Capítulo 4 – Las absurdas peticiones del CEO.

1476 Palabras
Connor negó con la cabeza y señaló el vestido que Sofia tenía puesto. –Ese tipo de atuendo no es el más indicado para una mujer corporativa, ese escote tan profundo y esa silueta ajustado, hará creer a nuestros clientes que han entrado a una empresa de subasta de mujeres y no a una corporación sería. Tendrán una mala imagen de nosotros. Deberás dejar de ser tan provocativa. Sofia se sentía caliente del coraje que sintió. El hecho de que él fuera un pervertido aprovechado no quería decir que ella no podía vestirse como quisiera. Además, lo que él estaba diciendo no era más que patrañas, su atuendo era perfectamente adecuado para cumplir con sus labores. –Por si fuera poco, tambien deberías arreglar diferente tu cabello. –¿Qué pasa con mi cabello?" preguntó Sofia con un tono horrorizado, al escucharlo dar tantas quejas de su aspecto. Podía entender si el CEO protestaba por su atuendo, ¿pero su cabello? ¿Acaso ese Demonio Lujurioso también quería reemplazarla? –¡Quítate la coleta del cabello! – exigió. Esa mañana, Sofia se había hecho uno de sus peinados favoritos, que consistía en una coleta alta que la hacía ver más elegante, pero además tambien le daba la comodidad necesaria. Por otro lado, Connor quería verla con el cabello suelto, solo así podría seguir atando cabos para saber si ella era la chica de esa noche o no. Quería verla un poco más juvenil y menos atada. –No voy a dañar mi peinado únicamente por tus exigencias. Me siento cómoda así, este peinado me ha funcionado siempre. No sea molesto con mi apariencia. –¡Quítatelo o lo haré yo!" Sofia tragó saliva. Quería encontrar una razón, pero no la había. Bajando la cabeza, se vio obligada a soltarse el cabello. –¡También quítate las gafas! –¿Cómo se supone que vaya a ver sin mis gafas? - tartamudeó Sofia. La mujer sintió que él iba a descubrirla, sus ojos viéndola y examinándola le demostraban que el hombre estaba a punto de descubrir su identidad, pero, ¿Por qué necesitaba tantos detalles para descubrir que era ella? ¿Acaso su rostro había cambiado tanto en los últimos cinco años? Desde tan cerca, era imposible que Connor Thompson no la recordara. Sin embargo, Sofia estaba atrapada entre sus manos. No podía escapar. Lo único que podía hacer era seguir fingiendo demencia. Sofia no sabía porque él tardaba tanto en recordar su identidad, sin embargo, iba a usar eso a su favor. –Sofia Herrera, ¿estás segura de que nunca nos hemos conocido antes? – inquirió el hombre, enfrentándola directamente. Sofia sintió que su corazón explotaba. Su pecho estaba apretado. Ya no podía respirar. Con los ojos muy abiertos, solo miraba las cuentas grises. Su pálido rostro se reflejaba allí. Si no actuaba de inmediato, estaba segura de que sus pulmones dejarían de funcionar para siempre. No estaba lista para dejar a los gemelos con amenazas de su despiadado padre biológico. –¡Señor! – gritó Sofia inesperadamente. La propia chica se sorprendió de su voz. - ¿No es escandaloso su comportamiento? Le pedí que mantuviera la distancia conmigo, por favor. Frank se quedó atónito al escuchar la protesta. Con el ceño fruncido, miró su agarre. La mano de Sofia estaba envuelta en un puño. –Estabas a punto de atacarme. ¿Quieres hacerme daño nada más por mis preguntas? –Usted comenzó el asunto. Le advierto que, si se acerca demasiado, tendré que alejarlo de la forma en que encuentre más conveniente para mí. Ya le dije que si quiere amenazarme, no va a conseguir asustarme, y si lo que pretende es acercarse a mí con intenciones románticas, entonces tampoco pierda su tiempo. Los ojos de Connor casi se salieron de sus orbitas. En toda su vida, era la primera vez que una mujer lo acusaba de tener intenciones románticas con ella. –¿Estás loca? Tus sueños son demasiado altos. Connor soltó a Sofia y luego limpió sus dedos con un pañuelo. –Parece que usted tiene intenciones ocultas conmigo, entonces, ¿por qué no me deja renunciar? También actúa como un niño pidiendo atención. ¿Su perfecta prometida es aburrida? ¿Por eso busca algo diferente? ¿Una chica como yo, por ejemplo? – preguntó, retándolo y aprovechándose de la información que la Srta Bell había