Vaya que juntarlas a las dos sí que había sido una total locura, pero debía aprovechar, mi padre había creído mis mentiras, y en este negocio ganaba el más astuto, no dejaba de pensar en qué tal vez, fuese él quien me estuviera manipulando a mí y yo estuviera cayendo redondito, entregándome en bandeja de oro. Miré por tercera vez las cámaras de seguridad, Zoe estaba dando vueltas en su cama, agarraba su celular, lo miraba y luego solo lo ponía contra su pecho... ¿Por qué no me llamaba? ¿Estaría enojada? ¿Quería que yo la llamara? Tome mi teléfono celular en mis manos y decidí no quedarme con la duda, respire profundamente e hice la llamada, observé cómo Zoe miró la pantalla y se sentó de inmediato. — ¿Hola, Luciano? — contesto con voz dulce, algo soñolienta. Sonreí. — Si cariño, soy yo