La reputación de David Canarias era conocida no sólo en Ibiza, si no también en Madrid. Hijo de un empresario con gran exposición en el mundo y siendo increíblemente parecido, no tenía donde esconderse cuando salía a los clubes con sus amigos o simplemente cuando subían algo de él a r************* . David era en verdad un buen partido, no sólo por todo lo que poseía si no por su aspecto físico. No era el más guapo de España pero era atractivo, es el tipo de hombre que irradia testosterona y que impacta al verlo entrar a un lugar. Con un metro y 85 centímetros de altura, barba, abundante, sonrisa de infarto y una seguridad increíble, en verdad era raro que pasara desapercibido en algún lugar, por eso cuando él dijo que quería ser pediatra mucho pensaron que era broma, ya que se le daba más para ser algún tipo de influencer y dedicarse a disfrutar del dinero de papá.
Sin embargo, por dentro, David era muy diferente. Aunque no se viera era un hombre sensible, sencillo, gracioso, cariñoso y amoroso. Le gustaba pasar el tiempo tranquilo, leer, pasear solo por las calles; se podría decir que básicamente era una fachada muy bien montada la que tenía para progrese de cualquier situación que pudiera tornarse personal.
David había tenido muchas novias pero jamás había presentado una, se le veía con una y con otra chica, pero nada formal, era lo que Ximena Caballero llamaba un “Pica Flor” y lo que Luz “un hombre que no se debía tomar en serio”, así que por ahora un romance entre ellos dos era un -1 en una escala de 0 al 10.
Además, no era que Luz estuviera buscando a alguien, en realidad ella no buscaba nada, ni con David, ni con otro joven que posiblemente podría buscar su atención aunque, no le faltaban pretendientes. Luz había sacado los mejores rasgos de ambos padres, alta como su padre, cuerpo curvado como el de su madre, ojos y pestañas como los de ella pero mirada intensa como la de él. Era lo que muchas personas llamaría una “niña buena” y era perfecta candidata para llegar con tu madre y presentársela sin que ella te pusiera un “pero” en iniciar una relación.
Luz era tímida, reservada, siempre lo había sido, independiente, audaz y muy observadora sin embargo, era solitaria, tenía pocos amigos o ninguno, pasaba mucho tiempo en su piso en Madrid trabajando en proyectos propios y de todos los hijos Ruíz de Con era la que más veces regresaba a Ibiza a ver a sus padres y a su sobrina Sabina. Todo lo opuesto al tipo de mujeres con las que David solía relacionarse y ella las conocía muy bien, debido a que ambos habían ido a la escuela juntos y había visto como le rompía el corazón a una que otra chica que buscaba algo con él. Así que “Crea fama y échate a dormir” era la frase perfecta para él.
Así que ese tercer encuentro en la casa de los Ruíz de Con no fue muy positivo para los dos, para Luz, porque la mayoría de su familia la molestó todo el tiempo con David como si fueran niños pequeños y para David porque ella le había dado un no tan firme que él llegó a la conclusión que lo mejor sería no continuar con esto y de nuevo ambos se fueron por su lado. Sin embargo, aunque Madrid es una ciudad muy grande se puede reducir a nada cuando ella lo desea, así que el próximo encuentro de los jóvenes estaba por darse y David no se había rendido del todo.
El barrio de la Latina es uno de los barrios más coloridos y tranquilos para vivir, uno ideal para que una chica como Luz decidiera instalarse en un pequeño piso con balcón que diera a la calle. Le encantaba vivir ahí, en ese pequeño lugar al que ella llamaba hogar. Luz habitaba en un piso de una sola habitación, una enorme, donde sólo la barra separaba el comedor de la cocina, un pantalla de madera dividía su habitación de la pequeña sala y un cuarto de baño con sólo lo indispensable yacía ahí. Su padre le había ofrecido un piso más grande, con dos habitaciones, sala, comedor, cocina y hasta un pequeño estudio, pero ella se fue por lo más sencillo con el pretexto de que “ella haría la limpieza y entre menos mejor”.