dado sobre el jefe. Connor suspiró incrédulo. Sofia Herrera era diferente de otras mujeres. ¡Era tan molesta! –¿Eres una desagradecida, hmm? Te di la oportunidad de mejorar, pero solo te convertiste en un desastre. ¡Ya basta! ¡Ahora tráeme una taza de café! –Dentro de mis funciones como abogada de esta compañía no está la de servirte café, pero con gusto pediré a cafetería que te traigan uno. Aprovechando la oportunidad que había estado esperando, Sofia salió corriendo de la habitación. Ni siquiera se dio cuenta de que el hombre que le abrió la puerta se estaba aguantando la risa. Solo quería escapar de Connor Thompson. –¿Por qué te ríes? – gritó el CEO tan pronto como Jeremy se volvió para enfrentarlo. –Por favor, no sea tan duro con esa chica, señor. Su suposición no es incorrecta. Parece que le gusta. –¡Jeremy! El asistente levantó ambas manos. No se atrevió a hablar más. Después de asentir, salió de la habitación. Connor necesitó un par de segundos para calmarse. Mientras tanto, en la cafetería donde la chica acababa de entrar, sin aliento, Sofía suspiró y respiró profundo. Había conseguido escapar de las garras de ese demonio, pero no sabía por cuantas veces más aquello iba ser posible. Trabajar para su peor enemigo era como una misión suicida. Sofia iba a tener que ser astuta para conseguir salir de esa empresa lo antes posible. pensó, al tiempo en que se daba cuenta de que todas las personas de cafetería estaban en su descanso. Iba a tener que preparar el endemoniado café ella misma. –¿Qué es todo eso? – preguntó Sofia abriendo los cajones de la despensa y viendo los innumerables tarros de café ahí organizados. La fila de tarros frente a ella estaba etiquetada con los diferentes y suntuosos nombres, Café Black Ivory, Finca El Injerto, Saint Helena, Hacienda La Esmeralda y café Luwak. ¡El contenido de ese armario costaba más que su salario mensual! –¿Cuál deberíamos hacerle? – cuestionó la mujer. Tras meditarlo algunos segundos, Sofía se dio cuenta de que no era problema de ella si a él le gustaba su café o no, de modo que eligió uno cualquiera y aunque al principio leyó las instrucciones para hacerlo, terminó por hacerlo como un café convencional. Si él deseaba un buen café a su gusto, pues entonces que lo preparara él, pensó la chica a quien de inmediato la invadió otro pensamiento repentino: si ella no hacía bien ese café, era probable que él la despidiera. Eso era justamente lo que Sofia deseaba en ese momento, así que, con toda la determinación del mundo, ella terminó el café y después agregó un poco de sal y de pimienta en la taza. –¿Eso es lo que pidió? - preguntó Jeremy cuando ella llegó a la puerta. –Sí – Sofia rápidamente apretó los labios para no delatar su diversión. Estaba lista para aceptar la ira del demonio pervertido. –¿Lo preparaste según las instrucciones en la parte posterior del tarro, ¿verdad? –No soy la encargada de hacer café, esto no ha sido más que un favor, así que lo he hecho de la única forma en que se hacerlo – le dijo, entregando la taza y volviendo a su escritorio. Jeremy volvió a soltar una risa, se estaba divirtiendo mucho con ese par, sin embargo su felicidad se esfumó cuando se dio cuenta del mal humor que tenía el jefe, quien gritaba a través del teléfono. –¿Entonces, el prototipo CB-23 falló? – gritó, cabreado. Incluso desde el escritorio de Sofia se alcanzaban a escuchar con claridad la conversación que el hombre estaba teniendo. La voz de Connor puso los pelos de punta a Sofia. Al imaginar a Jeremy poniendo la taza de café frente a él. Connor iba a estar demasiado cabreado, quizá habia tentado al demonio demasiado pronto. –¿Lo has olvidado? Todo lo que amenace nuestra reputación debe ser eliminado. No me importa cuántos millones gastaste en ese prototipo. Esos artículos rotos e inútiles deben ser destruidos – siguió vociferando Connor. Una corriente eléctrica atravesó el cuerpo de la chica. Los rostros de Louis y Emily ahora pasaban por su mente. Los gemelos también amenazaban la reputación de la empresa. Si Connor Thompson no dudaba en destruir prototipos que valían millones de dólares, ¿qué pasaría con los hijos no deseados?
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