–¿Te gusta la biblioteca? – preguntó Sofia fingiendo una sonrisa. No quería que los niños se dieran cuenta de la tristeza que sentía al no poder acompañarlos al lugar. –¡Sí! – Emily estiró el cuello. – Hay más libros allí. La sala de lectura es más amplia e incluso hay una sala de seminarios. Los visitantes también están más ocupados. La abuela le dijo a Louis varias veces que no los molestara. Pero Louis no hizo caso. Al escuchar las quejas de la pequeña, los ojos de Louis se abrieron de par en par. –No los estoy molestando. Solo quiero hacer amigos. –Louis, sabes que la biblioteca es un lugar para leer, ¿verdad? – preguntó Sofia suavemente. Sin embargo, su hijo se encogió al escucharlo. –Está bien. Ya no molestaré a los visitantes. Solo me sentaré en silencio y los observaré. –¡E