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Antes de que yo pudiese informarle a Lafuente que aceptaba casarme con Fátima, él ya lo sabía. E incluso cuando fui a verlo a su oficina me dio la fecha, sería ese mismo fin de semana y la ceremonia se llevaría a cabo en su piso.
Las razones fueron que necesitaba dejar todo seguro porque él sentía que se iba pronto y la segunda, su hija Amira se casaba dos meses después y no quería que la boda de su hermana menor con el viudo Canarias le robara la atención.
Tuve que negociar, le dije que ese fin de semana viajaba a Portugal a ver unos negocios pero que, con gusto, me casaba con Fátima el fin de semana regresando de mi viaje; por suerte él aceptó y yo, tuve tiempo de hacerme a la idea de que pronto tendría una esposa.
Así le informé a Mandy y a Lina que Fátima Lafuente se casaría conmigo y que vendría a ser la señora de la casa. Me sentí raro al percatarme que Fátima y yo no teníamos una historia como Alegra y yo, ni un noviazgo, nada... solo éramos dos personas que nos uniríamos en matrimonio por un bien común; eso sonaba horrible.
Entonces, mientras estuve de viaje pensé una manera de recompensarla, una que tal vez lo oficializara de alguna forma y que no se viera tan apresurado aunque, estaba seguro de que ya había rumores al respecto.
Tan solo regresé de Portugal, fui invitado a una cena de los Lafuente, donde los socios y la familia cercana estarían presentes para anunciarles el compromiso y la próxima boda. Por lo que todo me cayó de peso y era oficial me casaría con Fátima Lafuente a dos años de haber perdido a Alegra.
Con el corazón palpitando rápidamente y con un ataque de ansiedad que tuve que calmar desde que entré al lobby del edificio y subí por el elevador, llegué a lugar de los Lafuente. En frente de la puerta respiré profundamente tres veces, con la esperanza de que toda esta ansiedad se fuera de mi, y toqué el timbre.
⎯Vamos David, solo vamos⎯ me dije a mi mismo. Relajé los músculos de mi cara y cuando la puerta se abrió, sonreí.
⎯¡Señor David!⎯ me habla Dalila⎯ bienvenido.
⎯Gracias Dalila⎯ saludo.
Entro al lugar y de nuevo las luces me ciegan. La casa de los Lafuente siempre está increíblemente alumbrada y, con todos los marcos dorados y cristales de los candelabros, hace que en realidad deslumbre.
Sin embargo, esto pasa rápido, ya que momentos después otra voz me interrumpe y me hace regresar a tierra.
⎯¡David Canarias!, como siempre tan puntual⎯ me habla la esposa de Lafuente, o más bien mi futura suegra.
⎯Señora...
Ella me da dos besos sobre la mejilla y me toma del brazo para caminar hacia mí.⎯ Llegas temprano, mucho en realidad... los invitados aún no llegan.
⎯Bueno, es una fiesta y debo estar listo para recibir a los invitados, ¿qué no?—me justifico para no admitir que llegue temprano porque quería hablar con Fátima a solas.
⎯Eso sí...
⎯¿Cree que pueda ver a Fátima?⎯ le pregunto.
⎯Sí claro, se encuentra en el balcón, salió a tomar un poco de aire, creo que el vestido que le compré se lo quita.
O posiblemente esté igual o más nerviosa que yo, pienso.
⎯Bueno, iré con ella.
⎯No tarden tanto, que los invitados llegarán en cualquier instante⎯ me pide.
Asiento con la cabeza para luego caminar por el pasillo que me llevará al balcón, ese tan grande y único que se encuentra en el piso de los Lafuente. Voy jugando con lo que compré en la bolsa mientras la ansiedad va bajando de apoco.
Al llegar, detrás de las cortinas transparentes veo a Fátima, recargada sobre el balcón y viendo hacia la ciudad. La luna hoy parece ideal para dos enamorados y un momento romántico pero, creo que este no es el caso.
⎯¿Fátima?⎯ pronuncio y ella voltea de inmediato y al verme, sonríe.
⎯¡David!⎯ pronuncia⎯ no sabía que ya había llegado.
⎯Háblame de tu, creo que será algo raro que me hables de usted, después.
⎯Lo siento⎯ ella ve hacia la puerta y luego me pregunta⎯ ¿no vino David hoy?
⎯No, es muy pequeño para comportarse en estas cosas...
