AMELIA —¡Memphis! —le grité al perro y me tocó perseguirlo por el jardín para quitarle mi cartera. Era un perro juguetón y aunque no mordía las cosas y sólo jugaba con ellas, las llenaba de babas y me daban un poco de asco. Mi padre le animó a que me robara las cosas para retrasar mi marcha inminente. Tenía la maleta en la puerta y sólo estaba esperando a Elliot para poder irnos. Yo seguía persiguiendo a Memphis y mi padre le seguía animando a correr cuando sonó el timbre y mi madre gritó por toda la casa. —¡Ha llegado Elliot! —¡Memphis suelta eso! —le grité. El perro me miró desde un extremo del jardín y sacudió la cabeza jugando conmigo. Elliot apareció al lado de mi padre en la puerta corredera del jardín y Memphis corrió a saludarle agitando la cola y apoyando las patas delant