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Aún sentía los besos de Bastian sobre mi piel y la forma posesiva y un poco animal en la que besaba mi boca, haciéndome soltar gemido tras gemido, pero yo no me quedé atrás cuando se trataba de clavar mis uñas en su espalda y aferrarme con fuerza ante el remolino avasallador de los orgasmos que me hacía sentir.
No se había quedado mucho tiempo, ya que debía estar para cuando a Elena le tocara tomar su medicamento, además que teníamos la duda de si Elián seguiría con pesadillas, aunque con todo mi corazón esperaba que canalizara sus emociones con ayuda del libro de los piratas.
Esta vez la despedida de Bastian no había sido un beso en la frente, sino uno en los labios, que si no fuera porque sabía que se tenía que ir, lo habría jalado de vuelta a la cama conmigo.
Con d
