Mi esperanza cayó en un vacío oscuro del cual ya no saldría nunca. En mi corazón sentí una especie de molestia, como si las palabras de esas dos mujeres que acababan de pasar me lo hubieran arrancado, arrojado y pisado hasta dejarlo sin forma, aplastado y embarrado sobre la alfombra porque no tenía caso alimentar ese sentimiento que crecía dentro de él, así lo sentí.
Después de un tiempo, la señora Martha llego con una bandeja en sus manos, que dejo sobre la mesita que estaba a un lado de la cama. Era un filete de res con salsa de queso, a los lados se encontraban unas cuantas papas asadas con mantequilla y perejil encima, además venía acompañado con un vaso de jugo de naranja y un vaso de leche.
—Espero que te guste el filete, te lo envía todos los empleados de la cocina.
Alce la vista
