La pasión los envolvía, el desenfreno de sus sentimientos era difícil de contener, cada movimiento, cada roce, Harald se sintió diferente esta vez, se rehusaba a aceptarlo, pero al verla tan dispuesta a él, tuvo que admitirlo, estaba enamorado, enamorado como nunca antes lo estuvo. Él la miraba con ojos ardientes, su mirada hizo qué Olivia sintiera un escalofrío. Por esta noche, no había guerra de tronos. A la mañana siguiente, mientras el sol empezaba a salir, Harald ya estaba despierto, atendiendo los deberes de Sajir, sacando los cuerpos de los traidores y los de sus guerreros, hablando con el contable sobre los gastos y la suma de dinero qué habían recaudado en el mes. Él prefería por mucho pelear en el campo, pero ser rey, implicaba ocuparse de los asuntos de los que nadie quería.