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Después de estar dos días en este lugar y de haber disfrutado en soledad la playa, sin interrupciones por parte de Adán, por fin vamos de regreso. Claro que está vez viajamos en el jet privado de Adán para evitar que el aeropuerto me reconozca.
Después de todo creo que sí voy a necesitar mi peluca.
—No quiero hacer esto de nuevo. –murmuro mirando por la ventana.
—¿Hacer qué? –cuestiona Alexander.
—No quiero que me usen como transporte para sus cosas.
—No tienes opción Ginebra. –responde Adán en tono automático.
—Si la tengo. No puedes usarme así Adán, por lo menos deberías esperar un poco eso, creo que me lo merezco al menos.
—Hablaremos de esto llegando a casa.
—Quiero hacerlo de una vez, por qué llegando a casa no lo harás.
—Dije que llegando a casa lo haremos, Gineb
