Connor, que estaba frustrado por la incompetencia de su equipo, se sintió realmente fastidiado, solo su café podría calmar un poco sus nervios, así que el hombre agarró la taza que estaba puesta sobre su escritorio al tiempo en que colgaba el teléfono. –¡Aargh! – chilló asqueado por lo que estaba bebiendo. Connor se levantó, abrió la puerta, fue al escritorio de Sofia y entonces la agarró del brazo y la obligó a moverse hacía su oficina. –¡Déjame! – ella se removió con un poco de dolor a causa del fuerte agarre de su jefe. Cuando Sofia llegó a la oficina del jefe y se dio cuenta de la taza de café a medio tomar derramada sobre el escritorio, lo entendió absolutamente todo. Él ya había probado un poco de su propia medicina. –¿Ese es el café que te dije que hicieras para mí? Ell