Curtis Wood Le sirvo un poco más de vino a Angelica, inclinando apenas la botella. El líquido oscuro cae con suavidad, sin ruido, como si el silencio de la noche no quisiera ser interrumpido. Le ofrezco la copa. Ella me mira con una sonrisa floja, casi melancólica. En lugar de tomarla, simplemente la deja sobre la mesa. Su mano se desliza por el borde de la copa sin apretar, solo rozándola, como si no supiera si quiere más vino… o más de mí. —¿Es el vino artesanal que compraste en Denver? —pregunta en voz baja, sin apartar la vista del vino. Asiento. —El mismo. ¿Cómo lo supiste? —Por la etiqueta… puede que haya estado mirando con atención los murales de RiNo, pero cuando se trata de ti, registro más detalles de los que imaginas —responde, acercándose un poco la copa, sin beber—. Y p