Luz no tenía roomie pero tenía un gato llamado “Gato” ya que en realidad no era suyo, si no de una vecina que al parecer no le importa mucho, por lo que se la vivía en el balcón de Luz o a veces hasta en la sala recostado esperando por ella. Gato, era su compañero los fines de semana, cuando Luz salía al balcón a tomar fotos de los jóvenes que llegaban al barrio para comenzar la fiesta. Ella los retrataba, a veces una escena que se le hacia hermosa, algunas veces daba una temática, como: borrachera extrema o enojo. Una vez se le ocurrió retratar a todas las chicas que llevaran un vestido rojo, y se impresionó de la cantidad de fotos que sacó; posiblemente el rojo estaba de moda en ese momento.
Ese sábado de finales de enero, Luz caminaba, a paso apresurado, hacia su piso con dos bolsas de manta llenas de cosas que sus padres le habían traído de su último viaje a México y las cuáles se disponía a abrir. Cuando su móvil sonó y lo sacó de prisa de la bolsa del abrigo.
―¿Diga?
―Señorita Ruíz de Con, sólo le hablamos para avisarle que las fotos que tomó en nuestra boda son las más hermosas que hemos visto en nuestras vidas. Definitivamente la recomendaremos con nuestros amigos.―
―Muchísimas gracias, fue un placer para mi.― Contestó feliz.
―Al contrario, gracias a ti tengo las mejores fotos de boda del mundo entero. Gracias infinitivas.―
―De nada.
―Gracias y hasta luego.
―Hasta luego.
La chica cortó la llamada y de pronto unos pasos antes de llegar a su edificio una de las bolsas se rompió del fondo provocando que las latas y todo lo que había ahí cayera por la acera.
―¡Vale madre!― Murmuró Luz mientras todo se caí.
Se agachó con cuidado y se quitó la mochila con su ropa de la lavandería, que traía sobre su espalda para comenzar a guardar lo que se había caído.
―Te dijo tu madre, llévate una más gruesa pero claro, como siempre de necia, deberías llamarte “necedades de Con”.― Hablaba sola cuando una mano le dio una lata de chiles en vinagre y ella la tomó sin ver ― Gracias.―
―De nada Necedades de Con.― Escuchó. Reconoció la voz de inmediato y al alzar el rostro vio a David parado frente a ella, vistiendo esa sonrisa tan característica que tenía y con esa bata de doctor que decía “D. Canarias” sobre el lado izquierdo de su pecho.
―¿Es en serio? ― Comentó incrédula.
―¿Es en serio qué?
―¿Me vienes persiguiendo desde Ibiza? ― cuestionó de nuevo.
―No, yo estoy en Madrid desde finales de diciembre pero no te voy a mentir, iba pasando por aquí y vi que se te cayó todo.
―¿Pasando por aqui? ― Contestó incrédula Luz
David siguió ayudándola con el resto de la cosas y cuando ambos terminaron de recoger, se pusieron de pie y él la vio a los ojos. La mirada intensa de Luz provocó en David esos nervios que lo invadían cada vez que lo hacía y para contrarrestar el efecto, no hizo más que sonreír.
―¿Pasando por aquí? ―Insistió Luz.
―No, en realidad vine a buscarte porque tengo algo que darte.
―¿A mi? ¿Algo que darme?.― volvió a preguntar.
―Sí, tengo algo que darte y bueno, tu hermana me dijo que vivías en el barrio de la Latina, muy adhoc por supuesto.
―Te dijo que vivía en el barrio de la Latina pero ¿no mi dirección?
―No, me dijo que no podía darme la dirección exacta, pero si una pista. Así que llevo horas caminando para encontrarte y mira… aquí estás.― Expresó feliz.
Luz se mordió el labio y su curiosa mirada comenzó a indagar en los ojos de David. No podía creer mucho la versión que él le daba, pero eso de las pistas era algo muy de María Julia.
―¿Te puedo ayudar con eso? ― Preguntó caballerosamente.
―Vale, vamos.
Ambos comenzaron a caminar hacia el piso de ella en silencio.