soldado, así que extraña usted nuestras lecc