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Llevé personalmente a David a casa de los Lafuente, solo para asegurarme de que mi hijo se portara bien. Así, tan solo Fátima se presentó ante nosotros, con un pantalón de mezclilla perfectamente arreglando, una blusa negra combinada con un saco de colores brillantes, mi hijo corrió hacia ella y la tomó de la mano.
Después de saludarla e insistirle mil veces que la llevaba al zoológico, ella lo negó, dijo que quería caminar con el niño y que mejor nos veíamos a la hora de la comida. Me fui solamente con una ubicación y un horario, y con un "aios" tierno de mi hijo, quien se fue en la carriola abrazando a pirata.
Yo me regresé a trabajar sin embargo, desde ayer en la noche no he dejado de darle vueltas a la propuesta de Lafuente conforme a que me case con Fátima. Como buena economista he analizado mis posibilidades, lo que gano, lo que pierdo pero, no es lo mismo cuando se trata del amor.
Honestamente, yo no estoy preparado para casarme pero, a la vez, pienso en mi empresa, en todo lo que he logrado y en quitarle esa preocupación a Lafuente de encima. Esto es lo único que él tiene y, después de haber sobrevivido una gran depresión y volver a renacer, no quiere que se pierda.
Así que decidí ser directo con Fátima Lafuente, ver de que tipo de madera está hecha y así tomar una decisión. No quiero que se case conmigo romantizando todo y que viva engañada. No soy un ogro pero, tampoco soy el hombre de hace años atrás que sentía que el amor, lo era todo.
[...]
Justo a las 14:00 hrs, fui por Fátima y David y los lleve al restaurante del círculo de Bellas Artes, ya que me fascina la vista. Cuando llegamos, David venía profundamente dormido, cansado de todo lo que había visto, recorrido y jugado, por lo que sería más fácil platicar con ella.
Nos sentamos en una de las mejores mesas y después de ordenar las bebidas y ver el menú, nos quedamos en silencio un momento, tratando de acoplarnos a esto tan nuevo para nosotros. Fátima y yo ya habíamos estado en la misma habitación, millones de veces pero, jamás así, solos y con los nervios evidentemente a flote.
⎯Gracias por llevar a David al zoológico⎯ rompo el silencio y ella me sonríe.
Puedo ver su bonito rostro brillar, esas ligeras pecas sobre sus mejillas y su piel morena que, con los colores que trae, la hace resplandecer.
⎯No hay porque agradecer, David es un niño muy tierno y parlanchín. Hubieses visto su cara cuando vio a los elefantes. Tomé fotos⎯ me presume, y me muestra una cámara⎯ cuando revele el rollo te las muestro.
⎯Gracias...⎯ murmuro.
Volteo a ver a David, profundamente dormido sobre la carriola y suspiro. Yo, casi no tengo fotos de mi hijo, o más bien, ni una. No me he tomado el tiempo para ser ese tipo de padre o más bien, no lo soy.
⎯Este restaurante es lindo⎯ me habla Fátima⎯ jamás había venido.
⎯Me alegra que sea tu primera vez⎯ respondo.
Ella sonríe⎯ siempre hay una primera vez en todo. Ojalá algún día puedas llevar a David al zoológico en Nueva York, le encantará.
⎯Lo haré⎯ respondo, aunque lo más probable es que no lo haga.
Nos volvemos a ver a los ojos y es evidente que debemos hablar sobre el elefante en la habitación y no me refiero al nuevo peluche de David. Así que suspiro profundo, tomo un sorbo de mi bebida y clavo mis ojos sobre ella.
⎯Fátima, supongo que tu padre ya te habló de su propuesta.
Fátima toma un sorbo de agua y asiente⎯ así es⎯ me dice en voz tenue⎯ me lo dijo hoy por la mañana.
En verdad Lafuente no pierde el tiempo, pienso.
⎯Es una propuesta importante...
⎯Lo es⎯ responde, apresurada. Al parecer a ella también le ha tomado por sorpresa y no sabe como reaccionar.
⎯¿Y?, ¿qué es lo que piensas?⎯ insisto, ya que deseo saberlo.
⎯Con todo respeto David, y sin ánimo de ofender, no tengo mucho de dónde opinar. No estoy acostumbrada a expresar lo que pienso.
⎯¿Cómo es eso?⎯ pregunto algo sorprendido.
⎯Tú sabes como es mi familia, y hay cosas en las que no tengo voz, ni voto... Esta es una de ellas⎯ habla sincera.
Los ojos de Fátima brillan, lo hacen muy bonito, y su cabello rizado y perfectamente peinado, cae sobre sus hombros, haciéndola ver perfecta. Ella sería una gran candidata para otra persona, no para mí. Alguien más joven, que sea su primer amor, no un viudo como yo.
⎯Entonces, mi pregunta es, ¿estás dispuesta a casarte con un hombre que no te ama?
Fátima suspira⎯ prefiero casarme con un conocido que no me ame, a un desconocido que tampoco lo haga.
⎯Fátima, yo ya no soy el mismo hombre que conociste hace años atrás. Ese hombre se hundió con Alegra en el mar.
⎯Lo sé, pero, tampoco busco al mismo hombre⎯ contesta.⎯ Yo también cambié, ya no soy la chiquilla que tu viste en tu boda o al lado de Alegra, ahora, soy diferente, excepto que tu esperes a la misma Fátima...⎯ y se ríe bajito.
El mesero llega con la comida y después de servirnos, ella comienza a partir la carne con tranquilidad. Luego deja los cubiertos y haciendo que preste atención.
⎯Señor David...
⎯David, solo dime David⎯ le pido.
⎯David. Yo también me siento terrible por esto porque Alegra era mi amiga. La amé y mucho, me duele saber que se fue y la forma en que se fue. Sin embargo, no tenemos mucha opción, así que tomemos esta alianza en beneficio para los dos. Usted se queda con la empresa que tanto ha luchado por destacar y yo, al menos sabré que estoy segura con un buen hombre.
⎯No soy...
⎯Lo es... sé que lo es. Usted no tendrá que fingir conmigo nada, no tendrá que justificar sus silencios o sus lágrimas. Yo lo comprenderé. Lo único que le pido es que me trate bien, me respete y podamos ser amigos. Yo le prometo que seré una buena esposa y cuidaré a David, no tendrá queja de mí.
⎯¿Qué pasa si nunca me enamoro de ti, Fátima?⎯ inquiero preocupado.
⎯Nos querremos, a nuestra manera...⎯ habla, viéndome a los ojos⎯ encontraremos la forma... a veces hay que tomar una pequeña decisión obligada para tener un bien mayor⎯ me ilustra.
Sonrío⎯ has madurado⎯ le digo.
⎯Todos lo hacemos de diferentes maneras a distintos tiempos... como te dije tampoco soy la Fátima que conociste hace tiempo atrás⎯ me recuerda.
Ella da un bocado y cierra los ojos disfrutándolo. Yo igual me dedico a comer, y mientras estamos los dos en silencio, me percato que ella tiene razón. Tal vez, no seamos los locos enamorados pero, ella me entiende y yo en cierta forma la entiendo a ella y con eso puede que sea suficiente para ambos.
No espero que Fátima me cure de la soledad pero, ahora ya no estaré solo, al menos sé que con ella podré compartir mis comidas y mis días, en paz.
⎯¿Fátima?⎯ llamo su atención otra vez y ella levanta la vista y me ve ⎯ quiero que siempre te sientas libre de expresar tu opinión conmigo.
Fátima sonríe y asiente con la cabeza... Supongo que ya sabe que aceptaré la propuesta.