⎯¡Qué lastima!, me hubiese encantado verlo. Pero lo comprendo, se aburriría.
⎯Recuerdo que tu padre tampoco te traía a eventos así...⎯ le informo.
⎯Sí, me decía que no me sabía comportar, aún no lo sé⎯ confiesa, para luego reír⎯ pero es que, jamás he podido quedarme de pie y escuchar las tonterías que las personas dicen sin responder... por eso mejor no me llevaban.
⎯Es bueno saberlo⎯ comento. Por un momento me quedo en silencio y veo su precioso vestido n***o largo de terciopelo, de corte corazón en el busto y mostrando su hermosa piel morena⎯ te ves muy bonita.
⎯Gracias, usted...digo, tu también te ves muy guapo⎯ señala.
El silencio vuelve entre los dos y creo que será una constante siempre, aunque de corazón, espero que no. Así que, la tomo de las manos y los ojos de Fátima se dirigen a mí, dándome una mirada tierna y nerviosa.
⎯¿Estás segura de que quieres hacer esto?⎯ pregunto.
Fátima asiente⎯ lo quiero hacer.
⎯No soy un hombre malo Fátima pero, yo...
⎯Lo sé⎯ me interrumpe⎯ estoy consciente de eso. Ya te pedí lo único que quiero y espero que lo cumplas.
⎯Lo haré⎯ rectifico. Así, suelto con cuidado las manos de Fátima para luego sacar de mis bolsillos la caja que celosamente he venido cuidado desde hace días atrás⎯ Fátima⎯ llamo su atención⎯ estoy consciente de que esta no es tu boda soñada y que mucho menos con el hombre que esperabas. Es una boda rápida y sencilla y...⎯ veo que me quedo sin palabras y estoy arruinando el momento⎯ en fin, antes de que salgamos allá y confirmemos, quería darte esto.
Entonces, abro la caja y enseguida el hermoso anillo ovalado, con una esmeralda al centro y diamantes decorando la circunferencia, brilla.
⎯¡Dios!⎯ murmura ella sorprendida.
⎯Sé que esto no recompensa mucho o tal vez nada pero, creo que sería una muy buena reafirmación de nuestro compromiso.
Tomo el dedo de Fátima y pongo el anillo en su dedo anular. A mi mente, viene el recuerdo de cuando le pedí a Alegra matrimonio en el la playa, todos los días de planeación, la búsqueda del anillo y ahora, aquí estoy de nuevo.
Al menos la luna es bella, digo para mis adentros.
Fátima ve brillar el precioso anillo en su mano y sonríe⎯ es... enorme.
⎯Lo vi y me gustó. Creo que el verde combina con tu piel y lo lucirás.
⎯Mis hermanas me envidiarán toda la vida⎯ bromea.
⎯¿Eso está mal?
⎯No, es excelente⎯ contesta juguetona, haciéndome reír bajito. Ella me ve a los ojos y suspira⎯ no tienes que darme esto para recompensar nada. Tú y yo estamos aliados en esto y sé muy bien lo que recibiré y lo que no.
En un impulso toco su mejilla para luego acariciarla⎯ no te resignes así, te prometo que tendrás una buena vida...
⎯Gracias.
¡Fátima!, los primeros invitados están subiendo, escuchamos el grupo de su madre.
⎯Bueno, es momento⎯ le digo y le ofrezco mi brazo para caminar con ella.
⎯Lo es⎯ contesta y me sonríe⎯ David, ¿crees que te pueda pedir un favor?
⎯El que desees...
⎯El día que nos casemos, te pido que no te obligues a decir votos. Si no los sientes, no los digas, no quiero que te veas forzado a decirme algo que no viene de aquí⎯ y toca mi pecho a la altura del corazón⎯ estoy consciente de que tú ya dijiste unos votos que de seguro sigues cumpliendo, no quiero que hagas otros solo por complacerme...
Me quedo en silencio, perplejo sin saber qué responder pero, al mismo tiempo aliviado, muy aliviado.
⎯Esta bien⎯ respondo.
⎯Gracias...⎯ comenta y luego toma mi brazo y me sonríe⎯ venga, que muchas veces tendremos que hacer esto... mas vale que practiquemos⎯ habla con soltura para luego comenzar a caminar conmigo.
Me siento terriblemente mal por casarme con Fátima por una alianza, es una mujer madura, inteligente y de buen humor. Espero mi soledad y mi amargura no la apaguen, me sentiría culpable lo que me queda de vida.