Salimos de la casa, no sin antes haber recibido un beso de mi padre y un abrazo de Greta. Camino hacia la camioneta de Steve y miro con melancolía mi auto, el cual ya casi no conduzco porque la barriga cada día más grande que tengo, no me lo permite.
Steve me abre la puerta del copiloto y me ayuda a acomodarme, después da la vuelta y se sube para poner en marcha el auto.
—¿Hoy tienes cita con la doctora Smith?— me pregunta y niego con la cabeza.
—No, ayer llamaron a decir que mi nueva doctora es la doctora Morris, porque la doctora Smith tuvo una complicación con su embarazo— frunce el ceño al tiempo que Steve contiene una carcajada que al final no puede contener y yo me uno.
—Eso parece un trabalenguas, pero se entiende— respiro profundo para calmar la risa porque no quiero t
